Una fotografía del río Chillón tomada el 14 de febrero de 1979. Se puede ver a un grupo de personas bañándose en lo que parece ser la desembocadura.  (Fotografía: Carlos del Rosario)
Diego Suárez Bosleman

Después del Rímac, el Chillón es el río más importante de Lima. Cada año, más de 205 millones de metros cúbicos de sus aguas son utilizados para la agricultura, las industrias y el consumo diario, según datos del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet). Parece irreal que tan importante recurso hídrico sea actualmente un riesgo para el medio ambiente y el ser humano.

Análisis realizados por El Comercio y la Universidad Peruana Cayetano Heredia han arrojado que los niveles de coliformes totales, un grupo de bacteria, en la desembocadura de Chillón superan 12 veces los límites máximos permisibles para aguas recreacionales. En otras palabras, las personas no deberían tener ningún tipo de contacto con el río.

Desagües que son vertidos directamente al río, la falta de cultura ambiental, el arrojo indiscriminado de basura y una nula o deficiente gestión de desechos, han provocado este terrible panorama. Aunque no siempre fue así. Lamentablemente, la población que vive a pocos metros de las riberas, culpables o inocentes de la contaminación, está expuesta a la pestilencia y a enfermedades asociadas a este afluente, especialmente los niños y adultos mayores.

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