Jorge Salmón sabe mirar. Es un cazador de pulsaciones colectivas y un desmitificador de imágenes prefabricadas. Con ese ojo clínico ha construido varias candidaturas presidenciales, pudiendo citar a Atahualpa como maestro: usos son de la guerra el vencer o ser vencido.
Desde una madurez que no es retiro, Salmón está en plena elaboración de una propuesta a propósito del Bicentenario, hace de tripas corazón para visitar el pasado y ver cómo pinta nuestro presente frente a él. Se agradece la entereza.
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–Has sido testigo de lo público y lo privado al interior de una campaña política. Cada caso es diferente, pero debe haber algún tipo de estructura o caos en común. ¿Cómo describirías a un extraterrestre una campaña política por dentro?
Trabajar en la concepción y estructura de campañas políticas es importante y puede tener cierta trascendencia, pero también significa transitar en un mundo ‘falseti’, donde no hay los héroes que la gente espera. Hay seres anodinos con una condición humana notable.
Pocas actividades como estas permiten ver la indecencia y la grandeza de la gente. Los propios candidatos, generalmente autosuficientes, están convencidos de que por su locuacidad o eventual carisma (palabreja de mil interpretaciones) creen tener capacidades estratégicas o creativas. No es general, pero si mayoritaria.
Hay que tener huevos para no sucumbir ante el personaje, con el riesgo de que te tachen de presumido o suficiente. (Me ha pasado: “… ¿Que se cree este cojudo?”, escuché tras la puerta...).
Y también, tener paciencia testicular sobrellevando eventualmente a un conjunto de sobones quizás inteligentes que en el despelote de una campaña quieren asomar el pescuezo para mostrar la cara. Esto ocurre generalmente con las campañas que tienen opción, donde voraces asesores contribuyen a la tensión y al desorden en la comunicación perturbando la relación de trabajo.
Cuando se trata de un candidato perdedor todo va en orden y nadie perturba.
–Psicológica y emocionalmente, ¿qué es un “presidenciable”? ¿Qué le sucede a este personaje al transformarse en ‘el candidato’?
Aquí en el Perú –años atrás– se requería de cierta solera. Guste o no, Haya de la Torre, Bustamante y Rivero, FBT, incluso Sánchez Cerro y Odría podrían haber tenido –por sus títulos o cargos de importancia– una imagen “presidenciable”. Había un cierto lustre, o quizás imaginábamos un porte de mayor importancia, Pero es probable que ante el halago, vítores y aplauso el personaje va mutando a candidato. Lo he visto y creo que es razonable. Hay mayor aplomo al caminar y el saludo se vuelve generoso. Pero hay sorpresas que ya están en la historia, la de Alejandro Toledo que fue un caso sui géneris, cuando creímos que al fin un cholo competente, surgido de abajo como esforzado ciudadano podía ser un presidente muy peruano y distinto... ¿Hubo una transformación?
Sin duda lo que hubo fue una gran quemada ciudadana.
–¿Los candidatos pierden el sentido del oído? Has relatado como siendo asesor de Fernando Belaunde él te oía pero no te escuchaba. O cómo Luis Bedoya sí te escuchaba, pero no te hacía caso.
Lo de FBT era un caso por su hueveo y Bedoya por cierta suficiencia.
Recuerdo ante la exposición a FBT de una propuesta realmente innovadora y aprobada por todo su equipo él la observó con la mirada perdida. Y al final dijo cortésmente: ¿algo más?
O cuando fuimos a ver un magnifico spot a la productora de Bernardo Batiesky donde ocurrió lo siguiente:
“Apaguen la luz... pasen el spot... vuelvan a pasarlo... otra vez...”, dijo FBT.
“Muy bien podemos irnos”. Y todos de pie. Aprobado. Saliendo del estudio me tomó el brazo y en un susurro dijo: “¿Es posible que no salga tan pelucón?”.
