Rafaella León

Todos los días, a las 9 de la mañana, Rafo León entra a su taller, en una vieja casona miraflorina. Se queda allí todo el día, buscando su propio lenguaje, batallando con lo desconocido: el color, siendo él daltónico. Un día de marzo del 2021 lo invade una sensación incómoda. Piensa: “la maldita depresión”, que ahí está siempre. Los siguientes días no puede salir de la cama, agotado hasta el extremo. Casi un año después de haber salido de UCI, y de un proceso largo de rehabilitación física y respiratoria, da fe de que ese cansancio es el síntoma del Covid-19 al que más atención hay que poner.

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