Hay 3 posibilidades: La excanciller Elizabeth Astete miente, lo que sería un demérito más a su foja de servicios empañada desde el 15 de febrero cuando nos enteramos de su renuncia por vacunarse irregularmente. O el presidente miente, lo que sería una sombra que acompañe a su atribulado gobierno de emergencia. O la verdad está a medio camino, en una formulación vaga de Astete sobre su deseo de vacunarse a la que el presidente no prestó o no quiso prestar atención. Le cuento lo que sé, para que usted elija una de las posibilidades.
El miércoles 10 fue enviado a la Sub Comisión de Acusaciones Constitucionales de Congreso un documento con los descargos de Astete ante la denuncia por haber infringido los artículos 38 y 39 de la Constitución sobre la obligación a los funcionarios públicos de ceñirse a la ley. Aunque ya no es ministra, aún se encuentra en el periodo en que goza de inmunidad y, por lo tanto, la fiscalía recurre al Congreso para que este le levante ese privilegio.
MIRA: Una crónica sobre las demoras en la firma del contrato con Pfizer.
La sorpresa es que, luego de asegurar que “no decidía qué vacunas comprar, no establecía el tamaño de los pedidos, ni mucho menos negociaba los precios” (punto 3.5), Astete suelta esta bomba: “Convencida de la regularidad del proceso de inoculación, al término de la reunión del Consejo de Ministros celebrada el 21 de enero del presente año, le informé al presidente Sagasti y a la ministra Mazzetti, las razones por las que tenía pensado vacunarme. Mi aceptación al ofrecimiento se dio con el visto bueno del presidente, por lo que le digo al embajador [Javier] Sánchez Checa [jefe de su gabinete de asesores] que proceda con las coordinaciones necesarias con la Universidad Cayetano Heredia, no con la empresa Sinopharm” (punto 3.11).
Audaz defensa
Sánchez Checa le ha dicho a un reportero de Willax TV que él hizo las coordinaciones para que se vacune Astete pero que esta no le dijo nada sobre el presidente. Le escribí a la ex canciller y no me ha contestado. Llamé a su abogado Juan Peña Flores y este me dijo que habían acordado “no dar ninguna entrevista, solo declararemos ante el Congreso y la fiscalía”. Por cierto, Peña ya tiene experiencia lidiando con casos de eco político. Fue nada menos que abogado del ex fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, defendiéndolo de las imputaciones derivadas de su relación con la mafia de los Cuellos Blancos. Sorprende que la excanciller tenga una defensa que participó en un caso donde la judicialización política, enfrentados unos poderes del Estado con otros, llegó a cotas elevadísimas.
Mira: Astete y Mazzetti podrían recibir penas de hasta 8 años.
Le pedí a Peña una opinión sobre la contradicción del documento, cuando se refiere a un consejo de ministros en un día, jueves 21 de enero, en el que no hubo ninguno; pero me reiteró que no iba a declarar nada. Sin duda, Astete comete un error con la fecha. Sin embargo, ese día sí ingresó a Palacio a reunirse con el presidente. Según el registro de visitas, lo hizo a las 10:40am y Mazzetti lo había hecho a las 10:20am. Ambas salieron a las 11:39am. Astete se vacunó al día siguiente.
Palacio de Gobierno hizo un desmentido antes de que Milagros Leiva en Willax TV revelara la declaración de Astete. Cierro esta crónica antes de oír las declaraciones del presidente en el programa de Juliana Oxenford en ATV. Pero consulté con fuentes palaciegas y me dijeron que el presidente se reafirma en que Astete no le dijo nada de su intención de vacunarse. No recuerda específicamente de que hablaron el jueves 21, pero de hecho tuvo que ser de las gestiones para la llegada del primer millón de vacunas de Sinopharm.
La única testigo de lo sostenido por Astete sería, según su relato, Pilar Mazzetti. Le escribí un mensaje a la exministra de Salud, pero no me ha respondido. Antes de cerrar esta crónica, pude leer sus descargos ante la misma comisión a la que se dirigió a Astete; y en ellos no menciona al presidente. La argumentación elaborada con su abogado Germán Larrieu difiere en estrategia de la elaborada por Astete con su abogado Peña.
El estrés de Elizabeth
En Palacio hay desconcierto sobre la declaración de Astete, en abierta contradicción con su carta de renuncia en la que no comprometió al presidente. Sagasti la conoció años atrás. Una fuente diplomática me contó que él mismo se la planteó a Violeta Bermúdez para integrar el gabinete. Otra fuente diplomática me contó algo más interesante, que trasciende al presidente y a la ex canciller, pues tiene que ver con el proceso de vacunación masiva. Se los cuento.
Cuando Astete se hizo cargo de la cancillería el 18 de noviembre, encontró varias negociaciones en marcha. El ex canciller Mario López había empoderado al embajador Arturo Jarama, quien había centralizado el trato con los laboratorios. Astete quitó poder a Jarama y replanteó el esquema de trabajo. Entre lo que Jarama tenía ya casi listo para firmar estaba un contrato con Pfizer.
La canciller revisó el contrato y le pidió un riguroso informe al asesor jurídico de la cancillería, Juan José Ruda, muy reputado desde su participación en el diferendo marítimo con Chile. Ruda y otros funcionarios que vieron el documento, recomendaron no firmarlo pues contenía cláusulas inconstitucionales que cedían aspectos claves de la soberanía. Fuentes dentro y fuera de la cancillería coinciden en este punto.
La historia se pone más caliente. Presionado por el clamor nacional de vacunas, que vituperaba al gobierno por no conseguir lotes de Pfizer como en otros países; Sagasti se enteró del contrato que había dejado listo la gestión de Jarama y cuestionó duramente a Astete por no haberlo firmado. Esta se tragó el sapo, pero le pidió a Sagasti que le diera un tiempo para mostrarle el informe de Ruda. Una vez que Sagasti y su equipo vieron el informe, coincidieron en que era ‘infirmable’ (es el término que usó una de mis fuentes), y replantearon las negociaciones con Pfizer hasta conseguir el nuevo contrato que se anunció el 8 de febrero.
He ahí un episodio, ocurrido antes de la vacunación de Astete, que ya mostró tensiones entre esta y el presidente. Ciertamente, el incidente se superó, pero es probable que quedara en la embajadora la frustración de un trabajo arduo y no reconocido, sumada al miedo a contagiarse en sus contínuos viajes a Tumbes, la región que se le había asignado en el gabinete. El sábado 13 llegó el segundo lote de vacunas de Sinopharm y me cuentan que se la vio nerviosa buscando quedar un rato a solas con el presidente. La oportunidad no se dio y recién el domingo 14 le entregó su carta de renuncia, cuando era inminente la publicación de la lista de 487 vacunados irregularmente, en la que figuran ella y Pilar Mazzetti. Muchas tensiones escalaron al punto en que una diplomática de carrera no tuvo reparos en salpicar a un presidente en sus descargos.
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