La meseta de Tibetana-Qinghai es el corazón y los pulmones de Asia. Aquí, se forma el clima del continente, aquí nacen sus ríos. Y la altitud y el frío lo convierten en una región con uno de los climas más extremos de la tierra.
Cuando visité el lugar, los vientos helados alcanzaban los 80 kilómetros por hora y hacían que una especie de tormenta de arena incomodara el rostro de Qie Qun Jia cuando pastoreaba su rebaño de ovejas camino a casa. Este pastor tibetano de 28 años sólo ha conocido esta vida.
Pero el cambio climático está convirtiendo los pastizales que una vez alimentaron a su manada de yaks en un desierto y ahora a Qie Qun Jia solo le queda un rebaño de ovejas.
"Los veranos eran más calientes y los inviernos eran mucho más fríos. Pero en años recientes, ha habido muchas tormentas de arena, las flores están desapareciendo y el pastoreo empeora año tras año", cuenta.
"Por eso, nuestros rebaños de ovejas se están reduciendo. No nos podemos dar el lujo de comprar hierba para alimentarlas", se lamenta.
Contando el costo
China es tanto víctima como perpetradora del cambio climático. Después de tres décadas y media de un vertiginoso crecimiento industrial, impulsado por el carbón, China es el mayor contaminante del mundo. En el norte y el occidente, el país enfrenta un proceso de desertificación. En el sur y en el este, lucha contra las inundaciones.
Su población sufre algunos de los procesos de contaminación del aire, el suelo y el agua más graves del mundo. De hecho, China se ha convertido en un converso climático.
Aunque este cambio de actitud no sólo es impulsado por las amenazas cada vez más alarmantes del cambio climático y la contaminación, sino también por oportunismo. China cree que el mundo está al borde de una revolución energética y ve en ella una oportunidad para dominar y sacarle provecho a las nuevas tecnologías de un siglo más verde.
Después de colocar, durante mucho tiempo, el crecimiento industrial por encima del medio ambiente, el gobierno chino ahora cree que el crecimiento sostenible solo puede darse rescatando el medio ambiente.
Y ahora la lucha contra el cambio climático es un interés nacional. Este es el gran momento de la energía solar. Los encargados de la granja solar Huanghe en la meseta de Qinghai aseguran que se trata de la granja más grande de su tipo en el mundo.
Cerca de cuatro millones de paneles solares se inclinan hacia la vasta cúpula azul del cielo. Y aunque mientras camino entre las filas de paneles con el ingeniero Shen Youguo el frío viento escupe maleza y arena contra nuestros rostros, mi guía se muestra emocionado.
La estrella: la energía solar
Es un gran momento para estar en el negocio de la energía solar en China.
"Lo que estamos haciendo ahora mismo es para que el cielo sea más azul y el agua más clara. Queremos un mejor futuro para todos. Por eso, estamos comprometidos a ser parte de ese empujón", dice Youguo.
La Agencia Internacional de Energía estima que la energía solar será la principal fuente de electricidad para la mitad de este siglo.
China quiere dominar las tecnologías renovables como esta y la competencia entre sus fabricantes está reduciendo los costos no solo en China pero globalmente, explica Shen.
"A medida de que los avances tecnológicos se siguen desarrollando, la eficiencia de nuestras baterías solares mejora y los costos bajan. Por eso, es que hay muchas probabilidades de que un día la energía solar se vuelva más barata que la energía tradicional", dice.
"Personalmente yo soy muy optimista sobre eso", agrega.
Incluso los activistas medioambientales están impresionados.
Yuan Ying, de Greenpeace, considera que todavía existen muchos desafíos para integrar la energía renovable completamente en la red de energética china, pero la tendencia general es positiva.
Las cicatrices
De regreso a la meseta de Qinghai, Qie Qun Jia pone su oveja en la cama. La fría tormenta de arena lo lleva a sentarse junto a una estufa con un tazón de té con leche humeante.
Años atrás, este pastor vivía en una tienda, pero ahora habita una casa de dos habitaciones con un panel solar ubicado afuera de su puerta.
El bombillo que cuelga del techo es alimentado con energía solar como también lo es la televisión que sus hijos usan para distraerse con dibujos animados.
Le preocupa el futuro, le preocupa no saber en qué se convertirá.
"Crecimos con tanta libertad, paseábamos nuestros ganados por la vasta pradera. Cada día era divertido. Pero nuestros hijos e hijas no pueden continuar con esta vida de pastoreo. Me siento muy triste", reflexiona.
Tomará varias generaciones para poder curar la adicción china al carbón y para incrustar la energía renovable en el corazón de su economía. Y mientras tanto, la pradera se va reduciendo.
Aunque se produzca un acuerdo en París y se adquieran compromisos más ambiciosos en los años por venir, las cicatrices autoinfligidas del cambio climático en China podrían profundizarse ante de que se curen.