Harry y Meghan, los duques de Sussex (arriba, a la derecha), mantuvieron una relación conflictiva con la prensa, que en algunos casos fue abiertamente racista con ella.
Harry y Meghan, los duques de Sussex (arriba, a la derecha), mantuvieron una relación conflictiva con la prensa, que en algunos casos fue abiertamente racista con ella.
Oscar García

Los guionistas de The Crown, la serie de Netflix, han de estar agradecidos con la familia real británica por la cantidad de insumos involuntarios que les provee para sus capítulos. Los de esta semana no han sido poca cosa y con seguridad serán adaptados a futuro, quizá en su temporada final. El príncipe Harry de Inglaterra, el sexto en la línea de sucesión, y su esposa, la actriz estadounidense Meghan Markle, expresaron su deseo de lograr la independencia económica de la Corona este 2020, y de ese modo dejar las obligaciones y el protocolo que les impone el Palacio de Buckingham como duques de Sussex. En la práctica: han renunciado a la familia real y no lo hicieron por fax sino por una vía de estos tiempos: un post de Instagram.

El hecho, si bien sorpresivo, tiene un antecedente recordado en la misma casa de Windsor. Harry es el sobrino bisnieto de Eduardo VIII, conocido también como el duque de Windsor o “el rey que renunció por amor”. Los paralelos de sus historias son sorprendentes. Tanto Harry como su tío bisabuelo, el monarca que abdicó, se casaron con mujeres divorciadas, lo que fue considerado un dolor de cabeza para el sector más conservador de la realeza. Por si fuera poco, como a Eduardo, a Harry le gusta la vida libre, sin apego a las tradiciones monárquicas a las que su hermano, el príncipe William, está obligado por su línea de sucesión.

El duque de Windsor o “el rey que renunció por amor”, al lado de su esposa Wallis Simpson. (Foto: Getty Images)
El duque de Windsor o “el rey que renunció por amor”, al lado de su esposa Wallis Simpson. (Foto: Getty Images)
/ Michael Ochs Archives

Las relaciones de Harry y Eduardo, respectivamente, fueron sometidas a similar escrutinio público, rayando con el escarnio, del que solo encontraron paz fuera de su país. Harry y Meghan ya expresaron su deseo de vivir en Canadá, país al que su esposa le tiene especial afecto, y han dicho que tratarán de educar a su hijo, Archie, en el respeto a la gran tradición de la que proviene. En Buckingham han contestado con un escueto comunicado que apenas puede disfrazar el enorme malestar de la reina Isabell II: “Las discusiones con el duque y la duquesa de Sussex están en una fase preliminar. Entendemos su deseo de adoptar un nuevo rumbo, pero estos son asuntos complicados que exigirán tiempo para su solución”. //

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