(Foto: Rolly Reyna / GEC)
(Foto: Rolly Reyna / GEC)
Jaime de Althaus

La del ha incorporado los 12 proyectos de la comisión Tuesta junto a otros 124 proyectos de reforma política que estaban acumulados en la Comisión desde años atrás. La lógica del cronograma aprobado está dada por el índice del proyecto de código electoral presentado por el JNE hace años, y no por un orden lógico de ningún tipo. El resultado final puede terminar siendo una yuxtaposición de cambios sin sentido orgánico alguno. Es decir, que no resuelvan las inconsistencias de nuestro sistema político sino que las agraven. Habríamos desperdiciado una oportunidad histórica.

Existe el riesgo de que los congresistas de y el APRA estén pensando la reforma desde la pugna en la que se encuentran con el Ejecutivo, que ha recrudecido en las últimas semanas, y entonces verían con desconfianza, por ejemplo, cualquier cambio que fortalezca la posición del Ejecutivo a favor de la gobernabilidad, sin pensar que en el 2021 o el 2026 podrían llegar a ser gobierno. Como sabemos, los proyectos de la Comisión Tuesta apuntan a un sistema algo más presidencialista que el que tenemos ahora (se elimina la censura a los ministros, aunque no al gabinete) y a fortalecer la gobernabilidad del Ejecutivo (elegir al Congreso junto con la segunda vuelta, clave para que el Ejecutivo pueda tener mayoría, y 2/3 del número de congresistas para insistir en una ley observada por el Ejecutivo, algo indispensable).

Fuerza Popular llevó a cabo hace poco un relanzamiento ideológico que partía de revisar la experiencia de los 90 para tomar lecciones y revalorar lo positivo, una suerte de vuelta a los orígenes, como explicó Luis Galarreta. Pues bien, una de las lecciones que se desprende de esa década es que el país necesita un Ejecutivo fuerte capaz de gobernar y desarrollar el país, pero no un gobierno autoritario. Las propuestas de la Comisión Tuesta van en esa línea. Deberían ser acogidas. De lo contrario, como siempre ha ocurrido, caemos en situaciones de confrontación y entrampamiento que paralizan al gobierno y provocan eventualmente la salida del Presidente o la disolución del Congreso.

Pero tener claridad sobre esos temas requiere que los congresistas hagan un esfuerzo para abstraerse de la coyuntura en la que se encuentran atrapados y piensen que algún día pueden ser gobierno.

Al parecer, tampoco verían con simpatía los proyectos orientados al fortalecimiento de los partidos (eliminación del voto preferencial, elecciones primarias abiertas y obligatorias para elegir candidatos –organizadas por la ONPE-, inscripción con número de afiliados y no con número de firmas, etc.), sin percatarse de que favorecen a los más organizados. Fuerza Popular y el APRA tendrían allí una ventaja competitiva. Quizá el temor sea que unas elecciones abiertas para elegir candidatos resten poder a la cúpula central. Pero favorecen la renovación, que bien la necesitan. Les conviene.