Pocos peruanos saben que, sobre el papel, el país ya podría celebrar una elección completamente remota y digital. En octubre del 2010, el Congreso aprobó una ley –la 29603– que facultaba a la ONPE a implementar el voto electrónico, tanto el presencial como el no presencial. Pero la distancia entre poder hacer algo y que sea recomendable hacerlo es larga.
En 10 años, la ONPE solo ha empleado el voto electrónico para elecciones generales en su vertiente presencial –las ya conocidas máquinas táctiles instaladas en los locales de votación–, mientras que la no presencial la ha reservado para contiendas menores de colegios profesionales y clubes sociales. La pandemia, sin embargo, obliga a revaluar ese escenario.
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¿Es posible votar de forma digital y remota en el proceso electoral que se avecina? ¿Es seguro? ¿Sería ideal que esto se limite a las internas de los partidos o puede pensarse como una opción viable para la votación del 2021? ¿Qué dice la experiencia en otros países? Con el cronómetro electoral en marcha, El Comercio consultó a cuatro especialistas para resolver estas preguntas.
Cuestión de confianza
La diferencia entre el voto convencional y el electrónico es simple: el conteo en papel se puede supervisar fácilmente. Se ve, se toca; hay materia. Cuando los votos son recibidos, transmitidos y contados a través de una máquina, en cambio, al ciudadano solo le queda un acto de fe.
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Por eso, el voto electrónico fue declarado inconstitucional en Alemania en el 2009. La demanda decía que el procedimiento "no era transparente, porque un elector no podía ver lo que pasaba con su voto dentro de la computadora y se veía obligado a tener una ‘fe ciega’ en la tecnología”, reseña la Deutsche Welle.
“El principio electoral es que el escrutinio debe ser accesible a cualquier persona. Pero en el voto electrónico se necesitaría tener experiencia en informática si se quiere revisar el conteo”, explica José Manuel Villalobos, presidente del Instituto Peruano de Derecho Electoral.
Todo ello, sin embargo, no implica que el sistema sea inseguro en términos técnicos. “[El voto electrónico] es fiable. Es como acceder a tu cuenta bancaria desde tu celular y hacer una transacción, algo que ya es bastante normal”, asegura Ernesto Cuadros, exdirector de la carrera de Ciencia de la Computación en la UTEC.
La ONPE optó por no responder para este artículo, pero sí alcanzó a este Diario un resumen sobre cómo funciona el sistema que ha desarrollado inhouse. A grandes rasgos: se le da un PIN y una contraseña a cada elector; se instala una sola mesa de sufragio para todo el país; y la ciudadanía vota, a través de dispositivos móviles conectados a Internet, en una web habilitada por el organismo electoral.
Cuadros explica que los votos se encriptan para asegurar que no sean alterados en su camino entre el dispositivo del elector y el de la ONPE. “Si en medio alguien agarra el paquete, no tendría acceso al contenido. Se puede aplicar la encriptación de extremo a extremo, como la que usa Telegram, que es bastante segura”, detalla.
Por supuesto, ningún sistema es infranqueable. “No hay nada que yo pueda hacer –que nadie puede hacer, en realidad– para asegurar que no haya ninguna intromisión”, decía en febrero Josh Benaloh, uno de los criptógrafos que desarrolló ElectionGuard, el sistema con el que Microsoft busca que los estadounidenses recuperen la confianza en sus procesos electorales.
Y si la gigante tecnológica lo acepta es porque, aún cuando la ciberseguridad total es utópica, la idea detrás es hacer que el hackeo deje de tener sentido práctico, según explicaron sus ejecutivos a la CNN.
“[Para desencriptar los votos, en el caso de la ONPE], necesitarías millones de operaciones corriendo en centenas de computadoras. Eso puede demorar hasta meses, y mañana el programa solo puede cambiar la clave de encriptación. Quienes dicen que no es confiable, ¿no hacen transacciones de banco por Internet, acaso?”, aterriza Cuadros.
Los cabos sueltos
Pero hay otros temas para preocuparse más allá de la seguridad informática en la transmisión y conteo de los votos. El sufragio electrónico no presencial tiene un antes y un después, y allí están sus verdaderos puntos débiles: la entrega de las credenciales al elector (el PIN y la contraseña) y la evaluación de toda la votación por parte de un supervisor externo.
Según el abogado especialista en derecho informático Erick Iriarte, el principal problema del sistema de la ONPE es que no es auditado. El informe de la misión de observación electoral de la Unión Europea, de hecho, hace énfasis sobre este punto respecto al voto electrónico presencial utilizado en los comicios parlamentarios de enero. Lo pone en negritas y como sugerencia “prioritaria”.
“La ONPE debería realizar auditorías externas independientes y completas a su solución del voto electrónico [...], con el fin de disipar dudas, aumentar la transparencia y fomentar la confianza”, dice el documento. Del mismo modo, e incluso más importante, sería que se audite el sistema no presencial si finalmente se decide usarlo, alega Iriarte.
