Su territorio ya no es un espacio seguro para la comunidad indígena Tawahka. Quienes aún viven allí, luchan y alzan la voz ante la pérdida de bosques en La Mosquitia hondureña, esa región en donde confluyen tres áreas naturales protegidas y habitan seis pueblos indígenas es azotada por la deforestación, la ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y la extracción ilegal de oro. Una acción retrata el desdén oficial: en 2021 la construcción de una carretera ilegal avanzó sin obstáculos por una de las reservas.
La Mosquitia es una región que se extiende por los territorios de Nicaragua y Honduras y que forma parte del llamado corredor mesoamericano. Allí hay bosques montañosos, pantanos de tierras bajas y selvas tropicales. Esa región es también un gran complejo de reservas, ya que en la zona se encuentran el Parque Nacional Patuca, la Reserva de la Biósfera del Río Plátano y la Reserva Tawahka Asagni.
“En la clasificación de biorregiones de la organización One Earth, los bosques de Centroamérica están dentro de una sola bioregión de bosques mixtos que incluye diferentes ecoregiones incluyendo los bosques en La Mosquitia”, explica Ruth Nogueron, asociada senior en el Programa de Bosques de la organización no gubernamental Word Resources Institute (WRI).
Esteban Payán Garrido, líder del programa de especies para América Latina de la organización no gubernamental Wildlife Conservation Society (WCS), explica que la importancia de La Mosquitia hondureña radica en la conectividad que tiene con los otros grandes bosques de Centroamérica, la biodiversidad que alberga y la gran provisión de agua que representa. “Esta zona es un gran foco en lo que llamamos los cinco grandes bosques mesoamericanos. No se pueden aislar por la conectividad entre ellos y eso (ahora) está sucediendo”, asegura Payán.
La deforestación, motor de la pérdida del ecosistema
Hace más de una década, una de las razones que llevaron a la declaratoria de las reservas en esta región de Honduras, fue el tratar de detener los problemas que ponen en riesgo este ecosistema clave. En los planes de manejo se determinó que la deforestación, derivada de la llegada de colonos a los territorios que ancestralmente han ocupado los indígenas, era una de las causas para el establecimiento de economías ilegales como el narcotráfico, la ganadería, la tala de árboles y la minería.
De acuerdo con análisis de la plataforma Global Forest Watch, desde 2001 hasta 2021, la Reserva Tawahka Asgni, perdió el 33 % de su cobertura arbórea; la Reserva de la Biósfera del Río Plátano, el 18 % y el Parque Nacional Patuca, el 34 %. Además, en el Programa Nacional de Conservación de Ecosistemas Terrestres 2021-2030, de la Secretaría de Recursos Naturales y de Ambiente de Honduras, se afirma que la deforestación del bosque tropical húmedo en Honduras está concentrada en La Mosquitia.
En medio de ese proceso que se ha expandido en los últimos años, las comunidades indígenas y mestizas que denuncian las invasiones y actividades ilegales y que reclaman la acción estatal para proteger su territorio, terminaron convertidas en objetivos de los criminales. Las amenazas y hostigamientos han obligado a muchos líderes a abandonar el territorio y por eso casi todas las fuentes que respaldan este reportaje, muchas de ellas en el exilio, pidieron proteger su identidad.
Para el líder del programa de especies para América Latina de WCS, la deforestación genera desarraigo de los grupos étnicos, cada vez que les quitan, destruyen o queman sus territorios ancestrales. “Es como si te quemaran la mitad de la casa a una escala mucho más grande. Y es triste porque no solo es la deforestación sino que casi es algo que no se puede solucionar. Es lo mismo que con los fuegos en el Amazonas, la gente, los grupos étnicos no van a volver a tener esa tierra de vuelta o por lo menos no en las condiciones actuales”, afirma.
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Una carretera en medio de la reserva
El delito ambiental más reciente que cortó la conectividad ecológica en La Mosquitia fue la construcción de una carretera ilegal que comunica a los municipios Dulce Nombre de Culmí, del departamento de Olancho, y a Wampusirpi, de Gracias a Dios, con La Mosquitia hondureña. Habitantes de la la zona aseguraron a Mongabay Latam que el proyecto costó más de dos millones de dólares y no se conoce de dónde provinieron los recursos. Tanto comunidades indígenas como sus dirigentes se enteraron de esta construcción cuando ya estaba en marcha.
