*Este artículo es parte de una alianza periodística entre Mongabay Latam y GK de Ecuador.
El felino más grande de América está en peligro en Ecuador. Las poblaciones de jaguares del este del país están en Peligro Crítico, mientras que las del oeste En Peligro, según el Libro Rojo de los Mamíferos del Ecuador. En la Lista Roja de la UICN, que realiza una evaluación global, el jaguar (Panthera onca) figura como una especie Casi Amenazada. La destrucción del hábitat y las actividades ilegales como el tráfico de sus partes son dos de las principales amenazas que enfrenta este felino emblemático. Pero, a pesar de ello, en Ecuador no se sabe cuántos individuos hay y en qué estado de conservación se encuentran.
El jaguar está presente en 18 países de América Latina, desde México hasta Argentina. En Ecuador habita en la Costa y la Amazonía, dentro de los bosques tropicales y subtropicales. Y aunque vive casi en toda América, ha perdido aproximadamente el 60 por ciento de su hábitat original en todo el continente.
En Ecuador no existen aún datos claros sobre el tráfico del jaguar y no hay un programa vigente para su conservación, ni un registro del número de jaguares que habitan en las diferentes regiones del país. Casi todos los esfuerzos por cuidar a esta especie vienen de organizaciones privadas o de la sociedad civil, convirtiéndose en el único salvavidas para evitar su extinción.
Dónde están y dónde ya se extinguieron
En Ecuador existen varias áreas de prioridad de conservación de jaguares, lugares donde, según expertos, hay que centrar todos los esfuerzos para salvar a este felino. Una de ellas es la Cordillera Chongón-Colonche, al centro-oeste del país. Se estima que en esta zona quedan muy pocos individuos, incluso en ciertas áreas, dice Michäel Moens, director de conservación de la Fundación Jocotoco, “habría que reconfirmar su presencia porque estamos hablando de menos de 10”.
Otra de las áreas de importancia de conservación para el felino es en el Chocó ecuatoriano, donde está la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas. Los bosques húmedos tropicales del Chocó se extienden desde Panamá, atraviesa áreas occidentales de Colombia, Ecuador y llega hasta el norte de Perú. Además, los bosques del Chocó son uno de los 25 puntos calientes —o hotspots— del mundo en los que se debería concentrar gran parte de los esfuerzos de conservación.
Se estima que en la zona del Chocó ecuatoriano la población de jaguares podría oscilar entre los 30 y 40 individuos. Pero Moens insiste que para confirmar ese número son necesarios más estudios. En este ecosistema existen también varias amenazas. Galo Zapata-Ríos, director científico de la Wildlife Conservation Society (WCS), dice que una de las principales en la zona del Chocó es la pérdida de hábitat. “Hay proyectos agrícolas de escala grande, proyectos de subsistencia. Existe tala de madera, minería ilegal y una densidad poblacional alta”, dice Zapata.
El Chocó no es la única área donde viven los jaguares. En el Parque Nacional Yasuní —en el norte de la Amazonía ecuatoriana— también se registra la presencia de este felino. Diego Mosquera, coordinador de investigación de la Estación de Biodiversidad Tiputini de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), cuenta que entre 2008 y 2011 realizaron un estudio con cámaras trampa en el Yasuní y registraron 21 jaguares. El investigador dice que eso tiene sentido porque el Yasuní es una de las áreas mejor conservadas, lo que quiere decir que es un espacio ideal para los jaguares que necesitan “que haya un buen bosque, que tengan presas y que no los maten”. Pero a pesar de eso, Mosquera reconoce que las amenazas son cada vez mayores en el Yasuní.
El científico señala que el principal peligro en el parque es la pérdida de hábitat provocada por la tala de bosques, pero que a ello hay que sumar “la cacería directa”. Dice que los matan porque los jaguares se comen a los perros o el ganado de los indígenas que habitan en esa parte de la selva. “Pero en general —explica Mosquera— asocian al jaguar con peligro, entonces ya ni siquiera tienen que esperar a que un jaguar mate a una vaca o un perro sino que si ven un jaguar, lo matan”.
Incluso agrega que entre 2017 y 2019 vio cómo mataban a cinco jaguares en el área del Yasuní. “De hecho luego de que vi que mataran a los jaguares puse una denuncia y obviamente nunca pasó nada”, cuenta Mosquera. Para él, el problema es que el Yasuní es tan grande que el Ministerio de Ambiente y Agua (MAAE) no tiene la capacidad de controlar toda el área para saber qué está pasando.
Actualmente el MAAE elabora el proyecto Integración del paisaje en la conservación de la vida silvestre, con énfasis en los jaguares que, dice en respuesta a un pedido de información, empezará a ejecutarse en el segundo semestre de 2021. Este proyecto, según el MAAE, se llevará a cabo en las zonas asociadas con paisajes críticos en Ecuador.
Según el estudio el Estado de conservación del jaguar y el pecarí de labio blanco en el Ecuador occidental, elaborado por Zapata-Rios de WCS Ecuador y el biólogo Edison Araguillin, la parte baja de la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas, el Refugio de Vida Silvestre El Pambilar —ubicada en la provincia de Esmeraldas en el bosque húmedo tropical del Chocó— son áreas clave para la conservación del jaguar. El mismo estudio de 2013 señala que el felino se considera extinto en la Reserva Étnica Awá, la Reserva Ecológica Mache-Chindul, y el Bosque Protector Chongón-Colonche —que inicia en la provincia del Guayas, se extiende por Santa Elena, Manabí y Esmeraldas. “Han sido extirpadas o existen en densidades sumamente bajas por lo que probablemente han perdido su funcionalidad ecológica”, dice la publicación.
