¿Sabías que los peruanos somos dueños de la civilización más antigua de América? Sí, hablamos de Caral, que tiene 5.000 años de antigüedad y es Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2009. Si bien ya ha cautivado al mundo con los secretos que ha revelado, ahora quiere seguir sorprendiéndolo a través del ADN de los virus, bacterias y hongos (patógenos) que existieron hace miles de años.
Acompañamos en un viaje de nueve horas a un equipo de expertos liderados por el Premio Nacional a la Investigación Médica 2018, Heinner Guio, que llevó hasta la ciudad sagrada el primer laboratorio móvil de recolección de ADN antiguo.
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El equipo del doctor Guio trabajará junto a Ruth Shady, la reconocida arqueóloga peruana que lleva 25 años investigando Caral y que además es directora de la zona arqueológica.
En diálogo con El Comercio, la doctora Shady precisa que esta será la primera investigación “para determinar a nivel genético qué clase de patógenos hubo en Caral, cómo fue la resistencia humana ante ellos y si estos microorganismos influyeron en la salud de civilización para deteriorarla”.
“Es también un aporte que podría considerarse para entender cómo fue el modo de vida en el pasado en relación con las características medioambientales”, agrega.
Sin embargo, antes de los detalles sobre el trabajo que realizarán Heinner Guio y Ruth Shady, es necesario recordar por qué nos debemos sentir orgullosos como país de tener a Caral entre nuestras riquezas.
Caral se encuentra en el valle de Supe, a 182 kilómetros al norte de Lima. Su descubrimiento fue anunciado en 1997 por la propia Ruth Shady. La noticia confirmó que el Perú también había marcado la historia de las civilizaciones en el mundo al lado de Egipto, China, India, Mesopotamia y Mesoamérica.
"Cuando en Egipto se construía la antigua pirámide de Sakkara o, posteriormente, las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, en el valle de Giza, o cuando se ocupaban las ciudades sumerias de Mesopotamia o crecían los mercados en la India, por esos tiempos, entre 3.000 y 2.500 a. C., ya se edificaban y remodelaban los edificios piramidales de Caral, y en sus plazas se realizaban periódicas congregaciones con fines económicos, sociales y religiosos", se indica en el sitio web de la ciudadela peruana.
Sin embargo, Caral no solo es una de las civilizaciones más antiguas del mundo; también dominó avanzados conocimientos de física, arquitectura e ingeniería, incluso, mucho antes que cualquiera.
Por ejemplo, supieron conducir el soplido del viento a través de ductos subterráneos para mantener el fuego encendido durante sus ceremonias. Esto es lo que los físicos llaman actualmente el 'efecto Venturi', que recién fue teorizado por el italiano Giovanni Venturi en 1797.
También construían sus edificaciones con criterios antisísmicos. En la base de sus construcciones colocaban "shicras", canastas de fibra vegetal llenas de piedras, que disipaban los movimientos telúricos y mitigaban la destrucción.
Shady indica que otro aspecto a destacar de esta civilización es que no tuvieron la necesidad de vivir entre murallas y que en las excavaciones no se han encontrado armas. Caral fue como un centro de negocios hasta donde llegaban personas de la sierra, la selva e, incluso, de la costa de Ecuador para el intercambio comercial. "La clave de su desarrollo fue el intercambio", precisa la investigadora.
Sin embargo, pese a sus grandes avances no resistieron los cambios climáticos. Al final de 1.800 a.C., esta civilización sufrió hambre y muerte debido a sequías que podrían haber durado entre 60 y 130 años, lo que obligó a la población a emigrar y dejó a sus grandes centros urbanos sepultados bajo la arena.
La terrible hambruna quedó registrada en numerosos relieves de personajes famélicos y con los vientres hundidos que se pueden observar en el sitio arqueológico de Vichama (Huaura), donde se dio el último período de formación de la civilización Caral.
Sí, tenemos un verdadero tesoro. En ese sentido, sorprende que este aún no cuente con un museo propio, que algunas de sus piezas permanezcan en un almacén del Museo de la Nación o que su carretera de acceso esté seriamente deteriorada.
El primer laboratorio móvil de recolección de ADN antiguo llegó a Caral el pasado 25 de julio. En él se analizarán principalmente coprolitos (materia fecal fosilizada). A diferencia de los huesos, en los coprolitos no solo se puede encontrar el ADN de las personas, también está el registro genético de lo que se comía e incluso de los patógenos (virus, bacterias y hongos, entre otros) que había en esa época, precisa Heinner Guio, el jefe del proyecto y uno de los investigadores que más conoce sobre la diversidad genética peruana.
