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Susy Dyson

Sujetas de manera rudimentaria por dos piedras, las puertas de la oficina de la subprefectura de Máncora están abiertas de par en par. Tiene una vista amplia a la traficada carretera Panamericana Norte. En el interior, Susy Dyson Gibson (Lima, 1951), nombrada subprefecta en marzo del 2017, atiende a los vecinos. “Veo casos de violencia familiar y machismo, agravios, violaciones, gente que se amenaza a muerte, líos entre vecinos por tierras; la lista de casos es enorme”.  

Dyson tomó posesión del cargo (un enlace entre el Ministerio del Interior y las autoridades locales) poco antes de que El Niño costero derramara su furia. La designación de la nueva subprefecta no fue bien recibida por un grupo de habitantes del balneario que cuestionaba sus habilidades, dado su glamoroso pasado como top model internacional. Críticas que, además, restringían su quehacer al hecho de ser la mamá de Kina y Álvaro Malpartida, ambos deportistas exitosos, vinculados al box y el surf. “Por supuesto, hice caso omiso a los ataques y descalificaciones. Trabajo desde los 17 años y he hecho un montón de cosas en la vida, asociadas a la creatividad y la empresa privada. Lo que me motivó a aceptar esta responsabilidad fueron las ganas de hacer algo que implicara un trabajo social”. 

Tras un desgastado escritorio metálico de color gris, la subprefecta atiende desde las nueve de la mañana hasta que el público la requiere. “He aprendido a observar, a escuchar, para atender los casos, una suerte de sentido común en el que me ayuda mucho la práctica de mindfulness [filosofía de vida basada en la meditación]”.  

El ímpetu de la subprefecta no se detiene ante las críticas, sabe tomarlas en cuenta si son constructivas. “He aprendido de leyes, hago la limpieza de la oficina, tipeo documentos. Para mí lo importante es que la gente sabe que en esta oficina se respeta la ley”. 

Pasarela sin límites
“Mi padre fue un inglés que llegó al Perú para trabajar en una fábrica textil. Mi madre provenía de una familia arequipeña vinculada a las artes. Mi abuelo fue un gran poeta, bohemio de raigambre aristocrática. A los 11 años me fui con mis padres a vivir a Marbella [España] y es ahí donde a los 17 años me descubre Aline de Romanones, modelo vinculada a la alta sociedad que se hizo célebre como espía. Es ella quien me propone participar en un editorial para la revista Vogue”. El modelaje la hizo famosa. Sin darse cuenta, se vio dentro de un espiral de viajes, cenas, fiestas interminables. “Me movía entre lo más alto del jet set internacional; sin embargo, para mí siempre ha sido irrelevante estar sentada junto a Andy en una fiesta [se refiere al artista Warhol] y al día siguiente ir a comer un sándwich con un homeless [indigente]”. 

“Durante toda mi vida he asumido retos, soy una persona autodidacta a la que le gusta estudiar. Soy disciplinada, quizás es una influencia del tiempo que pasé estudiando en un internado inglés. Claro que también viví momentos saturados de fulgor, que hoy veo muy lejanos y que no extraño”.  

El presente de la subprefecta sorprende aún más. Dyson se prepara para incursionar en política. Tras largas meditaciones, ha decidido postular a la alcaldía de Máncora y ha lanzado su candidatura por el tradicional partido de la lampa. Acción Popular la ha recibido con entusiasmo. “¿Qué diría el ‘Indio’?”, le comenta a Susy un líder acciopopulista al enterarse de su incursión en la política. La subprefecta sonríe. El ‘Indio’ era el apelativo de Manuel Ulloa, ex político de la lampa con quien tuvo un romance.  

Vivir con lo esencial
​En su oficina, la subprefecta está sentada en una silla ergonómica que se trajo de Lima como único lujo. En su rostro no hay partícula alguna de maquillaje; tampoco lleva una sola joya. No usa aretes, sortijas, collares ni pulseras. Nada, salvo un vestido batik hecho por ella misma. Resplandece la otrora modelo internacional, en medio de un ascetismo sideral. “Hace varios años, me di cuenta de que puedo vivir con lo esencial. No he perdido el gusto por admirar cosas bellas como las joyas, pero ya no las deseo”. 

Es habitual ver a la subprefecta Dyson movilizarse por las calles de Máncora en una cuatrimoto. Un casco rojo, su bolso y un par de atigrados lentes de sol complementan su outfit todoterreno. Habitual también ha sido verla en operativos junto al serenazgo, a las cuatro de la mañana, en la carretera, en la puerta de alguna discoteca, en las cantinas. “Me han dicho de todo. Lo que hay que hacer es buscar acuerdos para ordenar la ciudad”.

 Durante todo el año, la subprefecta ha trabajado sin tregua y sin horario, ha estado al pie del cañón allí, cada vez que la situación lo ameritaba y ello le ha valido ganarse el respeto de un sector de la población. Todos los miércoles a las 8 a.m. desde Radio Onda Mix imparte una hora de práctica para el alivio de estrés. Ha creado una pagina en el Facebook que tiene mas de 3 mil seguidores y que maneja la misma subprefecta. “Todos los días recibo solicitudes de subprefecturas de lugares remotos”.  

Mauricio Hamman es un limeño que también ha establecido su residencia en el balneario. “He visto trabajar a la subprefecta de manera aguerrida, comprometida. Máncora no es fácil, es un pueblo chico pero muy tradicional que sobrevive en medio del abandono municipal, regional y nacional. Ella está intentado ordenar lo imposible de ordenar, y eso ya es bueno”. 

Los días de la subprefecta comienzan al despertar el sol y, salvo contadas ocasiones, terminan poco después que el astro se oculta. Con entusiasmo y osadía ha emprendido Susy Dyson el retiro de la vida mundana hacia un futuro frugal y retador. 

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