La ilegalidad de esta carretera fue confirmada por el director ejecutivo del Instituto Nacional de Conservación Forestal de Honduras (ICF), Luis Solís. El 23 de marzo de 2023, en una publicación periodística el funcionario aseguró que la construcción de la vía no contaba con los permisos necesarios y que los inversionistas fueron motivados por el lavado de activos y el narcotráfico.
Incluso, varios de los habitantes afirmaron a Mongabay Latam que la carretera ilegal que se construyó como un camino para llegar a la reserva tiene como fin el tráfico de madera. “El maderero está azotando en un alto porcentaje a los bosques de La Mosquitia. Aquí lo vemos todos los días”, dijo uno de los entrevistados.
Mongabay Latam tuvo acceso a unos audios que los pobladores de la región enviaron a la autoridad militar de la zona. En ellos se escucha que lo que antes era bosque “ahora es un desierto”. También se advierte que la comunidad no tuvo que ver en la construcción de la carretera, que a ellos no les beneficia, que solo sirve a los que llegan de fuera y que están interesados en La Mosquitia. En el audio también se denuncia que las comunidades están en grave estado de vulnerabilidad y que las autoridades no los escuchan.
Reservas naturales, sólo en el papel
Según el Plan de Manejo publicado en 2013, la Reserva de la Biósfera de Río Plátano es el hogar de más 75 especies de anfibios y reptiles y de más de 130 especies de mamíferos, entre los que se encuentran los pumas (Puma concolor), los monos araña (Ateles geoffroyi) y el jaguar (Panthera onca), catalogados como especies en Peligro de extinción por la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Mientras que el Parque Nacional Patuca, según su Plan de Manejo, es el hogar de 56 especies de anfibios y reptiles y de más de 66 especies de mamíferos.
La importancia ecosistémica de La Mosquita, según la UICN, radica en que este territorio es el remanente boscoso más significativo de Honduras y su red de ríos y sistemas lagunares constituyen la mayor reserva de agua dulce del país. “En este sitio se encuentran 20 de las 21 familias de aves acuáticas reportadas para Honduras. Resguarda la guara verde (Ara ambiguus) y el águila arpía (Harpia harpyja), en Peligro de extinción, y al ibis verde (Mesembrinibis cayennensis), el cholo dorado, la gaviota parasita, la garza tigre rufa (Tigriornis leucolopha) y la avoceta, reconocidas como aves endémicas. Además, es refugio del cocodrilo americano (Crocodylus acutus), el caimán (Caiman fissipes) y la tortuga lagarto (Chelydra serpentina)”, afirman.
La conservación de esta región es clave para proteger el corredor mesoamericano. Un ejemplo es el del jaguar que está en peligro porque, según explica Payán, “cada día hay más secciones de bosques desconectadas; reconectarlas es una tarea difícil y la deforestación es un fenómeno casi irreversible”.
Uno de los biólogos que por más de una década ha trabajado en la región con el ICF, y quien pide mantener su nombre en anonimato por razones de seguridad, explica cómo es que avanza la deforestación en La Mosquitia: allí, dice, hay un abandono estatal: “Impera más la ley del plomo que las leyes comunes”.
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Los pobladores reafirman lo que dice el biólogo. En La Mosquitia, el abandono estatal ha sido una constante. “Al final nadie es responsable, entonces nosotros, los pueblos, no tenemos de dónde echar mano. Las autoridades aquí en Honduras ya conocen las noticias de lo que vivimos, pero no hay a quién acudir. Esa es la historia actual de nosotros, del pueblo Tawahka”, cuenta uno de los miembros de la comunidad.
Aunque los pobladores no detallan qué tipo de amenazas han recibido, si aseguran que han varios han tenido que salir de la zona por los peligros que corren.
En La Mosquitia, además del pueblo Tawahka, también se encuentran los pueblos Pech, Nahua, Tolupán, Miskito y Garífuna.
