A las 11 de la mañana, la legisladora Mercedes Araoz difundió un comunicado a través de su cuenta de Twitter anunciando que tanto ella como sus colegas Carlos Bruce y Ana María Choquehuanca renunciaban a la bancada de Peruanos por el Kambio (PpK). Con estas deserciones, el grupo –que inició con 18 miembros– quedaba con apenas cuatro integrantes: uno menos del mínimo que estipula el reglamento (artículo 37) para poder formar bancada.
Se configuraba, así, un escenario insólito en el que una bancada oficialista dejaba, en la práctica, de existir. Una anomalía que, vale decir, se prolongó solo unas horas hasta que Yesenia Ponce, la exlegisladora de Fuerza Popular y Cambio21, pidió incorporarse a PpK para lograr mantener a flote el grupo.
Para el politólogo Eduardo Dargent, si bien resulta difícil descartar que haya algún antecedente en la historia peruana de un Ejecutivo huérfano de representantes en el Legislativo, por lo menos “de 1960 en adelante los gobiernos han tenido bancada”. La única excepción en ese lapso, añade Dargent, es quizá el caso de Valentín Paniagua que se convirtió en presidente de la transición tras la renuncia de Alberto Fujimori y de sus vicepresidentes, y cuyo partido –Acción Popular– había obtenido solo tres escaños en las elecciones del 2000. Sin embargo, Dargent enfatiza que en el caso de Paniagua había una “coalición parlamentaria” que lo sostenía.
A nivel regional, agrega Dargent, la circunstancia es igual de rara. “Está el caso de Rafael Correa en Ecuador, pero él plantea su estrategia de confrontación con la clase política para impulsar una Constituyente”. Correa, como se recuerda, fue elegido en el 2006 por la Alianza País, tras haber remontado el segundo lugar que había obtenido en la primera vuelta. Según cuenta una nota del diario El Comercio de Ecuador, “no tuvo en el Congreso un solo legislador de su movimiento político […]. Sin embargo, su fuerza política […] le permitió sacar adelante la consulta para la Constituyente. En esa instancia, logró mayoría con 80 curules”.
En cuanto a los efectos que pudo haber tenido para el Gobierno el quedarse sin bancada propia en el Congreso, Dargent explica que, si bien es cierto que sin grupo parlamentario el Ejecutivo perdía algunos “mecanismos de coordinación”, en “términos de poder, la situación no va a cambiar mucho”, pues Vizcarra ha construido una “estructura de poder con la población y los gobiernos regionales” y se beneficia del descrédito del Parlamento.
Finalmente, lo que ha ocurrido con PpK es, en palabras de Dargent, “una muestra más de la poca articulación de las bancadas” producto de la forma en la que los partidos políticos confeccionan sus listas para las elecciones, muchas veces centrándose más en la personalidad del candidato que en si este comparte un proyecto político en común.
En efecto, quizá como ninguna otra en este período parlamentario, la bancada oficialista ha sido un dechado de episodios desopilantes que trascendieron el terreno de la anécdota. Recuérdese, sino, cómo a inicios del 2017, el entonces legislador oficialista Moisés Guía anunció en un evento en el Congreso en el que se discutía la llamada ‘ideología de género’ que pediría la vacancia presidencial para el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, o en cómo este último trató de explicar la pugna que se desató en setiembre del 2016 entre los oficialistas Guido Lombardi y Juan Sheput: “Son como colegiales que se tiran cosas, pero después se amistan”.
Y es esa poca articulación en las bancadas la que, según Dargent, explica también que PpK haya reclutado a Ponce para el salvataje del grupo parlamentario.