Empecemos con un merecido reconocimiento: el flamante primer ministro ha tenido la suficiente prudencia y humildad como para reconocer que tiene que regresar sobre sus pasos y que su nueva investidura le demanda bajarle los decibeles a su relación con la oposición. En entrevista con El Comercio, Pedro Cateriano reconoció que en el pasado debió “ser más prudente”, que “ciertamente [tiene] que cambiar de estilo” y que ahora que es el vocero del gobierno está “obligado por la Carta Magna a cambiar de opinión”.
Las buenas nuevas, entonces, son, por un lado, que el primer ministro es consciente de que la actual situación política y económica no se podrá remontar si gobierno y oposición no reman en el mismo sentido; y, por otro lado, que el oficialismo no parece estar jugando a tentar una censura en el Congreso con la finalidad de disolverlo.
Los líderes del fujimorismo y del aprismo, por su parte, a pesar de encontrarse hoy con uno de sus más feroces persecutores, han decidido no quemar puentes. Por supuesto, solo ellos saben si eso se debe a un repentino despertar cívico o a lo desagradable de la idea de abandonar sus curules antes de que acabe el gobierno. Pero, en todo caso, también han mostrado una actitud que hay que saludar.
La voz disonante en este espacio de tregua, sin embargo, ha sido la del presidente de la República. Mientras Cateriano se come su orgullo, intenta hacer las paces y busca coincidencias que permitan salir de la complicada situación en la que el país se encuentra, el señor Humala prefiere lanzar una bomba molotov: buscando defender a Nadine Heredia frente a quienes piden que se investiguen sus nexos con Belaunde Lossio, el presidente declaró que los políticos que la cuestionan son una “jauría de cobardes”. Y las naturales reacciones de la oposición no se hicieron esperar. Héctor Becerril de Fuerza Popular denunció que Humala estaba “petardeando” el diálogo promovido por su primer ministro. Y Mauricio Mulder, del Apra, le sugirió al presidente “tomarse un poquito de valeriana”.
Más allá de lo interesante que resulta observar quiénes y por qué razones se sintieron aludidos por la referencia canina del mandatario, no podemos negar que tienen razón en que se trata de una actitud que no suma al ánimo conciliador de Cateriano y que, más bien, sabotea los intentos de este último.
Por supuesto, la tendencia del presidente a encender la pradera no es novedad alguna. Recordemos, por ejemplo, que en el pasado mientras sus primeros ministros buscaban acercarse a la oposición el señor Humala boicoteaba sus intentos con ataques como calificar al fujimorismo como un partido que “salió de la cloaca” o llamar a García un “gordo panzón”, entre otras perlas.
El señor Humala, qué duda cabe, no nació para diplomático. Pero debería ser más consciente de que durante todo su gobierno, recurrentemente, mientras sus primeros ministros han tratado de calmar las aguas, él las ha agitado. Y esto le ha pasado y le sigue pasando una costosa factura a su gestión. Por el lado económico, será muy difícil reactivar los mercados si el presidente sigue creando tanta turbulencia en el ambiente. Y por el lado político poco se podrá avanzar si las relaciones entre los partidos se mantienen tan crispadas, especialmente porque cada vez que el gobierno envía un bombero para apagar un incendio sale, por detrás de este, un pirómano a hacer de las suyas.
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Más de la mitad de Gabinete Cateriano fue rastreado por la #DINI ►http://t.co/GwMS2xJIB1 (Por @Shebas07/ @angelhugo) pic.twitter.com/thwNe0WMwf— Política El Comercio (@Politica_ECpe) abril 7, 2015