Pobladores de la comunidad indígena Pech se suman a la queja de que no tienen el respaldo de las autoridades estatales en la protección del ecosistema que han habitado ancestralmente. “Las mismas autoridades —afirman— son parte de la deforestación masiva de estos territorios”.
Y como ejemplo del abandono estatal que hay en la región de La Mosquitia, los habitantes de la zona mencionan lo que sucede en el Parque Nacional Patuca, área que desde 1995 era protegida y administrada por la Asociación Patuca, organización de la sociedad civil en la que sus miembros “trabajaban con las uñas”. Después de la muerte de su fundadora, esta sociedad se acabó. En teoría, el Estado debería hacerse cargo de esta área natural protegida. En los hechos, el parque se quedó sin protección.
El Parque no tiene un director ni quien se encargue de su administración. Son varias las organizaciones sin ánimo de lucro involucradas en trabajar en la zona, pero en el desarrollo rural, no en programas ambientales.
Desde 2001, el Plan de Manejo del Parque Nacional Patuca advirtió que la fuerte migración de personas que llegaban a la zona, en búsqueda de suelos agrícolas fértiles y de oro, estaba ocasionando una gran deforestación del área. “La apertura de carreteras para extraer madera y extracción de oro son solo algunas de las actividades que están contribuyendo a la degradación de estos sistemas”, se lee en el plan.
Veintidós años han pasado. El problema no se ha detenido, al contrario, los escenarios que afectan al parque, y a la región de La Mosquitia, se han multiplicado.
El significado de ser un patrimonio ambiental
El fotógrafo y biólogo Javier Maradiaga trabajó durante 14 años en el Parque Nacional Patuca para documentar la existencia de las Águilas Harpía (Harpia harpyja). Durante ese tiempo pudo ver que los colonos no reconocen la importancia de ese territorio ni las implicaciones de destruirlo. Por eso, algunas organizaciones no gubernamentales han centrado su trabajo en la implementación de iniciativas comunitarias con el fin de concientizar a los nuevos habitantes, y en especial a los niños, sobre la importancia biológica de la zona.
La Reserva de la Biosfera del Río Plátano fue declarada Patrimonio Mundial en 1982 por la UNESCO y pertenece a la lista de Patrimonio Mundial en Peligro desde 2011. Esto último, según la Convención de Patrimonio Mundial, quiere decir que es un bien amenazado de desaparición por deterioro, grandes obras, destrucción, alteración o abandono.
En Honduras, las zonas declaradas como parques nacionales o reservas son áreas protegidas que, según el ICF, gozan de un estatus legal que obliga a su protección y la de su fauna. Pese a lo anterior, tanto los biólogos como los líderes aseguran que el Estado abandonó el territorio.
Madariaga afirma que ellos no saben “por qué el Patuca sigue todavía con el nombre del Parque Nacional porque no lo es en realidad. Básicamente lo que hay son pequeños parches de selva de un área muy extensa en donde todavía hay fauna. Pero la zona está completamente intervenida por la ganadería y los ríos por la minería”.
La expansión de los cultivos ilícitos
El 11 de febrero de 2023, el Ministerio Público de Honduras decomisó siete paquetes de pasta base de coca y varias plantaciones de cultivos ilícitos en el territorio de La Mosquitia. Un hecho similar ya se había presentado dentro del Parque Nacional Patuca: el 18 de julio de 2022, la policía hondureña destruyó tres laboratorios destinados al procesamiento de la pasta base de coca y localizaron cerca de 42 hectáreas de cultivos ilícitos.
Los habitantes de la zona coinciden en que la tala para cultivar coca es una de las principales razones por las cuales se está deforestando y dañando el ecosistema de La Mosquitia.
Según el informe Deteniendo la marea: Una Estrategia para la Mantención de la Conectividad Forestal Dentro del Corredor Biológico Mesoamericano de WCS, desde 2009 el tráfico de drogas en Honduras ha aumentado exponencialmente y con ello se han incrementado las tasas de deforestación. “El comercio ilegal de cocaína puede representar entre el 15 % al 30 % de la tasa anual de pérdida de bosques y desde un 30 % a un 60 % de pérdida de cobertura vegetal dentro de áreas protegidas nacionales o internacionales”, afirman.
