Claudio Pizarro
Claudio Pizarro

Por Miguel Villegas y Arturo León
No se puede estar ‘solo’ a favor de  o ‘solo’ en su contra. No funciona un fundamentalismo de ese tamaño cuando se trata del goleador más ganador en la historia del fútbol peruano y el capitán de selección más criticado precisamente por eso. Acaba de anotar -una vez más- en la Bundesliga alemana a los 40 años, es decir, su vigencia, actualiza el debate: ¿es un homenaje justo una convocatoria oficial desde Videna o necesarias las gracias en un show de exhibición?

PIZARRO, EL GANADOR QUE PERDÍA
En Perú, es decir, en ese Perú que siempre perdía, Claudio Pizarro se daba el lujo de ganar todo. Todo lo que nos es imposible, además: Bundesliga, Champions, Mundial de Clubes. Su éxito europeo fue su calvario peruano. Ese –me parece– fue el problema más grave de los 20 años que el delantero peruano jugó en la selección. Ni su corte ni su ropa ni sus caballos: aquí todo se hubiera resuelto si –Superman sin capa o Chapulín con chipote– Pizarro era el mismo héroe goleador de Alemania cada vez que volvía. La victoria marea pero es termómetro. Es tan alucinógena que alguna vez Pablo Bengoechea usó la célebre metáfora para contestar una crítica: “Cuando se gana, somos todos rubios de ojos azules”. Todos rieron.

Cuando pierdes, hasta el goleador histórico de una de las tres ligas top del mundo recibe el palo dirigido para quien no puede hacer ni tres pataditas.

Dieciocho partidos en seis meses de temporada alemana, cuatro goles en total, y un estado físico notable, demandan atención sobre la nobleza con que Claudio Pizarro ha encarado el fútbol, pese a los hinchas peruanos que lo odian, frente a los Diegos Latorre que lo elogian. Atención, no debate: la vigencia en el fútbol internacional no se discute en foros de Facebook. 

Pizarro fichó por cuarta vez con el Werder Bremen no solo por su pasado, sino más bien por su futuro: su ejemplo ante el plantel –ha entendido mejor su rol de suplente–, su capacidad para liderar –que conoce Marco Bode, el presidente y su ex compañero– y su vínculo con una ciudad –Bremen– que forma parte del círculo virtuoso del fútbol alemán: 44.335 asistentes promedio por partido, el más alto de Europa. Ese Pizarro que es póster y rompe récords es un embajador. Discutirlo es obsceno: si la fábrica de futbolistas peruanos busca moldes para clonar, este es uno de los últimos que quedan. Él solo hace tanto como la Marca Perú.

Dicho esto, y solo en consecuencia de las decisiones que se toman en Videna, cualquier posible convocatoria de Claudio Pizarro no tendría por qué asentarse en las encuestas crueles de Twitter ni en las fantasías de los pizarristas. Se ha dicho 500 veces: la selección es un premio a la regularidad, no un diploma. Y es, sobre todo, la suma de individuos: los grupos sólidos como este Perú tardan años en consolidarse, es una chamba atlética, psicológica, hasta matemática. Y como los castillos de arena, un mal movimiento basta para tirarlo abajo. Las calculadoras no fallan: si sigue haciendo goles, si no sufre lesiones y si Perú necesita un delantero por ausencias, ahí está él para los aplausos que corresponden a una leyenda. Antes, no. Ya no. [MV]

PIZARRO Y PERÚ: ES POSIBLE
​¿No habremos sido un poco drásticos con Pizarro? Entiendo: se esperaba más de un ‘9’ que la rompía en Alemania, pero allá jugaba –juega– al lado de cracks de la talla de Ribéry, Robben y Özil. De Ballack, Élber o Müller. Aguardaba en el área, astuto, consciente del equipo que lo sostenía. La pelota le llegaba. Siempre fue parte de equipos de buen engranaje, con lanzadores de buen pie y que entendían la –¿única?– función del centrodelantero: meterla. Hoy, con 40 años, pero en otro nivel, lo sigue haciendo. 

En Perú le pedíamos que sea Maradona. ¿O me equivoco? Salvando distancias, en Argentina pasa lo mismo con Messi. Claro, él sí tiene cosas de Diego, pero no puede ganar títulos solo. Nadie, creo, está en capacidad de hacerlo. No en un equipo donde participan otros 10 jugadores. Claudio Pizarro y sus números en Europa generaron altas expectativas en sus mejores años, pero los que analizan, los que saben de fútbol, sabían que era imposible pedirle milagros. Y no los hizo.

Es momento de mirar al Pizarro jugador y no al Pizarro personaje. Lo digo por la selección; las redes sociales pueden decir lo que quieran. Seamos sinceros: el único ‘9’ neto, natural, cuyas características se asemejan a lo que mandan los libros y que ha sido parte de la selección los últimos dos años es Paolo Guerrero. A Farfán –por edad, potencia, capacidad y olfato goleador– lo reinventamos. Ruidíaz y Yordy Reyna son eficaces, pero físicamente no se acercan a los típicos cazadores de área. 

Tampoco hay poción nutritiva que los cambie. Si entendemos que Guerrero es el titular indiscutible en esa posición (eso sin saber, todavía, las consecuencias de su inactividad) y que Claudio Pizarro puede ser un suplente de lujo, su presencia en la Copa América de Brasil debería evaluarse. ¿No fue ese el rigor que tuvo Colombia para convocar para su último Mundial a Faryd Mondragón? Sería lo justo, siempre y cuando, reitero, miremos al Pizarro jugador. [ALF]//

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