Llevar dicho laboratorio a Caral no fue tarea fácil. Si bien se construyó con la base de un remolque, este equipo finalmente es una herramienta para estudios científicos y por eso se trató con mucho cuidado. El viaje desde Lima tomó nueve horas (un trayecto normal suele durar cuatro). Fue el mismo doctor Guio quien remolcó el laboratorio con su carro.
"En los proyectos de ADN antiguo muchas veces se corre el riesgo de que la muestra se contamine con el ambiente, lo que altera los resultados, o que el ADN de estas se encuentre tan fragmentado, debido a la antigüedad, que no sirva para el análisis", sostiene el médico peruano.
Por eso, el laboratorio móvil se cierra de manera hermética. Tiene capacidad para dos investigadores y en su interior cuenta con un sistema de eliminación bacteriana, además de equipos para la extracción de ADN antiguo.
Los resultados para saber si el ADN encontrado es útil se darán en 48 horas. Normalmente, las muestras recolectadas eran enviadas en un plazo de hasta ocho meses a EE.UU. y si no servían, se debían mandar otras.
“No solo se estudiará a nivel de genes humanos sino también los genes de los patógenos de la época… Los patógenos de hace 5.000 años, definitivamente, han evolucionado como lo ha hecho el ser humano, pero aún no sabemos cómo ni en qué medida”, precisa Guio.
A través de este proyecto, sostiene, se podrá determinar qué tipo de enfermedades existían en el Perú antiguo, sus patrones de resistencia en la era preantibiótica y los cambios genéticos que tuvieron a lo largo de los años.
“Podríamos resolver, por ejemplo, si el helicobacter pylori (bacteria), que está relacionado con el cáncer de estómago, existía en esa época”, comenta el médico.
"Con el ADN de las personas, vamos a empezar a estudiar al individuo de Caral. (Podríamos saber) qué riesgos tenían para desarrollar males transmisibles, como tuberculosis o malaria, y no transmisibles, hipertensión o diabetes", agrega.
Pero eso no es todo. También se podría determinar de dónde venían los alimentos que consumía la civilización más antigua de América. Según Guio, estos datos nos ayudarán también a entender mejor las rutas migratorias que existieron hace 5.000 años.
En la creación de este laboratorio móvil también participaron los biólogos peruanos Luis Jaramillo y Kelly Lévano. La iniciativa se concretó luego de imponerse en un concurso del Concytec. La doctora Ruth Shady también es coinvestigadora del proyecto.
La recolección de los coprolitos en Caral empezará a partir de setiembre. Luego de la evaluación en el laboratorio móvil, las muestras serán enviadas a EE.UU. para su secuenciación (para saber la clase de información genética que hay). Los resultados regresarán al Perú para la etapa de interpretación. Si todo sale de acuerdo a lo planeado, los investigadores podrían tener los primeros resultados antes de fin de año.
“Tenemos la misión de recuperar una historia social, para entender cómo fue la vida de la civilización más antigua de América. Esa información debe obtenerse, para sustentar lo que interpretemos, con investigaciones multidisciplinarias; por eso, trabajamos con físicos, químicos, biólogos, médicos, etc.”, sostiene Ruth Shady.
Consultada por El Comercio sobre cuánto falta por descubrir de Caral, la investigadora precisa que actualmente se trabaja en 12 sitios arqueológicos, 11 de ellos ubicados en el valle de Supe. "Cuanto más avanzamos en el conocimiento, más problemas para seguir interesados en la investigación aparecen", subraya.
DATOS
- El proyecto del laboratorio móvil de recolección de ADN antiguo cuenta con una inversión de 100.000 dólares, dinero financiado por Fondecyt-Concytec en convenio con el Banco Mundial. Su plazo de ejecución es de dos años, hasta noviembre de 2020.
- También intervienen Albiotech (Asociación Latinoamericana de Biotecnología), The BioCollective de Estados Unidos, la Universidad de Huánuco y el centro de investigación privado Inbiomedic.
[Martín Tumay Soto es el periodista responsable del contenido web de Ciencias, Tecnología e eSports en El Comercio. Si tienes información sobre esos temas puedes escribir a: mtumay@comercio.com.pe / martintumay@gmail.com]
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