Miguel Villegas

Tengo la suerte de haber pasado la adolescencia en un estadio y la vejez en un bar del Centro de Lima. Esos dos lugares han definido mis fronteras. En esos dos sitios, entrañables y calientes, callejeros y violentos, he conocido al breve ejército de personas con admiro.

En el salón Hora Zero del bar Queirolo del jirón Quilca hablé por primera vez con Juan Carlos Chávez, joven editor de Crema, mi gran amigo, y autor de Los Años Maravillosos (Estruendomudo, 2019). Ninguno de los dos tenía un libro publicado. Pero lo soñábamos. Creo que ese día me contó por primera vez de ambos proyectos, los suyos, sin necesidad de mencionarlos.

Como todo muchacho de más de 35, Chávez vivió la década del 90 como niño en Disneylandia. Fueron muy felices los fanáticos de en esos años. Sus héroes ganaban campeonatos -sobre todo el bicampeonato 92-93-, su equipo daba la vuelta en el viejo Lolo Fernández de Breña -con el serbio Iván Brzic- y su más querido ídolo, Tomás Silva grababa a fuego su alias entre los hinchas, y cargaba consigo el nombre de quien sería años después su primer hijo. Esa década lo marcó. Y aunque luego hizo mil cosas para vivir (y para sobrevivir), tenía pendiente un trabajo de inmersión, de buceo en los archivos, que este sábado hará su presentación en sociedad:

Se llama Los Años Maravillosos, es su primer libro como autor, y el sábado 7 de diciembre a las 5 p. m. se presenta en el auditorio Antonio Cisneros de la Feria Ricardo Palma.

¿Qué se puede encontrar en este nuevo libro sobre la historia de la 'U', ese club en llamas? Primero, un trabajo de investigación que incluye testimonios de ex futbolistas de la época -Roberto Martínez, Balán Gonzales, y claro, Tomás Silva-, ex trabajadores de la institución del tamaño del doctor Jorge Alva y Antonio García Pye, además de la edición de José Alfredo Madueño, autor de Garra, el libro de consulta ideal para conocer qué, quién y por qué la 'U' influye como influye en el país. Luego, un repaso nostálgico sobre lo que alguna vez fue el equipo de la calle Odriozola.

Le ha costado, me consta. He visto cómo se hicieron los primeros borradores, cuántas idas y vuelta vía gmail pasó el proyecto y, sobre todo, la honestidad que tuvo Chávez para cada replanteo, cada viaje, cada entrevista. Esa es la única forma en que se deben trabajar los libros de no ficción. Su lectura es rápida, tipo crónica periodística, pero acaso lo más notable del libro es su minuciosidad histórica, pensada como fuente de consulta para los niños que llegarán en casas como la suya. Pero también le ha sido un placer: a todos los que vivieron esa época de gloria les hubiese gustado viajar en esa máquina del tiempo.


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