Siempre dile a tu hijo lo que sucedió, lo que va a pasar, lo que pasó y lo que te gustaría que pase. Habla más bajo cuando él suba la voz y siempre observa si estás a su nivel. Permite que grite y luego le enseñas que puede estar molesto, pero no puede golpear a nadie.
Acepta que él no entiende los horarios de los adultos, respeta sus tiempos, encuentra técnicas divertidas para que acceda a cambiarse de ropa. No le digas que esa cucharada de comida es la última y es mejor que le digas que él debería de estar orgulloso de sus logros en vez de decirle que tú estás orgulloso de él.
Ordena, clasifica y que la pulcritud sea un elemento prioritario en su cuarto para que sea independiente. Permite, por más que tengas que entrar a una reunión, lavar los platos, bañarte y cambiar el pañal a tu hijo menor en menos de 15 minutos, que él sea el que prepare su propia leche: que se derrame todo, total, así aprende.
Cuéntale, todo el día, lo que estás haciendo; pero que sea todo el día, eh, no importa si necesitas un momento para ti. No digas no, pero ojo, ponle límites: no quieres un niño malcriado. Sé empática y comprende que un berrinche es algo que lo supera; ese dicho que dice que te retan es puro cuento. Acuéstalo siempre (sin excepción) temprano y recuerda que le estás haciendo daño si no hace su siesta a la hora que te dijeron que tiene que dormir.
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Que no lo sobre estimulen. No dejes que sus abuelos jueguen con él después de las 7 pm. Apaga las luces porque por alguna razón la mayoría de los niños, por miles de años, han dormido donde sea, pero tu hijo no. No te estreses porque tú eres la adulta. No te quejes porque esta fue tu decisión. Pregúntate todos los días si estás tomando buenas decisiones. Y si crees que estás fallando recuerda que siempre hay alguna cuenta en Instagram que te dirá que sí, que eres una pésima madre porque compraste galletas de soda en vez de galletas de arroz que cuestan el triple.
¡Espera! ¿Estás comprando su comida en un supermercado? Empezaste mal, entonces. Sigue a @lafulanitaqueesmejormadrequetú. Ella publica una lista de tiendas orgánicas todos los viernes para que revientes tu tarjeta allí. Y ni se te ocurra romper la rutina: ¿cómo vas a salir hacia la playa por la tarde? ¿cómo lo vas a despertar para ir a jugar? ¿cómo no vas a cancelar a tus amigas para que haga siesta en su cama y no en el coche? ¿cómo vas a permitir que picotee en vez de sentarse a almorzar? Uy no, mamita, todo tiene que ser siempre igual, sino, estás jodida.
¿Te suena familiar?
Nosotras, querida, somos madres. No somos profesionales en Montessori y tus hijos no es ningún robot. Si algo puedo sugerir con mi poca experiencia como madre (y que es algo que tomo de amigas que sí tienen experiencia) es que una es más feliz si se simplifica la maternidad.
Esfuérzate por ser mejor, obvio. Intenta ser cada día más paciente, claro. Tómate tu tiempo, por supuesto. Pero no te vuelvas loca con las horas, con el tipo de comida, con la rutina perfecta, con la frase ideal, con ser una especie de Mary Poppins peruana.
No te conformes, pero no te esfuerces por hacer tareas sobrenaturales. No te rompas en mil pedazos por poner a tu hijo en el centro del mundo. Porque si bien es el centro de tu mundo, no hay amor más grande que el que se crea cuando uno quiere ser su mejor versión sin perder su esencia, sin morir en el intento. Porque sin ti, tal y como eres, nada funciona.
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