Aún no había ganado su único Óscar como mejor actor, pero John Wayne ya era una de las estrellas más grandes del firmamento de Hollywood para cuando conoció a Pilar Palette en Tingo María. Era 1952. El amo y señor de los westerns del celuloide había llegado al Perú con el fin de buscar locaciones para “El álamo”, una película que quería dirigir, producir y protagonizar. No las encontraría aquí, pero a cambio halló el futuro con una hermosa y encantadora mujer nacida en el puerto de Paita, de la que después quedaría prendado, incluso, el mismísimo Marlon Brando.
Aissa Wayne, la primera hija de ambos (y quinta de los siete vástagos que él tuvo en total), cuenta en su libro “John Wayne: mi padre”, que el segundo matrimonio del artista, aquella vez con la mexicana Esperanza Bauer (a la que llamaban ‘la chata’), ya no funcionaba. Los papeles del divorcio, de hecho, estaban por entrar a la corte cuando el protagonista de La diligencia puso los pies sobre estas tierras del sol. Una vez aquí, Wayne contactó a un inmigrante americano-irlandés que respondía al nombre de Richard Weldy, quien trabajaba en la Pan American Airways y, a la vez, organizaba tours en la Amazonía.
“Weldy llevó a mi padre a Tingo María, donde un equipo de filmación peruano hacía una película. En medio del registro de una escena, y a la luz de las fogatas, una visión encandiló a papá. Una joven actriz latina bailaba para la cámara descalza, con largo cabello negro y piernas delgadas y esculpidas. Era mi madre”, detalla en sus memorias, publicadas en 1998, la hoy abogada republicana de 63 años. Y continúa: “En una foto tomada minutos después de que ellos se conocieron, mamá aparece con un vestido floreado que deja ver uno de sus hombros y los labios muy rojos. Sus exóticos ojos oscuros ven hacia mi padre, quien tiene la camisa fuera del pantalón. Él lleva el cabello muy corto y su gran mano izquierda coge lo que parece ser un cocktail. Su mirada, hacia abajo, está clavada en mamá como si fuera un láser”.
Esa noche, ambos cenaron con el resto del elenco de Infierno verde –así se llamaba la cinta–, así como con el equipo técnico, pero sintieron que estaban solos. “Mi madre estaba nerviosa. Mi padre era paciente. Él tenía 46 y ella, 20. Ella medía 1,61 m y pesaba unos 45 kilos. Él, 1,96 m y 104 kilos. Sin saber que sus dos primeras esposas habían sido latinas, Pilar se hallaba sorprendida de su conocimiento de la cultura local. Luego, en un inglés ‘masticado’, le dijo que él había estado fantástico en el filme Por quién doblan las campanas. Mi padre esbozó su sonrida torcida y le explicó que el actor de esa película era en verdad su amigo Gary Cooper [...]. En un primer momento de intimidad, él logró cogerle las manos para arroparlas entre las suyas”.
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Pilar, hija de un ex senador peruano, estaba en ese instante casada con Welby, aunque también en vías de separación, según lo explica Aissa. Ella y John no se volverían a ver sino hasta un año después cuando, ya divorciada, Pilar viajara a Los Ángeles a buscar trabajo como actriz a los estudios de la Warner Bros. Sería allí donde ambos se encontrarían para no dejarse ir. Dos años después, el 1 de noviembre de 1954, ellos se casaron en Hawái a solo pocas horas de que hubieran salido los papeles del divorcio entre Wayne y ‘la chata’.
RELATO DE PELÍCULALa unión de Pilar y John duró hasta 1973. Los primeros años los vivieron en Hollywood, donde ocurrió que, una vez, Marlon Brando mandó preguntar por ella en un estudio de filmación. Desconociendo que los primeros estaban recién casados, la estrella de El Padrino ‘tanteó’ a través de un amigo si le podían presentar a la seductora joven sentada junto a Wayne. “Mi padre solo dijo una palabra: ¡No!”, recuenta Aissa.
Pilar lo acompañaría, luego, durante su tratamiento y recuperación del cáncer al pulmón. Además, tendrían juntos dos hijos más: Marissa y Ethan (la primera es actualmente empresaria, y el último, presidente de la Fundación John Wayne contra el Cáncer y de la Coorporación John Wayne). La vida se le volvería a la familia más tranquila en 1965, cuando todos se mudaron al balneario de Newport Beach, en California. Con el tiempo, sin embargo, la relación terminaría por desgastarse, por lo que emprendieron caminos distintos. Ambos continuaron siendo amigos, aunque él no le dejó nada en herencia en un polémico testamento que en su momento hizo noticia.
A los 72 años, Wayne murió perdiendo la batalla contra el cáncer el 11 de junio de 1979. De eso ya 40 años. Como nunca llegaron a divorciarse, Palette tuvo la potestad de decidir cómo enterrarlo. Así, temerosa de que la tumba fuera profanada, determinó que el cadáver descansase en un espacio anónimo en el cementerio Pacific View Memorial Park, en Florida. La lápida solo decía en español: “Feo, fuerte y formal”. Y así se mantuvo por 20 años hasta que la reemplazaran por una nueva. Pilar vive hoy, a los 91 años, en California, junto a su familia, pero hasta no hace mucho hizo apariciones públicas para honrar su nombre. En el 2007, por citar una, acudió a la celebración de los 100 años del natalicio del actor y allí contó en un homenaje: “Mi vida no volvió a ser la misma sin él. Fue el mejor padre que les pudo haber tocado a mis hijos. Lo extraño mucho”. //