El otro problema, en cambio, es previo a la elección: ¿cómo repartir las credenciales de forma segura en tiempos de pandemia? “Es necesario garantizar que los electores reciban las claves de forma segura y verificable. Lo ideal [en el caso de las internas], sería que los partidos creen direcciones de correo institucionales y allí se envíen”, dice Percy Medina, jefe de IDEA Internacional en el Perú.
“Es un problema que se tiene que resolver una sola vez: asegurarse que quien está detrás del voto es la persona que dice ser. Sería mucho más fácil si el Estado tuviera bases de datos conectadas de forma natural. Por ejemplo, que la Reniec pudiera cruzar mi información con mi número de teléfono para verificar mi identidad. Lamentablemente, no tenemos una buena arquitectura digital”, dice Cuadros.
Pero el peligro no termina ahí. “Un tema grave es que algunas personas pueden decidir comercializar sus credenciales”, indica Villalobos. Sin un candado que implique cruzar información adicional al PIN y la contraseña, evitar la compra de votos sería complicado, explican los especialistas.
Y si todo ello se lograse controlar, igual queda un último asunto: no todos los peruanos tienen acceso a Internet. Al 2018, solo el 81% de los jóvenes entre 17 y 24 años y el 48,1% de los adultos de más de 25 años tenía acceso a la red a través de un celular, según el INEI. Y este porcentaje bajaba a 48.1% y 9,9% en el ámbito rural. El acceso a través de otros dispositivos era considerablemente menor.
“¿Por estar en una zona rural no tendría derecho al voto?”, se pregunta Iriarte.
¿Solo en las internas?
“El voto electrónico, por más rápido que te permita votar, es un sistema que en países mucho más desarrollados que nosotros, donde la tecnología está en su vida diaria, todavía no lo utilizan. Aquí, donde la brecha digital es muy amplia, ¿por qué tenemos que mandarnos? Creo que sería un error”, dice Villalobos.
En el mundo, uno de los pocos países que puede tomarse como ejemplo de éxito en cuanto a voto remoto es Estonia. En 2019, el 44% de los que votaron en las elecciones al parlamento europeo lo hicieron por Internet. Este fue un porcentaje récord para un país que viene ofreciendo la opción a todos sus ciudadanos desde el 2005.
Pero claro, se trata de una pequeña nación báltica cuya población no supera el millón y medio de personas (una cifra menor a la de los afiliados a partidos políticos en el Perú). Además, Estonia tiene el 99% de sus servicios públicos digitalizados. Todo se puede hacer online, salvo el matrimonio, el divorcio y las transacciones inmobiliarias, explica la página oficial de su gobierno.
No es una experiencia que hayan repetido otros países igual de avanzados tecnológicamente, ni siquiera en medio de la pandemia. Hace un mes, por ejemplo, Corea del Sur celebró elecciones parlamentarias presenciales, implementando medidas de seguridad sanitaria.
En una reciente presentación ante el Congreso, el jefe interino de la ONPE, Manuel Cox, aseguró que su organismo ha atendido mediante el voto electrónico no presencial las elecciones de 70 instituciones, entre colegios profesionales y clubes. Sin embargo, en diez años, todos esos procesos solo han sumado 467,276 electores. El padrón nacional alcanza los 25 millones y el de afiliados, el millón y medio.
“Una elección de un colegio profesional o un club no es comparable. En el Colegio de Abogados de Lima, por ejemplo, no pasan de 50.000 afiliados”, dice Villalobos. Él e Iriarte coinciden en que el voto electrónico remoto, por los riesgos mencionados, no debería usarse ni siquiera en las internas partidarias. Ambos creen que esa votación también debería ser en persona.
Sin embargo, Cuadros y Medina sí le ven potencial para las internas. “Hoy en día, el estándar de las elecciones internas ya de por sí es muy bajo, porque las organizan entes partidarios no profesionalizados. Usar el voto electrónico, por ser a través de la ONPE, elevaría la calidad. En la elección general, en cambio, el estándar ya es alto y la calidad bajaría”, dice Medina.
El especialista explica que, si la consigna de las internas es evitar las aglomeraciones propias de una votación, “la única opción” es hacerlas vía digital y remota. “En una elección de partidos políticos, además, uno supone que los afiliados tienen interés en votar, que no van a negociar sus credenciales. Los riesgos son menores”, asegura.
Queda, sin embargo, un problema normativo: la Ley 29603 solo faculta a la ONPE a implementar el voto electrónico en las elecciones generales, no en las internas, según Villalobos. “Las internas se han hecho siempre bajo los reglamentos electorales de los partidos. Para que la ONPE pudiera usar el voto electrónico no presencial ahí, el Congreso tendría que precisarlo en una norma”, explica.
En el 2004, el expresidente de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, Fernando Tuesta –quien hoy también propone en su columna de este Diario que las internas se hagan a distancia y por Internet– publicó un artículo que se convirtió en la piedra angular del tema en el Perú. Se titulaba, a secas: “El voto electrónico”.
Seis años después, en el 2010, vino la ley. Hoy, finalmente, este método podría pasar a las grandes ligas y ser usado para elegir a los candidatos de cada partido. La decisión la tendrá el Congreso.