Los cables a tierra de Lucho Quequezana (Lima, 1974) en esta pandemia han sido su pequeño de cuatro años y el constante contacto con su niño interior. Esos que, entre tanta nube negra (crisis sanitaria, política y económica), eran su rayo de luz. De sol. El que aparece después de la tormenta. Le afectó, cómo no, la ausencia de eventos presenciales. “Nosotros vivimos de las artes escénicas y requiere de la presencia del público. No solo por la necesidad de tocar, sino que detrás de los proyectos musicales hay mucha gente. Muchas familias viven de esto”. Ayudó haber sido el pionero en los conciertos vía streaming: hace seis años que lo hace con músicos de varias partes del mundo. “Mi carrera ha sido un poco particular por el tipo de música que hago (instrumental). Cuando aparecieron las redes sociales, fueron los espacios donde iba directamente a las audiencias. Era más difícil porque no había las herramientas que ahora hay. El concepto de interconexión, esa época recién comenzando. Me ha ayudado muchísimo y la virtualidad ahora es eso”.
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