Una de las personas entrevistadas por Mongabay Latam, y que solicitó el resguardo de su identidad, narra una escena que es común en la región: “Usted puede andar en algún lado boscoso de la selva de La Mosquitia y en cualquier momento se puede topar con una plantación de coca, y hasta ahí llegó su vida. Es una realidad bien fuerte la que están viviendo estos parques. Estas áreas protegidas ya no solo son un lugar del jaguar, sino también de fuertes negocios como el narcotráfico que tanto daño hace”.
La investigación El terror en la selva de Honduras donde los narcos engordan ganado de la fundación Insight Crime, publicada el 18 de mayo de 2022, relata cómo la Reserva de la Biósfera del Río Plátano se consolidó desde hace más de dos décadas como la principal puerta de entrada de la cocaína a Honduras. “La ubicación es estratégica: su frontera con Nicaragua es porosa, tiene una amplia costa en el mar Caribe y densas selvas de difícil acceso”, afirman. Además, Insight Crime estableció que esta zona es de especial interés para las redes criminales por la ausencia del Estado y sus débiles instituciones.
Las personas entrevistadas por Mongabay Latam comentan que uno de los mayores atractivos que ofrece la zona a los criminales es la mano de obra barata, derivada de las pocas oportunidades y de la vulnerabilidad de los habitantes de la zona.
Para Madariaga, la consolidación de esta ruta centroamericana para la droga que lleva a países como Guatemala, México y Estados Unidos, se dio entre 2005 y 2006 junto al estallido de violencia por el narcotráfico en 2006.
Convertir bosques en pastizales
Otra de las mayores preocupaciones de las comunidades indígenas y ambientalistas es la creciente ganadería dentro de La Mosquitia. “Alguien le está vendiendo la idea de la ganadería a la gente y es porque la carne tiene un gran mercado. Ahora, en Honduras, comer carne de vaca es un lujo. Cada lempira (moneda hondureña) equivale a unos 3 dólares y es el catalizador, el impulsor de todo el resto de delitos como la deforestación”. dice un habitante de la zona.
Maradiaga afirma que, por lo menos, el 90 % de las zonas deforestadas en La Mosquitia son como consecuencia de la ganadería que requiere de largos potreros para prosperar y que ha ido en aumento con el paso del tiempo. El fotógrafo cuenta que la llegada de “colonos” (personas que no pertenecen a las comunidades indígenas), a partir del año 2000, fue uno de los factores determinantes para el crecimiento de estas prácticas, pues llegan a talar árboles y a habilitar pastizales para introducir ganado como una apuesta económica.
Para Payán, es común que la deforestación de los bosques exista a partir de la colonización. “En la deforestación hay algunos factores que la empujan y entre estos está la colonización de la tierra. La llegada de campesinos que sacan maderas duras y meten ganado”, indica.
El Programa Nacional de Conservación de Ecosistemas Terrestres 2021-2030 de la Secretaría de Recursos Naturales y de Ambiente de Honduras confirma que una de las principales causas de la deforestación en el país es la ganadería, sumado a la creación de pastizales para este fin y la agricultura migratoria.
El informe de WCS asegura que se logró detectar dentro de las reservas la prevalencia de quema de bosques, asentamientos humanos, ganadería y agricultura.
Una región en donde avanza la minería ilegal
En octubre de 2012, indígenas miskitos denunciaron la presencia de una draga manejada por colombianos que estaba extrayendo oro ilegalmente en el Río Patuca, el cual atraviesa la región de La Mosquitia. “Esa máquina se mantenía ahí siempre. Esa máquina no tenía documentos e hizo mucho daño al ecosistema porque nos dejó sin playas”, afirmó uno de los indígenas que hace diez años hizo la denuncia.
El 6 de marzo de 2022, el secretario de Estado de la Secretaría de Recursos Naturales de Honduras, Lucky Medina aseguró a través de su cuenta de twitter que fueron encontradas nueve dragas de extracción mineral a nivel industrial en los ríos Patuca y Guayape. Según Medina, en los registros oficiales hay solo dos permisos de minería para todo Olancho.