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–Tu oficio te ha permitido ser testigo casi secreto de momentos íntimos de la política peruana...
Quizás la más importante, estruendosa y afligida sucedió con Mario Vargas Llosa.
Luego de que gran parte del país se había puesto eufóricamente la vincha de Libertad y los gritos retumbaban en la plaza San Martin, hubo, poco después, un momento tristón en que MVLL, otras pocas personas y yo, vimos desde un techo 20 metros hacia abajo a un pequeño grupo que con lagrimones despedían al candidato que horas después. tomaría un avión al exterior luego de haber perdido la elección.
Ya no había opción presidencial, ni pica pica, ni se escuchaba: “Perú... Perú, despierta ya...”, la pegajosa canción de Polo Campos que Felipe Thorndike negoció por poco más de diez mil dólares.
“En la candidatura de Vargas Llosa fuimos muy blancos, muy ricos, muy inteligentes, muy ingleses, muy todo”
–En mundo paralelo, Mario Vargas Llosa iba a ser presidente de la República. ¿En qué momento se jodió esa candidatura?
En los excesos. De todo. De liderazgos, de plata, de egos y especialmente de publicidad. Todos los inteligentes del país estaban juntos. Fuimos muy blancos. Muy ricos, muy inteligentes, muy ingleses, muy todo (se trajeron asesores británicos –nada menos que los de Margaret Tatcher– correctos y capaces…, pero… en Londres). La verdad, creo que habríamos tenido un presidente que nos prestigiaría en el mundo, pero simultáneamente una pésima gestión donde un centenar de inteligentes habrían imposibilitado el que Vargas Llosa pudiera detenerlos.
–¿Por qué no se vio venir a Alberto Fujimori?
Fuimos muy pocos los que tuvimos el pase para ver la confrontación MVLl vs. Fujimori. Los que acompañamos al debate de los candidatos pudimos conversar unos momentos previos. Fujimori hablaba poco, sonreía siempre. Ya se sentía ganador, aunque nosotros presumíamos que MVLl arrasaría en el debate. No fue así para sorpresa general. Cuando escuchaba las respuestas de Fujimori –bastante mejores de lo que habíamos pensado– recordaba la conversación protocolar antes del evento en la cual avizoré a un chinito pendejo e inculto, que se había encontrado el guachito del millón. No cabía en su pellejo. En ese entonces, como la mayoría de ingenieros agrónomos, Fujimori era más bien simplón y campechano (ojo, mi padre y mis hermanos son ingenieros agrónomos…).
Años después, a raíz del pabellón peruano impulsado por el sector privado presentado en la estación Mapocho, –una gran expo en Santiago de Chile–, el presidente Frei y Fujimori visitaron el pabellón del Perú con toda la prensa y autoridades. Me tocó recibirlos junto a nuestro embajador. Saludó Frei muy cordial. Luego Fujimori, me dio la mano y dijo. –ni duro, ni blando– mirándome a los ojos: “¿Vargas Llosa… no? ….”.
“El centro es una posición medrosa y cómoda. Y para algunos analistas es la expresión ‘ni chicha ni limonada’. Pero también es una forma legítima de la insatisfacción”
–El radical logra avanzar en las encuestas en base a la provocación. Al final decide el indeciso de centro. ¿El centro es ubicable por GPS o es una entelequia ubicua según el discurso?
El centro es una posición medrosa y cómoda. Y para algunos analistas es la expresión “ni chicha ni limonada”. Pero también es una forma legítima de la insatisfacción que generan los candidatos de izquierda o de derecha. En el Perú, salvo Manuel Prado y Hernando de Lavalle, no creo que haya habido una propuesta de derecha clara, visible y elocuente.
FBT fue visto inicialmente con temor por un supuesto izquierdismo. Y en verdad fue un gobierno de centro, como lo fueron los de García y ciertamente el de Toledo. Quien parecía intranquilizar el panorama fue Humala que corrigió su hoja de ruta e hizo un gobierno de centro izquierda, sin mayores sobresaltos.
