La capitanía debe ser entendida como un ejercicio de liderazgo positivo, incluso en ausencia, más que como un peso que juegue en contra del equipo o una forma de dependencia ante un solo jugador.
PALABRA DEL DÍA: A
Más allá de la solidaridad que Ricardo Gareca mostró con el crack inhabilitado en la conferencia de prensa del pasado miércoles, el mensaje, una clase maestra de control de daños para quien haya sabido tomar nota, fue responsable y alentador: el equipo es competitivo incluso sin Paolo y está preparado para afrontar cualquier contratiempo. Un equipo no deja de serlo porque le falte una pieza, así esta sea decisiva.
Esa es la mejor lección posible. Ante la adversidad, los equipos se pueden desintegrar o fortalecer y parte del triunfo de Gareca consiste en haber conseguido lo segundo. Para que eso ocurra, el discurso, tan celebrado por su pertinencia y claridad, no es suficiente; tiene que estar apoyado en hechos. Felizmente, es lo que ha pasado. Los más evidentes han sido respetar el orden de juego instalado por mérito, como cuando Cáceda atajó ante Bolivia y Ecuador ante el oportunismo nacional, que exigía a Leao Butrón; cerrar al grupo tal como está y prescindir de incorporaciones antojadizas (Lapadula), ajenas al proceso (un Herrera nacionalizado) o que solo pueden ofrecer ‘nombre’ (Pizarro); así como mantener la predictibilidad, incluso en situaciones contraintuitivas, como ha sido mantener al Swissotel como centro de concentración a pesar de que el affaire Guerrero aún está en curso. El mensaje que prima es claro: el beneficio del grupo está por encima de cualquier consideración individual. Y cada acto ordenado por Gareca construye esa lógica interna. El hincha peruano aplaude una virtud nueva: la consistencia.
Sin Guerrero, y ante la evidente desproporción de la sanción del TAS respecto a la negligencia cometida, Gareca tiene un elemento más para integrar a los 23: el enemigo externo. Cuando un colectivo se encuentra afiatado es capaz de convertir un abuso o injusticia en motivación extra. La selección ya sabe cómo apretar este gatillo, como se vio ante Nueva Zelanda en el repechaje: la celebración de Farfán fue un desahogo, la concreción de un sueño, pero sobre todo un tributo al sancionado. Al llorar y desplomarse mientras alzaba la camiseta de su compadre probó que Paolo también jugó ese partido, de una manera emocional. No se debe desestimar el poder del símbolo en los procesos; es la amalgama que cementa los colectivos y convierte la suma de talentos en algo mayor y más grande.
La capacidad de utilizar la debilidad para convertirla en fortaleza es uno de los procedimientos deportivos más recurridos. Quizá el ejemplo más reciente lo consiguió Pekerman con Colombia ante la lesión de Radamel Falcao, que dejó al delantero fuera de Brasil 2014. Hay señales de que el trabajo hecho por el psicólogo Marcelo Márquez ha calado en la blanquirroja. Ñopo y Cordero han utilizado data para demostrar, en La fórmula del gol, que Perú, por primera vez, es un equipo que enfrenta positivamente la adversidad, tal como se demuestra en el número de partidos que volteó luego de tener un resultado negativo: para llegar a Rusia 2018 logró empatar o vencer luego de ir perdiendo en cinco ocasiones, cuando en los procesos anteriores apenas había podido reaccionar una (Brasil 2014) y tres veces (Sudáfrica 2010). Esas cinco respuestas anímicas hacen que Perú lidere la tabla sudamericana de selecciones más reactivas, lo que no es poco para una selección que durante mucho tiempo arrastró el sambenito de la debilidad de carácter, la gitanería y la vocación licenciosa.
El otro alivio es futbolístico. Un equipo competitivo, por definición, no puede ser dependiente de un solo jugador, así su influencia sea enorme por su talento o peso específico. Ante Croacia e Islandia, Perú demostró que es capaz de reconvertirse utilizando a Farfán de punta y jugando con Carrillo, Hurtado y Flores por las bandas. El sistema, sin 9 de referencia, es efectivo sin balón, aunque necesita más toques para llegar al área, lo que con velocidad y sin perder la vertical puede generar, incluso, belleza, como en esa contra ya legendaria. El centro largo de Trauco se desperdicia, pero a cambio Yotún y Tapia deben ser extremadamente precisos en los pases de media distancia y en la salida. El sistema debe tener variantes y Ruidíaz, en plenitud de condiciones, es una carta que aún no explota pero que siempre rinde. No sobra nada, pero basta para creer.
El hincha debe ver junio con ilusión, pero sin tremendismo. Ha habido caídos en la batalla y las bajas duelen, pero no paralizan. Lo importante es que al mando hay una dirección que no improvisa, que confía en el talento que tiene a mano y que ante todo posee un sentido práctico que lo inmuniza contra la gran mayoría de vicios peruanos. Gareca no estará aquí para siempre. Ojalá lo sepamos aprovechar.