El día era de sol en la bonita terraza de ese hotel mendocino. Lo recuerdo por la impresión que dejaba el rebote de luz sobre la generosa calva de Marcos Mundstock, ya con siete décadas, de pie junto a sus compañeros en Les Luthiers. Estaban listos para la sesión de fotos con Somos. De su célebre pelada, que lo distinguiera desde joven con el conjunto de humor argentino, bromearía el mismo Marcos un rato después. Les pregunté cómo hacían para estar juntos cincuenta años sin querer arrancarse los cabellos, como pasa con algunos matrimonios longevos. Su respuesta fue instantánea: "no, el tema de arrancarse los pelos ya lo resolví hace tiempo”, dijo, mientras se acariciaba la cabeza. “Ya puedo pelearme con ellos tranquilamente”.
La velocidad de Mundstock para encontrar una salida ingeniosa en medio de una conversación era asombrosa. Dificultaba la concentración porque había que hacer una pausa para reír. Le gustaba generar esa reacción. Más adelante en la entrevista, ocurrió otro de esos juegos del lenguaje para sacarse el sombrero, marca de fábrica de Les Luthiers. Al recordar su primera visita a Lima con el grupo, en 1982, sus colegas evocaban con cierto temor la noche en que Sendero Luminoso causó un apagón en la ciudad y tuvieron que suspender la función. Alguien propuso llevarlos a pie hasta su hotel. Y ahí andaban ellos, avanzando a tientas en una ciudad oscura y asolada por el terror. Nuevamente Mundstock se encargó de aligerar la historia con otra salida fenomenal: “Sí, muy poco luminoso ese sendero”.
Si ya la muerte de otro de sus fundadores, Daniel Rabinovich, en 2015, había golpeado en la médula a Les Luthiers, con la partida de Mundstock ayer a los 77 años, de un tumor cerebral, la continuidad del conjunto parece complicada. Es cierto que todos los miembros del grupo tienen un suplente cuando ocurre alguna enfermedad, y que Marcos ha estado de baja en los últimos meses. Es simplemente que cada vez se hace más difícil imaginar al grupo cuando su llamada “formación clásica” se va reduciendo. Gerardo Masana, quien fuera el creador del grupo, murió muy pronto, en 1973. Carlos Nuñez (77), por su parte, se jubiló de la banda hace algunos años. De los miembros antiguos solo queda Carlos López (73) y Jorge Maronna (71).
Resultará difícil pensar en un sketch del grupo sin la voz de baritono de Mundstock haciendo la presentación, con su atildamiento y dicción perfecta, cual narrador de la BBC. Marcos destacaba de un elenco de músicos y compositores por el ser el único que no tocaba un instrumento. Por ahí lo hacían tocar algo de vientos, pero nada muy complicado. Quedaba claro que su instrumento era su voz. Un timbre inconfundible, cavernoso, que usaba para imprimir una calculada seriedad a la lectura de pasajes de la alucinada vida de Johann Sebastian Mastropiero, el compositor ficticio de la mayoría de obras de Les Luthiers.
Les Luthiers, gigantes de la comedia latinoamericana, ganadores del premio Princesa de Asturias 2017, son autores de celebradas obras repletas de música y dobles sentidos, homofonías, retruécanos, palíndromos, hipérboles, metátesis y demás extravagancias lingüísticas que los hicieron leyenda. En aquella entrevista del 2017 para Somos, Mundstock contaba que le parecía posible un mundo en el que la obra de Les Luthiers se siguiese representando, una vez que ellos pasasen por causas de edad o por partidas repentinas. "Nosotros tenemos más de 200 obras musicales. Lo voy a decir con toda inmodestia: son escenas clásicas. Yo sueño con que algún día estas se representen por otros”, dijo. Que así sea.
Estos son cinco sketchs para celebrar el arte de Marcos Mundstock.
1. “El sendero de Warren Sánchez” (1987)
Con letra de Mundstock y música de Carlos Nuñez, “El Sendero de Warren Sánchez” es una sátira al mundo de los predicadores y las sectas que prometen solucionar los problemas y devolver la esperanza a uno con la venta de libros de dudosa espiritualidad. Mundstock lleva gran parte del sketch como un charlatán religioso que da sermones mientras aguarda la llegada de su líder, Warren, retenido en Miami hasta que resuelva unos asuntitos con el FBI.
2. “La bella y graciosa moza marchóse a lavar la ropa” (1979)
Este madrigal -un género musical medieval y renacentista- del ficticio Johann Sebastian Mastropiero cuenta el encuentro de una joven pastora y un “esbelto jinete” que le da el encuentro cerca a un arroyo. La anécdota es de lo más sencilla pero Mundstock confunde los papeles con la letra al momento de la interpretación y de sus continuos equívocos nace la comedia.
3. ¿Quién mató a Tom McCoffee (1989)
Con ayuda del humorista Roberto Fontanarrosa (Boogey, El Aceitoso), Mundstock co escribió este extenso sketch en clave de jazz y con aroma a serie policial de los años cuarentena. Acá Marcos es el teniente Stanley, de la policía de homicidios, quien con su colega, el sargento Morrison (Carlos López) debe investigar el asesinato de un cantante realizado “con cianuro en mal estado”.
4. Buscando a Helmut Bösengeist (El poeta y el loco, 1981)
Tras el fracaso de su ópera, un compositor fracasado (Daniel Rabinovich) se refugia en lo más alto de los Alpes para huir del mundo y escribir una canción al poeta y el eco. Hasta esos páramos helados llega un cobrador de la Sociedad de Compositores de Viena (Marcos Mundstock) para exigirle que salde “su deuda con la sociedad” Con la sociedad de compositores, claro está.
5. La Comisión (Himnovaciones, 1996)
Una sátira negrisima al mundo político y la corrupción asociada a este, firmada por Mundstock, con música de Carlos Núñez. Acá dos políticos del partido de gobierno de un régimen latinoamericano contratan a un músico de cumbias “de una gran poencia elocuética” para que haga ciertos cambios al himno nacional, lógicamente lleno de consignas partidarias y propaganda. Todo para ganarse una "comisión”.