(Foto: Somos / Archivo / Internet)
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Álvaro Rocha

El día recién pestañaba y Gabriela no estaba dispuesta a dejar el lecho sin dar batalla. “Media horita más”, suplicó. “Ni hablar, el tío nos está esperando”, respondí. El tío era Santos Albarracín, o simplemente ‘Pulgarcito’, en alusión al dedo de la mano que perdió siendo niño. ‘Pulgarcito’ había trabajado en actividades mineras en Marcona y conocía las bondades de sus playas al dedillo (es un decir).

‘Pulgarcito’ nos llevó primero a Playa Hermosa, la preferida de los lugareños, que hacía honor a su nombre: extensa, semicircular, de arena fina y flanqueada por palmeras. Luego nos dirigimos al sur y fuimos caleteando, como un piqueo marino. El primer bocadillo fue Acapulco, en los extramuros de la ciudad, con una geografía surrealista que sabe de arcos y cuevas que albergan enigmáticas piedras moradas. Hasta ese momento, los bostezos de Gabriela eran proporcionales al entusiasmo de ‘Pulgarcito’. Pero todo cambió en Los Pingüinos, donde se metió su primer chapuzón. En esta playa no se forman olas y se dispone de una mirada limpia del horizonte marino azul lustroso, apenas moteado por una serie de islotes.

Inmediatamente después recalamos en Los Leones, que, a diferencia de la agreste topografía de este litoral, ofrece una sábana de tersa arena lamida por un océano manso y transparente. Finalmente llegamos a Trompa de Elefante, el platillo de fondo de esta excursión. El agua es turquesa, hay pozas idílicas para bañarse y formaciones rocosas alucinantes, como el paquidermo al borde de la línea de marea y, al frente, una isla que semeja una tortuga. Allí nos quedamos hasta el crepúsculo, mientras ‘Pulgarcito’ mostraba su destreza con el cordel y extraía corvinas y otras linduras. Gabriela se volvió hacia mí, tenía las pupilas dilatadas. Un rojo furioso ruborizaba el cielo. //

SEPA MÁS
-A la altura del km 488 de la Panamericana Sur tomar el desvío de 38 km a Marcona. Hay pista asfaltada hasta la playa Los Leones, de allí es afirmada.

-En 1870, el sabio Antonio Raimondi dio a conocer la existencia de un gran depósito de hierro en Marcona.

-Frente a Trompa de Elefante se hundió, en 1855, el vapor Rímac, en el que perecieron 500 personas. Apenas una veintena sobrevivió, entre ellas el tradicionalista Ricardo Palma.

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