ARTISTAS. David Ramírez y Leider  Marin son dos jóvenes líderes  de la comunidad. Cerca de 600 familias requieren ayuda.
ARTISTAS. David Ramírez y Leider Marin son dos jóvenes líderes de la comunidad. Cerca de 600 familias requieren ayuda.
Luis Miranda

Desde que se descubrió que un 80 por ciento de ellos está infectado con el nuevo , un cerco metálico y un destacamento militar les impide entrar o salir de su comunidad ubicada en , a orillas del río Rímac y la Vía Evitamiento, en el Rímac.

Provisto del equipo de protección del caso, intento atravesar la barrera pero los soldados me lo impiden. Al fondo, entre casas de madera decoradas con serpientes psicodélicas y carpas instaladas por el Gobierno para brindarles atenciones básicas, los shipibos me ven y se acercan en grupo.

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“Necesitamos ayuda”, me dice Leider Marin Amasifuen, artista y uno de los líderes de la comunidad que albergaba al menos 250 familias de la etnia shipiboconibo hasta antes de la pandemia. “Ahora somos cerca de 600 familias”, me dice David Ramírez Nunta, un pintor y músico provisto de mascarillas hechas por ellos mismos con telas plastificadas. “Cuando empezaron los contagios, muchos shipibos que trabajaban en las ciudades vecinas tuvieron que venir a refugiarse”.

El sentido comunitario es fuerte en una etnia que aprendió a ponerse de pie después de duros episodios. Desde que los primeros grupos llegaron a Lima a inicios de este siglo, no les quedó más que habitar las orillas de un basural. Recibieron promesas que nunca se cumplieron y sufrieron desgracias como el incendio del 2016, que hizo crónica su ya precaria situación de pobreza. La mayoría proviene de las comunidades cercanas a la laguna Yarinacocha de Pucallpa.

La ayuda de diversas organizaciones los mantuvo a flote durante los últimos años, pero la pandemia los ha puesto en un callejón sin salida. Uno más en su larga historia.

EYENDAS DEL BOSQUE. Fiorella Mejía sostiene una de sus obras. La venta de sus trabajos les ayudará a sobrevivir. Hay cuadros y telas desde 200 soles. Contactos en la página de Facebook Colectivo Cultura Shipibo-Konibo y al teléfono 973140289.
EYENDAS DEL BOSQUE. Fiorella Mejía sostiene una de sus obras. La venta de sus trabajos les ayudará a sobrevivir. Hay cuadros y telas desde 200 soles. Contactos en la página de Facebook Colectivo Cultura Shipibo-Konibo y al teléfono 973140289.

Hace una semana publicaron fotos de sus desesperados intentos por salvar la vida de uno de los integrantes más destacados de la comunidad, el artista Filder Agustín Peña. No sirvieron los masajes, las hierbas ni las invocaciones espirituales. El hombre de 40 años murió asfixiado y dejó a sus hermanos frente a una perspectiva muy dura.

Les pregunto si están recibiendo ayuda para sostenerse ante la imposibilidad de salir y trabajar. David Ramírez me dice que solo viven de donaciones, alimentos enlatados que reparten cada día entre las casas de madera. Él es uno de los jóvenes líderes sobre los que la comunidad se sostiene.

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Desde muy joven aprendió que para sobrevivir en Lima sin traicionar su cultura debía caminar mucho, tocar puertas, pedir. Hasta que a fuerza de insistencia pudo exponer en lugares como el Museo de la Nación. Ahora todo lo que tiene son sus cuadros. Los shipibos tienen una extraordinaria capacidad de transformar telas, hilos y pinturas en obras de arte de fuerte contenido simbólico relacionado a las radioactivas visiones del ayahuasca y las leyendas protagonizadas por las criaturas del bosque.

A pesar de que sus cuadros no son costosos, con la venta de uno grande su familia podría vivir uno o dos meses. Las obras más grandes pueden costar 700 soles; las de tamaño mediano, 200. Las telas bordadas cuestan hasta 800. “Gracias por venir”, me dice. En Cantagallo casi todos son artesanos y artistas. Usted puede ver su trabajo en la página de Facebook Colectivo Cultura Shipibo-Konibo. //

UN MENSAJE DE YO-YO MA

Hace un año, en mayo del 2019, el violonchelista franco-estadounidense Yo-Yo Ma conoció en Lima a artistas shipibo-konibo de la comunidad de Cantagallo. Un hermoso mural en el jirón Ucayali del Centro quedó como recuerdo de aquella visita. Enterado de la noticia de contagios entre estos artistas, el músico publicó esta semana en Twitter un hermoso mensaje: “Esto va por ellos y por los millones que no tienen el lujo de la distancia”. La pieza que toca es “El canto de los pájaros”, de Pau Casals.

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