Es verdad, el centro se mueve con el indeciso. Hay ideas de derecha e izquierda, pero dudo que haya ideas claras sobre el centro. Ellas son el resultado de cierto temor, inseguridad en el voto. Preferible no apostar. Esperar para ver.
–¿El político que no sabe ser hipócrita, no sabrá ser candidato?
Hay un nivel de actuación. No creo que sea hipocresía, pero no dudo que el personaje asume un papel. Para algunos esto no es difícil, pero no todos lo hacen bien.
–Para un publicista no es lo mismo promocionar detergentes que personas. Un detergente no miente.
Hoy la publicidad política –con el uso de redes sociales que hizo Obama- ha sufrido un cambio notable. En países como el nuestro donde el mercado electoral no tiene una adecuada cultura cívica resulta más eficiente la publicidad promoviendo productos con forma, sabor o color, que la de personas con un mensaje político, donde ese elemento probablemente esté falseado o no exista.
Luego de haber visto postular a políticos como Belaúnde, Bedoya, Villanueva, Barrantes, García, ¿qué te suscitan los candidatos presidenciales actuales?
La mayoría adolece de peso político, cultura cívica y experiencia para conducir un país muy complejo. Pero, es lo que hay.
–¿Te animarías a hacer un breve identikit de fortalezas y debilidades de cada candidato?
- Yohnny Lescano: se muere de ganas, hay que modularlo porque casi casi se hermana con Verónica. Que se cuide de sus correligionarios que lo ven bajo el hombro. Creo que será un hacedor despelotado
- Hernando de Soto: tecnócrata con ideas, visión política y buena llegada internacional, magnifica para el Perú. Hay conocimiento. Lástima que solo encandile a Carla, su encantadora novia. No hay llegada popular.
- Keiko Fujimori: el uso de su padre y el pragmatismo de su propuesta no creo que le funcione. Hay una mochila muy pesada.
- Rafael López Aliaga: empresario competente pero discutido, derecha clara, poca cancha política, sin arraigo popular.
- Verónika Mendoza: No votaré por ella, está en la acera de enfrente, pero es la más consistente.
- George Forsyth: que vuelva en cinco años.
- Julio Guzmán: demasiado deseoso, su sonrisa no convence, la corrida le hace daño.
–Las noticias falsas ya se han convertido, en parte gracias al laxo filtro de las redes, en parte de nuestra vida cotidiana. ¿Cómo se responde o combate una campaña de desprestigio armada con falsedades?
Éticamente no debería usarse las ‘fake news’, pero ello sería desconocer la realidad en las campañas políticas en el Perú y en el mundo, donde hay que responder al contrincante en la dimensión o volumen del agravio. Hay candidatos cuyo perfil asegura respuestas alturadas o que simplemente (para ratificar su nivel de liderazgo) las ignore, con mayor razón si el agraviado tiene la mejor opción. No descender a responder las noticias falsas no deja de ser también parte de una estrategia elegante.
–Aparte de la decepción y la confusión, ahora tenemos pandemia. ¿Cómo podría motivarse al electorado en un escenario así?
A través de Max Hernández he hecho llegar al presidente Sagasti una propuesta a raíz de la breve charla con sus asesores más cercanos. Hay que darle al país un supositorio gigantesco de confianza y de fe.
Venimos de traspiés en traspiés. Hay que hacer un trabajo interno y externo para conmovernos frente a nosotros y ante el mundo afirmando que somos un país con capacidad de futuro. Nuestra imagen no puede ser peor. Y lo grave es que no hay a la vista un líder lo suficientemente fuerte que convoque a ese nuevo espíritu.
–Definiste quirúrgicamente el hábitat del político en el título de uno de tus libros: Entre la vanidad y el poder. ¿Existe algo al medio de esas dos pulsiones?
Si, el Perú y su futuro.
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