Es verano del 2006. A esta hora de la mañana, domingo sin fútbol, Miraflores es una ciudad fantasma. Todos se han ido a la playa y desde un viejo station wagon blanco, el flaco contesta el celular Nokia, tras interrumpir su juego de Snake. “Ya llego, causa. Estoy buscando dónde estacionar”. Carlos Zambrano ha firmado por el Schalke 04 de Alemania -donde entonces jugaba Jefferson Farfán- y más que una noticia, es una rareza: no debutó en la liga peruana, casi no existen fotos en los archivos pero ya es un extranjero.
Sentado mientras espera el peor jugo de naranja de la historia, es fácil detectar sus señas: alto como un edificio, flaco como un fideo, dientes de conejo y peinado con gel, además de una breve jorobita que evoca el recuerdo de Miguel Rebosio, el primer Miguel Rebosio, aquel zaguero delgadito que apareció en el Cristal de los 90 con facha de central completísimo. Se llama Carlos Augusto Zambrano Ochandarte y, aunque lo conocimos como un sub 17, siempre tuvo ambiciones de tipo mayor. Siempre. Criado en Cantolao, antes que en Alianza, la ‘U’ o Cristal, Zambranito le dijo no a las ofertas de los principales clubes de Lima y decidió quedarse en la Academia de Kiko Mandriotti a esperar el tan soñado viaje a Europa.
El día en que le confirmaron el fichaje, Zambrano salió a festejar como se festeja en su barrio del Callao: abrazados con los amigos de esquina, felicitado por todos sus vecinos de Gambeta Alta.
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En ese olvidable equipo de Pavoni, Carlos Zambrano fue el mejor blanquirrojo de la Copa del Mundo jugada en el Perú y se fue a la Bundesliga con un contrato por cinco temporadas, donde alcanzó a jugar 16 partidos. Instalado en Alemania, se ganó el apelativo de ‘Lucio’, el zaguero brasileño del Bayern con el que los hinchas del Schalke 04 le encontraron parecido. Allá conoció a quien sería muy importante en su adaptación, un delantero al que solo había visto alguna vez en la Videna: “Jefferson Farfán. “Me mandaba a comprar McDonalds -contó alguna vez- y yo me agarraba su vuelto. Él era un consagrado ya y yo apenas un juvenil Me sirvió mucho tenerlo de compañero”.
En Lima, colgados de los videos de YouTube que colgaba el Schalke, donde se veía segundos de esa agresividad innata que convirtió en sello, le decían León. Luego fue a St. Pauli -el equipo donde las banderas tienen como símbolo una calavera pirata- y Eintracht Frankurt. Llegaría la selección adulta: “No te pagan por estar en la selección, pero eso es lo de menos. Es un orgullo jugar por tu país”. El sueño de la familia Zambrano Ochandarte estaba cumplido.
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–¡Carajo! ¡Ahora no te puedes derrumbar!
–¿Qué voy a hacer, viejo?
–Te voy a decir lo que vas a hacer. Poner el pecho, pedir disculpas y salir adelante.
La charla se dio en el hotel Intercontinental de Santiago, búnker de Perú en las semifinales de la Copa América Chile 2015, una hora después de la derrota 2-1 ante el local. La noche de la eliminación. A un lado, Marco Zambrano papá e hijo, y al otro, Carlos, el back de la selección que cometió un error grosero e infantil que obligó al equipo a jugar largos 70 minutos con diez jugadores. Una falta grave para un partido de este tamaño. Un irresponsabilidad “porque Carlos es importante y sin él perdemos todos”, como dijo el capitán de entonces, Claudio Pizarro. Cuando las predecibles redes sociales ardían contra el único central peruano de jerarquía internacional –completaba ya en la Bundesliga 6 años-, y los falsos artistas hacían memes, los Zambrano Ochandarte se sentaron a una mesa del Intercontinental para calmar los ánimos, vigilar al expulsado de cualquier exceso y, sobretodo, quitarle el celular. Es decir, protegerlo. Así pagó sus culpas: solo.
Luego jugó los primeros partidos de la Eliminatoria rumbo a Rusia 2018 hasta que el 2-2 con Venezuela en Lima -el 24 de marzo del 2016-, cuando no fue citado más. Tres años después, y luego de un acercamiento personal motivado por el propio Zambrano con Ricardo Gareca en una visita a Alemania post Mundial, volvió a jugar por Perú una Copa América, pese a su poca continuidad en clubes y un futuro no tan claro. El combo expulsiones + excesos nocturnos + suplencia lo sacó del esperado Rusia 2018.
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Serio es líder. Es decir, completa el formulario del central de jerarquía que cualquier selección quiere. Serio es, también, pensar en colectivo. ¿Quién es Carlos Zambrano hoy? Maneja bien el juego aéreo gracias a su talla y a su salto, le gusta organizar a sus compañeros -su dupla con Abram de la Copa archivó la sociedad Ramos-Rodríguez del Mundial- y sabe pegar, mejor que antes: los defensas centrales tienen que ser especialistas en desactivar bombas, y se lo suficientemente astutos para que no les estallen en la cara. En el fútbol, eso eso una tarjeta. YouTube tiene argumentos de sobra para recordar su caso, colección de guadañazos y planchas estratégicas. Serio es líder y así lo han reconocido Ricardo Gareca, Sergio Markarián, Pablo Bengoechea -sus técnicos de selección-, además de Héctor Chumpitaz, que si algo sabe a la perfección es el manual del puesto.
Bueno, de vacaciones es como cualquiera de vacaciones.
El fútbol peruano no se acerca a un club sudamericano del tamaño de Boca Juniors desde Ñol. Estamos hablando de cuando alquilábamos VHS para ver en TV. Lo que ocurrió con Julio Meléndez en los 70 es otra cosa: su rostro es una de las columnas de los altos de La Bombonera. En esa geografía, Carlos Zambrano ha empezado bien. Lo fichó Juan Román Riquelme, uno de los poderosos del xeneize en estos momentos, quién habló con Gareca para confirmar lo que transmiten los canales de cable: es un defensa con categoría. “Ya me habló Román y el Chelo (Delgado) de lo que es el club”, dijo él, la mañana de su presentación, cuando nadie imaginaba la cuarentena. Para darle más peso a la cita, a su lado estaba Jorge Bermudez, el colombiano que hizo historia en Boca y reinventó el perfil de central azul y oro para el mundo.
Acaba de cumplir años el Káiser. A los 31 nadie es viejo: se tiene autoridad. Básicamente, para decidir. La delgada línea que divide a quienes se alegran y quienes no por la presencia del León en Boca será borrada por el único pie con autoridad para hacerlo. O más profunda la zanja. Ese pie está dentro del botín derecho de Carlos Zambrano, ese con el que tanto ha transitado en los últimos años, en los últimos meses, en los últimos días. Para bien y para mal.