Si no hay cambios de última hora, y quedando pendiente la definición de algunos nombres, antes de final de año el país tendría más de veinte candidaturas para la presidencia de la República. La oferta no parece ser un problema en la democracia peruana. Se enfrenta, en cambio, un panorama fruto de la terca volatilidad.
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¿Qué conclusiones preliminares pueden sacarse con la información que se tiene hasta ahora? Para empezar, la elección del bicentenario traerá con certeza una gran fragmentación. Entre los potenciales candidatos se distinguen locomotoras que harán posible que la composición del Parlamento tenga al menos la misma cantidad de bancadas que el actual.
Es posible, además, distinguir a las agrupaciones que tienen cierta vida orgánica: aquellas que tendrán primarias relativamente competitivas. Entre ellas, en Acción Popular o el Partido Morado tendrán un cariz definitorio. En el partido de la lampa, se verá si el perfil más de centroizquierda que le imprimiría Yonhy Lescano desplazará el centro tradicional de las otras tres candidaturas.
En tanto, en la agrupación que antes tenía un liderazgo indiscutido de Julio Guzmán ha surgido una contendiente seria, Carolina Lizárraga, algo impensable hace algún tiempo. De hecho, Lizárraga fue parte de la plancha presidencial de Guzmán en la trunca apuesta electoral del 2016. ¿Qué ha pasado en el interior de esta agrupación, una de las pocas que lograron inscripción desde la última elección presidencial?
Entre las opciones que solo esperarán el paso del tiempo para formalizar candidaturas destaca la poca novedad de los rostros. Todos han tenido figuración en la escena pública, dentro o fuera del quehacer político. Es de resaltar la resiliencia de algunas opciones experimentadas electoralmente, como las de Keiko Fujimori, Verónika Mendoza y César Acuña, que parecen tener un buen suelo en el que apoyar sus respectivos proyectos. Falta ver qué tan alto es su techo.
Entre los debutantes, varios parten con bolsones y agendas que pueden resultar persuasivas para un amplio grupo de electores. Por ahora solo George Forsyth y Daniel Urresti destacan, pero en la campaña, con mayor exigencia y acción, el panorama podría variar considerablemente.
Finalmente, hace falta ver si la embarazosa situación que enfrenta el presidente Martín Vizcarra, con serias acusaciones de receptación de sobornos, tiene algún impacto en el proceso electoral. Por lo pronto, es evidente que se hace complicado procurar recolectar votos de sus presuntos logros.
Lo que no debe perderse de vista es la tentación de interferir en el proceso. En marzo del 2009, más de dos años antes de dejar el cargo, el presidente Alan García dijo: “En el Perú, el presidente tiene un poder: no puede hacer que sea presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiera”.
La cita –imprudente, aunque realista– fue muy criticada en su momento. ¿Qué tanto de esta percepción del poder presidencial habita en las motivaciones del actual mandatario?
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