“¡Que ya se acabe el 2020!”, se lee y escucha por todas partes. Más que un pedido es un clamor. La urgencia es clara: cambiar de aire lo antes posible y olvidar el que debe ser para millones de personas en el planeta el peor año de sus vidas. Todos queremos que llegue una vacuna confiable, dejar de contabilizar muertos por el virus, olvidar el encierro físico, que nos impide abrazarnos, pero también el mental, que vulnera nuestra capacidad de hacer planes, incluso de imaginar el futuro.
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