Creo que lo que pasó con Gustavo Cerati se da cada muchísimos años. Imagina a un artista especial con un universo artístico muy sofisticado que llega a inscribirse en la masa, en el mainstream. Esto es brutal por la gran influencia que ejerce sobre la cultura popular: es como echar agua pura a un río turbio, ruidoso, mediocre.
Cerati, con su trabajo a lo largo de los años y disco a disco, abrió un nuevo camino importante para la música popular y de alguna manera también ha iluminado y orientado la música latinoamericana hacia el futuro. No solo a nivel musical, sino sensorial, estético, artístico. Lo puedes notar en muchísimas bandas peruanas, mexicanas, argentinas, chilenas; es una herencia casi generacional.
La música actual no sería la misma sin la existencia de Soda Stereo.
Como los grandes, con la banda tomó riesgos en los momentos comercialmente menos ‘indicados’ y dejó obras majestuosas como Dynamo, por ejemplo. Y su carrera solista es superespecial y retrata bien su naturaleza como artista: un tipo único, visionario, inquieto, de gran sensibilidad artística, de gran producción, muy buen gusto y sofisticación. Su producción ha sido una sucesión de entregas impecables; cada disco, un nuevo paso distinto del anterior que también deja una carrera espectacular y, lo más importante, un legado, una ventana abierta de conexiones y esperanza hacia una música popular más rica, sensible y artísticamente ambiciosa.
Una clase maestra de indiferencia hacia lo comercial y exitoso y a seguir el instinto. Los artistas que logran esto son únicos y de hecho la existencia de Cerati la siento como un cruce de astros, algo casi predestinado que cambiaría la música latinoamericana para siempre.
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