La minería artesanal, según habitantes de las comunidades indígenas, es una actividad ancestral que está dentro de la cultura de su comunidad, pero que se incrementó desde hace un par décadas e incluso llegó a proyectos de extracción más industrializada. “Es nuestra cultura y siempre la hemos practicado. Ahorita se hace por la necesidad, porque aquí en nuestra zona no contamos con una fuente de ingreso”, dicen.
El crecimiento de la venta de madera talada de forma ilegal es otro de los atentados que sufren las tierras en donde viven los pueblos Tawahka, Misquitos y Pech. Este negocio se alimenta de la deforestación de los bosques de La Mosquitia.
Según el informe de WCS, “de acuerdo a la Fiscalía General de Honduras, durante el periodo 2003-2004 cerca de dos millones de pies cúbicos fueron explotados ilegalmente de la Reserva de la Biósfera de Río Plátano. Los puntos críticos de extracción ilegal de madera se concentran alrededor del Río Patuca, el valle de Sico-Paulaya y el área sur de la Reserva, en Olancho”.
El peligro que corren los defensores
Desde hace un par de décadas algunos de los principales defensores de La Mosquitia hondureña no pueden entrar al territorio. En varias ocasiones los habitantes de la comunidad de Tawahka recibieron amenazas, entre ellas el hostigamiento, y a partir de entonces, aumentó la violencia y el uso de armas de fuego en sus territorios. Ese escenario propició una fuerte migración de indígenas. “Tan solo en nuestra comunidad Tawahka, 500 personas se desplazaron forzosamente a las capitales de los departamentos de Honduras; entre 25 y 30 lo hicieron a México; 30, a Europa, y más de 60 están en Estados Unidos”, dice una de las personas que aún vive en Honduras.
Actualmente, aseguran los que se quedaron en la región, ya no hay habitantes indígenas en el Parque Nacional. Varios de ellos afirman que denunciar cualquiera de las problemáticas que tiene la zona pondría en riesgo su vida y las de las comunidades. “Denunciar todo lo que pasa acá sería un suicidio”, dicen. Aún así, ellos comentan que no pueden dejar de luchar por recuperar su hogar ancestral.
Durante marzo de 2023, las comunidades indígenas Tawahka y Miskitos se enteraron de la intención que tiene el gobierno nacional hondureño de construir una mega cárcel de máxima seguridad en terrenos que se encuentran en la región de La Mosquitia.
El anuncio se convirtió en una más de la larga lista de preocupaciones de las comunidades indígenas que expresaron su rechazo rotundo al proyecto gubernamental. “La Mosquitia es un territorio indígena (…) no es el patio trasero de ustedes (refiriéndose al gobierno). Hoy mismo los indígenas estamos solicitando la salida inmediata de las autoridades corruptas de nuestros territorios. (…) La Mosquitia ya despertó y despertó con garras para acabar con quienes no están abusando”, aseguró una líder indígena de la comunidad de La Mosquitia a través de un video al que tuvo acceso Mongabay Latam.
Un escenario difícil en el que aún hay oportunidades. La asociada senior en el Programa de Bosques de Word Resources Institute, Ruth Nogueron, cree que una combinación “entre palo y zanahoria” podría funcionar para enfrentar las dinámicas de deforestación. “Las soluciones pueden abarcar desde acciones para controlar eficiente y efectivamente las actividades ilícitas, el empoderamiento de las poblaciones locales para proteger y defender sus territorios, oportunidades económicas y acceso a mercados e inversión que permitan a la población ocuparse en actividades económicas legítimas y generar ingresos justos y suficientes para mantenerse”, dijo a Mongabay Latam.
En cuanto a las acciones de control, la investigadora creer que se puede abarcar el uso del monitoreo satelital de los bosques para informar y priorizar estas acciones.
Imagen principal: En la vasta región de La Mosquitia, en Honduras, la deforestación es la principal razón de la pérdida del ecosistema. La ganadería, los cultivos ilícitos y la minería ilegal son algunas de las causas. FOTO: Cortesía habitantes de la región.
El artículo original fue publicado por Alejandra Cetina en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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