Solo tres cosas se aguardan con la misma emoción a los 5 y a los 50: la dulce espera, la quincena de la familia y la medianoche del 24 de diciembre.
Se trata de la Navidad, que convierte en arte lo que puede ser cruel: un árbol talado en el medio de la sala puede ser una belleza solo con unas bombillas y una estrella en la copa. No importa de dónde vino; si fueron los pueblos germanos quienes lo usaron por primera vez para celebrar fiestas –el Divino Idrasil o Árbol del Universo– o si llegó a América en los años de la Conquista española; si es una de las 110 especies de pino en el mundo o un arbolito de Mesa Redonda; si debajo hay regalos para todos o solo cajitas de zapatos forradas con papel de lustre.
Hace unas semanas, un hombre reconocido en redes sociales como Tony García fue noticia por un video en el que se le ve abriendo una caja enorme de la tienda Walmart que en realidad era una máquina del tiempo: tenía por fin un juguete que nunca llegó en la Navidad, el Cubil Felino de la serie Los Thundercats (cuatro temporadas, 130 episodios de 1985 a 1989). Sus lágrimas fueron nuestras lágrimas. El spot publicitario de Elton John por la Navidad, una mirada atrás en la vida y en la carrera del artista con su clásico Your Song, solo confirma la nostalgia: ni las canas ni la hipoteca acaban con el niño que (aún) somos.
MI CASA ES UN MUSEO
Quien lo entiende así es Gerardo Chávez, artista plástico peruano, que no solo conserva piezas que serían delicia para coleccionistas; les dio casa: fundó el Museo del Juguete en el Perú (2001). Así, le dio a lo que podría ser una juguetería vuelo de obra de arte. ¿Por qué lo hizo? En una carta abierta escrita por el artista en uno de los ambientes se lee: “Queremos relevar la belleza del juguete antiguo por la manera artesanal en que fue concebido y porque el hombre construye este objeto no solo para entretener al niño, sino también para preservar su niñez”. Es la única forma de entender el primer museo de Latinoamérica del género. Queda en Trujillo, en Jirón Independencia 705, para poner en Google Maps: curiosa dirección para liberar al niño que uno lleva dentro.
¿Qué siente cuando un niño visita su museo? Dice don Gerardo: “Me siento afortunado;quizá yo no lo pude gozar, correr con mi papá en un lugar así. Sabes, el juguete revela la ternura interior de los hombres. O mejor, más que el juguete que uno quería es volver a tenerse a uno mismo”. En unos días, el espacio lucirá un árbol de Navidad de los años 20, una joya. Mientras tanto, Gerardo Chávez, el hombre que fue niño en Trujillo, recuerda con cariño ese viejo camioncito de madera que copió de un modelo Ford del 50, juguete soñado, que talló con delicadeza por meses. Y que hoy no está, luego de haberse convertido en leña que abrigó las tardes frías de su familia.
MARICARMEN, BLANCA
NAVIDAD
Maricarmen Marín; sus vestidos, sus canciones, su voz en tres discos, sus conciertos, es la imagen peruana de la Navidad. En Miraflores, donde se organiza para ser actriz de cine, conductora de Yo Soy y hada madrina de los niños el próximo 20 de diciembre en Teatro Plaza Norte, juega con unas muñecas como si el tiempo se hubiera detenido.
¿Qué es lo que más recuerdas de la Navidad?
A mi mamá, que ya no está. Ella falleció un 22 de diciembre y era muy navideña. La magia de armar todos en casa la Navidad es lo que más extraño.
Hablas con ella, aún.
Totalmente. Yo me siento bien mi mamá [sic]. A veces digo una cosa y digo: “Uy, esto decía Vilma”. Y me río un poco.
¿Por qué conservaste hasta hoy estas muñecas Barbie? ¿Es el regalo que siempre quisiste?
¡Eran inalcanzables! Estas dos las quiero [muestra una Barbie rubia de traje rosado y otra crespa de vestido amarillo]; una es mía, creo que me la regalaron en 1990 y fue la única muñeca que tuve. Y la otra es de mi mamá, su Barbie desde que yo recuerdo: la imagen de que Vilma la tuviera guardadita y que yo tuviera que hacer muchas cosas bien para que me deje jugar con ella, son recuerdos muy bonitos.
¿Cómo es tu Navidad hoy?
Es muy lúdica, jugamos al amigo secreto. Nos juntamos todos: esta vez iremos a la casa de la abuelita de mi cuñado. De niños, por ejemplo, tomábamos chicha morada en lugar de chocolate. No pavo; comíamos pollo. No había arroz árabe, sino papas fritas. A mi mamá le encantaba el cerdo, así que hacíamos chicharrón con mote [se ríe]. ¿Puedes creerlo? Somos una familia única. Mis show, mis discos: todo ha cambiado para mí. La Navidad es diferente desde que no está conmigo. Lo comercial empuja a una realidad que a veces tú no pasas: el árbol lleno de regalos, la mesa tiene que estar recontrachévere... ves lo soñado y no lo tienes. Siento que tengo la obligación de dar un mensaje, con los villancicos que he sacado del baúl y comparto lo que mi mamá me enseñó. Ser diferente es ser especial.
¿Pides regalos hoy?
No, la verdad que no. Escribí mil cartas a Papá Noel pero hoy atesoro los momentos con mi familia.
¿Qué pedirías hoy?
Que esté mi mamá. Esas son las Navidades soñadas para mí. La última Navidad que ella estuvo dejó el árbol a medio armar.
DULCE PALOMA
Una pelota, una banda de rock o un cupcake. Cualquiera de esas genialidades pueden reportarte un alias tan universal que cuando menos lo imaginas supera tu nombre real. Le pasa a Miss Cupcakes.
Miss Cupcakes es, en realidad, Paloma Casanave, el cerebro detrás de la empresa de pasteles más buscada para toda fiesta o matiné. Esta vez, tipo viernes por la tarde, está en la casa de sus papás en pijama y frente al arbolito: la niña que hay dentro. “A mí la Navidad siempre me dio mucha ilusión. Yo nací en Lima pero a los tres años me mudé con mi familia a Trujillo y desde entonces cada Navidad era la posibilidad de regresar y ver a toda mi familia y armar el árbol y estar juntos. Tengo 40 primos: ¡las reuniones parecían una kermesse! No recuerdo bien el año pero le pedí a Papá Noel unos Popples, que estaban de moda. Eran como peluches que se hacían bolita y los llevaba a todos lados. Mis papás eligieron el rosado, que era mi favorito. Y mira, lo conservo hasta hoy”.
Desde que se fundó, en 2009, Paloma Casanave es Miss Cupcakes. Y también es un par de libros, 177 mil seguidores en Facebook y más de 41 mil en Instagram (@mmisscupcakes), la campaña ‘Un plato por el autismo’, una nueva tienda en Miraflores y miles, miles de cupcakes, esos pastelitos que uno puede disfrutar en familia como si no importara nada más. O sea, el 24 a las doce.
De hecho, la Navidad no es la caja más grande, sino el gesto de quien la armó. //