El retorno de liberales y conservadores, por Jaime de Althaus
El retorno de liberales y conservadores, por Jaime de Althaus
Jaime de Althaus

La realidad siempre nos sorprende. La fuerte reacción de un sector de la sociedad contra la supuesta implantación de la “ideología de género” en el currículo escolar, expresada en la marcha del colectivo Con mis Hijos no te Metas, seguida de la marcha Con la Igualdad no te Metas, que defiende el currículo y niega tal ideología, expresa un tipo de polarización que corresponde claramente a una sociedad que hace tiempo superó la etapa de la violencia terrorista, la crisis hiperinflacionaria y el gobierno autoritario de los 90.

Es decir, los valores que están en juego ahora no son los determinados por la lucha por la sobrevivencia, sino otros, correspondientes a una sociedad más libre y acomodada, conformada por una nueva clase media más amplia y jóvenes que jamás conocieron ni el terrorismo ni la extremada angustia económica.

Esto ha determinado que surja, de un lado, un amplio segmento de peruanos menores de 45 años que valora la institucionalidad democrática, la transparencia, la tolerancia y el respeto al otro, a la diversidad cultural y sexual, al medio ambiente, y siente una ansiedad por la realización individual con sentido propio e incluso por vivir el presente con plenitud. Es lo que podríamos llamar una actitud liberal.

Pero toda tesis genera su antítesis, como diría Hegel, de modo que lo que para unos es el desarrollo libre de su propia individualidad, para otros puede ser el desorden o la corrupción moral de las costumbres. Y si a ello se agrega el creciente desorden político y social y el incremento de la inseguridad y la corrupción de los últimos 17 años, no extrañe que se formen movimientos a favor del orden en todas las dimensiones de la realidad. En lo cultural, se trata de no apartarse del orden ‘natural’ creado por Dios que señala diferencias, roles y jerarquías claras y pauta los eventos de la vida. De contener lo que es percibido como el caos amenazante. Es la posición conservadora.

La sociedad peruana ha regresado, después de 160 años, a la clásica división entre liberales y conservadores (aunque ya quisiéramos tener a José Gálvez y Bartolomé Herrera, por ejemplo), aproximadamente la misma que, salvando todas las distancias, hay en Estados Unidos. No es difícil ubicar quién podría ser el Trump peruano. Y no es de extrañar que a la vanguardia de los conservadores estén los evangélicos, que vienen de Norteamérica.

Políticamente esa división se ha expresado, hasta ahora, gruesamente, en antifujimorismo y fujimorismo, aunque la correspondencia no sea exacta, pues en el fujimorismo hay una tensión que se manifestó en los fallidos esfuerzos de ‘caviarización’ de Keiko Fujimori y, ahora, en las interesantes señales (paradójicamente liberales, no conservadoras) que está dando su hermano Kenji. La feroz incursión de Butters, por eso, puede cambiar la escena, creando una facción conservadora más radical y religiosa, dejando al fujimorismo al centro. Veremos adónde nos lleva la historia.

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