¿Es tu cuerpo el mismo en invierno, primavera, verano y otoño?
La respuesta tiene poco que ver con pasar más frío o calor, sino con los cambios biológicos que experimentas durante los 365 días del año.
En invierno eres más propenso a ganar peso y sufrir acné, por ejemplo, y en primavera tu metabolismo fluctúa notablemente porque se recupera de un período prolongado de mayor inactividad.
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Pero las oscilaciones del cuerpo durante el año no han sido estudiadas lo suficiente y comprenderlas bien podría tener un gran impacto en el cuidado de nuestra salud, dicen expertos consultados por BBC Mundo.
De hecho, ni siquiera está del todo claro que nuestro cuerpo sea capaz de reconocer las cuatro estaciones del año.
Invierno y primavera
“Desde que somos niños nos hablan de cuatro estaciones al año. Pero, ¿qué dice nuestra biología sobre esto?”.
Esa fue la pregunta que se hizo Michael Snyder, director de genómica y medicina personalizada de la Universidad de Stanford en California antes de emprender un experimento especial.
Snyder y su equipo monitorizaron a más de 100 residentes de este estado estadounidense durante cuatro años. Querían saber los cambios que experimentaban sus cuerpos según la temporada del año.
Para su sorpresa, los examinados solo percibieron dos estaciones y no cuatro, como muchos de nosotros podríamos esperar.
“Las fluctuaciones moleculares de estas personas ocurrían en solo dos patrones que coinciden con el comienzo del invierno, en diciembre-enero (en el hemisferio norte), y en mayo durante la primavera”, dice Snyder a BBC Mundo.
En invierno nuestro metabolismo se ralentiza, dado que somos menos activos, y esto nos hace más propensos a subir de peso. También incrementan los marcadores de hipertensión y la posibilidad de sufrir acné.
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En primavera, por otra parte, se observa un “subidón” del metabolismo dado que nos recuperamos de la inactividad del invierno y, además, sufrimos más alergias y asma, por lo que nuestros marcadores bioinflamatorios también aumentan y se mantienen así durante gran parte del verano.
“Que algunas personas, como las de nuestro estudio, solo sean capaces de “reaccionar” ante dos estaciones y no cuatro es muy importante porque esta información puede mejorar la gestión sanitaria”, comenta Snyder.
“Si confirmamos de antemano que los marcadores cardiovasculares serán peores durante el invierno, quizás es buena idea planificar mejor nuestra dieta y forzarnos a realizar más ejercicio físico”, analiza el especialista.
En invierno, también más resistentes
Es conocido que en invierno nos resfriamos y contagiamos más con virus respiratorios. Esto se explica en gran parte por cómo reacciona nuestro cuerpo durante esta temporada.
“En invierno nuestro cuerpo favorece la supervivencia y replicación de los virus. Esto se debe a que nuestra inmunidad está peor preparada para la humedad, el frío y la menor luz”, explica a BBC Mundo la doctora Silvia Sánchez-Ramón, profesora de inmunología en el Hospital Clínico San Carlos en Madrid, España.
Pero esto también hace que nuestra respuesta inmunitaria sea más poderosa, de acuerdo a la inmunóloga.
“Conocer cómo se comporta nuestro organismo y sistema inmune permite determinar, por ejemplo, cuál es la mejor época para programar una campaña de vacunación”, agrega Sánchez-Ramón.
“De la misma forma, se ha comprobado que la proteína C reactiva, aquella que reacciona ante las inflamaciones, es más activa en invierno; cuando normalmente se mantiene en niveles bajos”, continúa la experta.
En ese sentido, aunque la especialista no puede confirmar si en otras poblaciones se da el mismo fenómeno que en el estudio de Stanford -que solo perciben dos estaciones y no cuatro- sí reconoce que, a nivel molecular, el sistema inmune funciona con cierta “biestacionalidad”.
La necesidad de encontrar más patrones
Sánchez-Ramón y Snyder concuerdan en que la identificación de patrones biológicos durante el año necesita mayor investigación.
“Se sabe que una dieta pobre y baja en nutrientes como la vitamina D afecta a nuestra respuesta a las infecciones, pero se sabe menos sobre qué remedios favorecen una mejor respuesta inmune. No existe fórmula mágica porque los patrones no están estudiados con suficiencia”, dice Sánchez-Ramón.
En la misma línea, Snyder opina que, en general, “los médicos no intentan seguir patrones comunes de salud en las personas. Nos dicen qué está bien o mal, pero no hay mucha información sobre cómo anticiparse a potenciales problemas o enfermedades”.
Por ello, Snyder opina que estudios como el suyo deberían replicarse por todo el mundo para conocer cómo cambia la biología de las personas en climas distintos.
“Lo que funciona para monitorizar la salud de alguien de California podría ser distinto para un residente de Chicago”, dice Snyder.
“Utilizar el big data y las tecnologías avanzadas para identificar patrones de salud mejorará mucho los tratamientos y diagnósticos de enfermedades cardiovasculares e infecciosas, por ejemplo. Esto será un gran impulso para la medicina y la medición de salud en el futuro”, concluye el experto.
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