El 28 de enero de 1986, 73 segundos después de haber despegado de la base aérea de Cabo Cañaveral en Florida (EE.UU.), el transbordador espacial Challenger de la NASA explotó en el aire causando la muerte de sus siete tripulantes.
Millones de personas seguían con interés por televisión las incidencias de este viaje espacial sobre el que se había creado gran expectativa, ya que en la nave viajaba Christa McAuliffe, la primera maestra en ser enviada al espacio exterior.
Los siete astronautas debían pasar seis días y medio en órbita, durante los cuales debían desplegar un satélite y realizar diversos experimentos.
McAuliffe, de 37 años de edad, tenía la misión de impartir dos clases de 15 minutos desde el espacio que iban a ser transmitidas a los alumnos.
Con siete víctimas mortales, el accidente del Challenger fue el peor de la historia de la era espacial.
"Una de las cosas que espero traer al aula de clase es hacer la conexión con los estudiantes para que sientan que ellos también son parte de la historia, que el programa espacial les pertenece e intentar educarlos con la era espacial", dijo en una declaración poco antes del lanzamiento.
La explosión del Challenger se convirtió en el peor accidente de la era espacial no solo por el número de víctimas –que fue igualado en el 2003 con el accidente del transbordador Columbia–, sino además por la carga de dramatismo derivada de su transmisión en directo, observada por millones de escolares en todo EE.UU.
Un legado en la tierra
McAuliffe no pudo traer sus enseñanzas del espacio, pero ya había dejado un legado en tierra. No sé sabe si alguno de sus ex alumnos en la secundaria de Concord ha intentado hacer carrera de astronauta, pero sí que varios de ellos optaron por hacerse maestros.
Tammy Hickey, quien enseña educación física en una escuela de Florida es una de ellas. Recuerda cómo McAuliffe compartía con los alumnos su entusiasmo y experiencia cuando intentaba convertirse en la primera maestra en el espacio.
"Como maestra, sé que quiero mostrar a mis alumnos que los respeto y que me importan. Puedo decir que estoy segura de que emularla a ella era sería un servicio para estos niños", dijo Hickey en declaraciones a la agencia AP.
"Intento ser muy consciente", comentó Joanne Walton, otra ex alumna que ahora es maestra de primaria de una escuela en Fairfax, Virginia.
"Ella sabía que enseñar es mucho más que simplemente ofrecer información y que es realmente importante conocer a los alumnos", comentó Walton, quien aseguró a la agencia AP que en ocasiones durante sus clases se pregunta "¿qué haría Christa?".
El transbordador Challenger explotó 73 segundos después de haber despegado.
Memoria presente
McAuliffe recibió de forma póstuma en el 2004 la medalla de honor espacial del Congreso de EE.UU., el máximo galardón que puede recibir un astronauta de la NASA.
En Concord, la ciudad donde vivía y enseñaba, se construyó un planetario que fue bautizado con su nombre.
Posteriormente, el lugar fue renombrado como McAuliffe-Shepard Discovery Center para reconocer también a Alan Shepard, el primer estadounidense en viajar al espacio, quien era oriundo de esa localidad.
Los restos del Challenger fueron recuperados en el mar.
La misión de McAuliffe de acercar la aventura espacial a las aulas de clase, tampoco quedó en el aire.
En el 2007, Barbara Morgan, una maestra que había sido escogida y entrenada por la NASA como parte del equipo de McAuliffe y del Challenger, viajó a bordo del transbordador Endeavour y se convirtió en la primera maestra en el espacio.