Tres bartenders profesionales atienden todo el trayecto (ida y vuelta). La renovada carta incluye más bebidas con ingredientes peruanos. (Foto: Richard Hirano / Somos)
Tres bartenders profesionales atienden todo el trayecto (ida y vuelta). La renovada carta incluye más bebidas con ingredientes peruanos. (Foto: Richard Hirano / Somos)
Vanessa Cruzado Alvarez

En Cusco, el tren adquiere un significado especial. No solo es un medio de transporte que circula sobre rieles, sino que también conecta a la sociedad moderna con la civilización inca. Piénselo: si quiere ir a Machu Picchu –y no por el camino inca–, la única forma de llegar es vía férrea. Qué mejor hacerlo en un servicio cuya elegancia (como en las películas) está en los pequeños detalles.

A 11 kilómetros del Centro Histórico está el distrito de Poroy, a 3,486 m.s.n.m., que alberga la estación de tren más cercana, convirtiéndolo en el punto de partida hacia la ciudadela inca. Al llegar, nos recibe un grupo artístico local que interpreta entre cantos y bailes el Sonqowan Chilliqcha, que significa ‘Te recibo con el corazón’ en quechua. Luego de tamaña bienvenida, se procede a hacer un agradecimiento a la Pachamama (Madre Tierra). Algunos foráneos registran la ceremonia con sus celulares. Otros, que ya hicieron sus plegarias, empiezan a abordar.

Lo primero que viene a la mente cuando uno ingresa a los vagones del Belmond Hiram Bingham es que estamos en el mundo del Gran Gatsby. La elegancia prima en estos coches Pullman (traídos desde Singapur en el 2000). Al estar inspirado en los años 20, es inevitable relacionarlo con lo clásico. Eso queda atrás cuando los ocho mozos, cuatro cocineros, tres músicos y tres bartenders deleitan a los pasajeros a bordo con su cálido servicio -que lo hacen como si fuera una especie de arte-.

El vagón observatorio con terraza al aire libre es el extremo más divertido del tren. El trío Sabor y Sentimiento toca –en todo el viaje– entre 150 y 200 canciones en castellano, inglés, portugués, japonés, italiano y ruso. No hay pasajero que se resista a unirse (al menos por un instante) a la fiesta a bordo.

La naturaleza nos acompaña en un viaje de aproximadamente cuatro horas a una velocidad máxima de 42 km/h. Ollantaytambo es la parada donde sirven el almuerzo gourmet a los 42 pasajeros. Paisajes inigualables como el nevado Verónica (5.700 m.s.n.m.), en Chilca; Piscacucho, en el kilómetro 82, donde inicia el camino inca; Pampaccawa, donde se aprecia el cambio de ecosistema; y Wiñaywayna, donde está el sitio arqueológico y un campo de orquídeas con el mismo nombre, deben ser acompañados con una copa de champagne o vino. Buen viaje. //

SEPA MÁS:

El pintor Fito Espinosa está detrás del arte que cubre –como si se tratase de una pintura– el extremo más divertido del tren de lujo Belmond Hiram Bingham, que opera en nuestro país desde agosto de 2003: un vagón observatorio con terraza al aire libre para disfrutar –con bebida en mano, si desea– del paisaje hasta llegar a Aguas Calientes. ‘El Arte de Soñar’ estará disponible hasta abril del 2020.

Las tarifas van desde US$ 450 por tramo en un viaje de ida y retorno. Incluye: show de bienvenida y durante el trayecto, almuerzo gourmet a bordo, bus de subida y bajada a la ciudadela de Machu Picchu, boleto de entrada, guía privado en inglés o español, tea time en Belmond Sanctuary Lodge, sala VIP en la estación de Machu Picchu y cena gourmet a bordo.




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