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Teresina Muñoz-Najar

Jorge Muñoz Wells (56) es limeño por los cuatro costados. Creció en Miraflores, en la avenida Roca y Boloña, a dos cuadras de su actual vivienda. Jugó fútbol con su patota en la bocacalle al lado de su casa. Larguísimos partidos que a mediados de 1970 ningún carro interrumpía. Recogió y devoró moras que en aquellos años crecían en los parques miraflorinos. Caminó, de pantalón corto y de la mano de sus padres y hermanos, por la Plaza de Armas y el Jirón de la Unión. Tomó helados y comió churros y por lo menos una vez al mes fue con la familia entera a los alrededores del Estadio Nacional (también adentro a ver los clásicos) a comer los anticuchos de ‘Melba’. “No me acuerdo en qué lugar del centro tomábamos los helados, pero no me puedo olvidar de ‘Melba’”, dice ahora. Tampoco se perdió, casi nunca, la salida del Señor de los Milagros del templo de Las Nazarenas. “Hasta ahora voy”, asegura. Finalmente, ya más joven, corrió olas en la Costa Verde y se zambulló en Los Pavos, nostálgica playa barranquina. “Tengo una especial relación con el mar”, confiesa. Nunca, más bien, se entusiasmó por la música criolla.

Ahora, sin embargo, con la ciudad transformada y nuevas generaciones de limeños, ¿qué siente por Lima?, ¿qué espera de ella?, ¿cómo podríamos definir al limeño?. “Somos como nuestra gastronomía: diversos, diferentes, estupendos. Cuando yo era chico, la ciudad ya estaba transformándose”. El problema es que creció abrumadoramente. Sin orden ni control. ¿Es posible salvarla?

Para comenzar, Muñoz ya tiene en agenda recuperar (otra vez) el centro histórico. “Vamos a aprobar un plan maestro muy bien trabajado por el arquitecto Martín Bogdanovich. Lo hizo para la gestión de Castañeda pero ahí se quedó. En octubre, al ganar las elecciones, me enteré de que existía, lo revisé y me pareció fantástico. Contempla muchas cosas, desde los colores de las fachadas de las casonas, hasta las plantas que deben existir en el entorno, pasando por el ancho adecuado de las veredas y el estilo de las luminarias. Todo esto responde a la naturaleza de nuestro patrimonio”. El alcalde considera que tiene que haber una fina conjunción entre la preservación del patrimonio y el desarrollo de la economía local. “Mira lo que ha pasado con el edificio Giacoletti en la Plaza San Martín. No hubo planificación ni fiscalización y el formalismo de la ley permitió que se creara allí una pollería. Igual ocurre con las casonas convertidas en imprentas y almacenes en general. Hay que tener mucho cuidado con eso”.

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