La nadadora paralímpica Dunia Felices puede nadar 50 metros, el tamaño de una piscina olímpica, en un minuto con cuarenta segundos. A los 15 años fue amputada de pies y brazos luego de que le diagnosticaran vasculitis sistémica, una enfermedad a los vasos sanguíneos que limitó el flujo de sangre en sus cuatro extremidades. Nada de eso le impide ser autosuficiente.
Cuando Dunia salió de su operación, no se dio por vencida. Con el tiempo descubrió que podía pintar con la boca y hacer esculturas. Por eso, decidió estudiar artes plásticas visuales. Fue esa opción la que despertó más tarde su fascinación por la natación: descubrió el trabajo de Michael Stokes, un fotógrafo estadounidense que retrata a paradeportistas. "Vi que tenían cuerpos vitales, sanos, que habían superado sus límites'', dice Dunia. Sintió que también debía recorrer ese camino para llegar a sentirse como aquellos deportistas.
La primera vez que entró a una piscina sin sus prótesis se sintió cohibida frente a las miradas de los demás. Los primeros cinco metros que nadó en una piscina a fines de 2016 fueron los más difíciles de su vida y, a la vez, el detonante para dedicarse a la natación. Frustrada, fue a buscar el consejo de su hermana. “No puedes evitar que te miren, pero sí cómo quieres que te miren”, le dijo. “En ese momento, me dije, no me están observando: me están admirando. Eso me ayudó mucho a inspirar a otras personas”, asegura.
TODO POR EL TRIUNFO
La llegada de la pandemia, con todo lo que superó Dunia, tampoco fue fácil. Ni conseguir la medalla de bronce en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019 la libró de la ansiedad provocada por el confinamiento. Dos días antes de que se declarara la cuarentena, estaba por asistir a un evento internacional en Brasil, que la acercaría a la clasificación de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2021. Con el confinamiento fue imposible.
A las cuatro horas de entrenamiento diario en dos piscinas en Lima, le siguió una semana sin actividad física por la cuarentena. No se conformó con la inactividad. Dunia aprovechó el tiempo para reorganizar su agenda y encontrar nuevas habilidades, como fortalecer su resistencia con entrenamientos anaeróbicos a través ejercicios con pesas.
“Yo lucho para que las personas con discapacidad acepten y superen los límites de sus propios cuerpos”, dice Dunia.
Dunia tiene un reto pendiente: volver a Sarhua, la ciudad donde viven sus padres biológicos. Por un grillo encontrado en su pañal, una curandera advirtió que la pequeña Dunia tendría mucha suerte, pero que si regresaba a Ayacucho podría morir. “Crecí con la idea de que no debía volver, pero ya me siento preparada, he cruzado hasta el desierto con mi prótesis, ¿por qué ahora no voy a poder cruzar los cerros?”.
Recientemente, regresó al Centro Acuático en la Videna, donde se reencontró con su equipo de la Asociación Nacional Paralímpica y retomó una hora de entrenamiento en piscina, solo con cuatro compañeros, para respetar el distanciamiento social. “Espero pronto saber qué competencias se vienen para superar mis marcas y poder clasificar a Tokio”, dice Dunia.
Para reflejar esa misma fuerza y perseverancia, la Presidencia del Consejo de Ministros lanzó la campaña #LuchaPerú, no hay nada que nos detenga. El objetivo es visibilizar el empoderamiento de la mujer peruana. En ella se muestran las historias de otras mujeres, como la de Antolina Sánchez, una taxista que, megáfono en mano, alerta sobre las señales de violencia hacia las mujeres en el asentamiento humano Flor de Amancaes, en el Rímac. Ella tiene el compromiso de trabajar por una sociedad con igualdad de oportunidades para las mujeres.
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