En el contexto actual es improbable que los jaguares puedan subsistir a largo plazo sin acciones de conservación apropiadas y oportunas, afirma Michäel Moens. El director de conservación de Jocotoco indica que para salvar a las últimas poblaciones de jaguar uno de los proyectos que quieren implementar es un corredor biológico desde la Reserva Canandé y Tesoro Escondido en Esmeraldas hasta Cotacachi-Cayapas. Los corredores de conservación son rutas que permiten el movimiento de animales y especies que necesitan grandes hectáreas para desplazarse.
La importancia de crear este corredor, dice Moens, es conectar las tierras bajas con las tierras altas para que los jaguares puedan moverse. Además, dice, es necesario conocer el número de jaguares que habita en estos lugares. En países como México sí existen cifras más exactas. En 2008, en México se realizó el primer Censo Nacional del Jaguar y sus presas (Cenjaguar) en 15 sitios prioritarios de conservación. De acuerdo con ese primer censo, que tomó tres años, se estima que en México hay una población que bordea los 4 mil jaguares. Un segundo censo en 2018 registró que la población había crecido a 4800 felinos.
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El jaguar se se quedando sin bosques
La deforestación es uno de los principales enemigos para el felino en Ecuador. Bernardo Ortiz, director del proyecto de Fortalecimiento de la Gobernanza de Recursos Silvestres en Ecuador de WWF, explica que en el país no se deforestan grandes extensiones rápidamente sino que “es un efecto de hormiga, de miles de individuos talando de a poquito todos los años y la suma de ese efecto finalmente acaba siendo, después de una década, cientos de miles de hectáreas”.
Jorge Rivas, director de conservación de paisajes terrestres de la WWF, dice que en el último año hubo una “fiebre” por la balsa. Rivas explica que el mercado de esta madera creció drásticamente sobre todo por la demanda China. En este país asiático se empezaron a fabricar hélices de balsa para producir energía eólica. En el 2020, las exportaciones de balsa en el Ecuador marcaron un récord; incluso el primer semestre del año ya se superó el pico de todos los envíos del 2019, según la Cámara Marítima del Ecuador. El aumento de la tala de estos árboles, sumado a la presión del COVID-19 y la poca presencia de autoridades locales en territorio, generó conflictos con el hábitat del jaguar.
Pero para Ortiz la peor pérdida de bosques en Ecuador esta en la Costa. “La Costa del Ecuador fue convertida en una plantación de banano, en una camaronera y desde siempre en monocultivo de cacao. Y el norte de Esmeraldas se volvió palma africana”, precisa. En el caso de los bosques amazónicos, dice Ortiz, han sido destruidos entre el 15 y 20 % por la deforestación.
La pérdida de bosque empuja a las poblaciones locales a ocupar áreas nuevas y más alejadas donde es común que se encuentren con jaguares. Para Moens, ese es un grave problema porque puede generar un conflicto felino-humano que provoca que los últimos lo resuelvan matando a los jaguares. “Entonces ahí también hay un trabajo muy grande para poder trabajar con la gente local para decir que el jaguar no es un animal peligroso y no va a atacar a humanos”, explica Moens.
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Tráfico de partes del jaguar: sin cifras claras
Entre enero y junio de 2020, el Ministerio de Ambiente y Agua registró 153 denuncias de delitos contra la flora y fauna silvestre en las 24 provincias del país; solo una fue relacionada con el tráfico de jaguar. Según el Ministerio la información es reservada y está en investigación, por lo que no pudieron especificar dónde ocurrió ni en qué estado está la denuncia.
Mongabay Latam también contactó a la Fiscalía General del Estado para conocer sobre otras denuncias relacionadas al tráfico de jaguar. Pero, según la Fiscalía, “el Sistema Integrado de Actuaciones Fiscales (SIAF) no cuenta con la variable tipo de especie traficada”. Actualmente, señalaron, se encuentran “en un proceso de reingeniría del SIAF y esperamos en el mediano plazo poder atender estos requerimientos específicos”.
El tráfico de partes del jaguar es otra de las graves amenazas para su conservación. Bernardo Ortiz, de la WWF, dice que lo que ahora se ha visto es “un tráfico muy marginal relacionado con mercados de artesanías”, como por ejemplo collares de colmillo de jaguar. “Uno de los grandes adornos de mayor prestigio y mayor simbolismo que puede comprar alguien en la Amazonía es un collar de colmillo de jaguar”, dice.
Ortiz explica que la venta de estas artesanías ocurre en ciudades amazónicas, donde llega la mayoría de los turistas: Tena y Misahuallí —en la provincia del Napo—, El Coca —en la provincia de Orellana—, y Puyo —en la provincia de Pastaza.
Michäel Moens cuenta que hace dos años, en la provincia del Napo, encontraron “que alguien mató a un jaguar y estaba secando la piel en su casa para venderla”. El experto dice que desconoce a dónde van esas pieles o las otras partes del jaguar.
La razón detrás de la venta de partes de jaguar sería la demanda de partes de este animales. Ortiz dice que cuando hay una percepción negativa contra un animal y oportunidades económicas de por medio, la gente las va a aprovechar porque la economía rural en muchos de estos sitios es complicada. “Entonces lo matan primero para quitárselo de encima y qué mejor si alguien da algo por eso”, concluye Ortiz.
Nota del editor: Mongabay Latam recibe fondos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza de los Países Bajos (UICN NL) para desarrollar una serie de artículos de investigación sobre la situación de los jaguares en Latinoamérica. Las decisiones editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del apoyo de los donantes.
El artículo original fue publicado por Ana Cristina Basantes en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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