Es prácticamente imposible que los niños no estén expuestos a este personaje porque hay sobredosis de Papá Noel. (Ilustración: Nadia Santos)
Es prácticamente imposible que los niños no estén expuestos a este personaje porque hay sobredosis de Papá Noel. (Ilustración: Nadia Santos)
Ana Núñez

San Nicolás, Santa Claus o Papá Noel. Sea cual fuere el nombre con el que prefiera llamarlo, siempre se tratará del mismo viejito regordete de cachetes colorados y larga barba blanca que, con sorprendentes dones de contorsionista, bajará por las chimeneas de las casas –esas que casi no existen en nuestro país– para dejar regalos a los niños que se portaron bien. Y el hombre debe tener ya tantos años como Matusalén, pese a que –incluso– una directiva del gobierno de Velasco intentó acabar con su ‘jo, jo, jo’ en 1972, por considerarlo “un elemento alienante y extranjero”. 

Sí, aunque usted no lo crea y los mayores no lo recuerden, en épocas del gobierno militar, la denominada Dirección de Comunicación Colectiva ordenó que el viejito, que de peruano solo tenía el rojo y blanco de sus vestimentas, sea retirado de la publicidad. A cambio, el régimen de Velasco proponía reforzar el culto al Niño Manuelito. Papas con camotes, pues, como precisa el psicólogo Jorge Bruce, Papá Noel no es un personaje religioso, sino uno “totalmente pagano”. 

Pero todo eso es parte de una discusión racional y argumentativa de adultos. En el pensamiento mágico y lúdico de los pequeños, la fantasía del ancianito que llega desde el Polo Norte volando en un carruaje jalado por renos de narices rojas es absolutamente creíble. Y según los especialistas consultados en esta nota, también necesaria. Por eso y pese a todo, este viejo personaje fruto del sincretismo cultural y religioso, adoptado ya también como peruano, se resiste a morir. Entonces ¿deben los padres contribuir a preservar la existencia de este personaje o es mejor ayudar a acabar con el mito? 

Aunque tanto Jorge Bruce como la psicóloga y futura psicoanalista Lucía de Althaus coinciden en que será discrecional en cada familia si preservan el mito, recuerdan que será prácticamente imposible que los niños no estén expuestos a la presencia de este personaje, pues tanto en los nidos y colegios, como en los medios de comunicación y los centros comerciales, cada Navidad hay una ‘sobredosis’ de Papá Noel. 

Bruce recuerda que en uno de sus libros el psicólogo Bruno Bettelheim se declaró a favor de los mitos de Papá Noel y del Conejo de Pascua, pues considera que los niños necesitan de un período de ilusión, que les servirá como una reserva por el resto de sus vidas. Agrega, sin embargo, que en su opinión Bettelheim se refiere a realidades de países del primer mundo, y que en países del tercer mundo, como el nuestro, las propias condiciones de vida excluyen de facto de esta mitología a muchos niños. 

“Yo creo que está bien que independientemente de que sus familias crean o no en Papá Noel, es importante que los niños tengan un período de ilusión, pero que también vayan desarrollando su capacidad de analizar. Diría que en términos generales es muy importante tener reservas de felicidad en la infancia, pero pueden provenir de esta creencia o pueden ser otras”, recalca el psicólogo. 

Insiste en que los padres tienen que sintonizar con el pensamiento de los niños, que es mágico, y jugar y hacerse el tonto un rato, sin subestimarlos. “En lo que hay que tener cuidado es en llevar el tema solo a lo comercial, a gastos dispendiosos, absurdos y obscenos”, dice. 

Equilibrar
Este último aspecto es, precisamente, el que más le preocupa a Lucía de Althaus: la posibilidad de caer en el consumismo. “De la fantasía necesita un montón el niño, porque su lenguaje es el de la imaginación y la fantasía tendrá que ver con su capacidad de creación, su creatividad. No tiene ningún sentido bloquearlo [al personaje de Papá Noel], más aún si vemos que en la sociedad está en todos lados. Entonces, mi punto de vista sería equilibrarlo. Haría énfasis en no sobrevalorar lo material”, afirma De Althaus. 

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