Eliabett Ayampo lleva toda una vida dedicada a las áreas naturales protegidas en su región, Madre de Dios. Comenzó en la Reserva Nacional Tambopata, como guía para niños, cuando aún estaba en el colegio. Cuando se graduó, pasó tres años como voluntaria en la misma zona reservada. Pero no fue suficiente.
“Quería hacer mucho más que solo guiar niños, buscaba ser parte de la conservación de estos espacios”, dice desde el Parque Nacional Alto Purús, el área protegida más grande del Perú donde Ayampo es ahora guardaparque.
Con más de 2.5 millones de hectáreas, el Parque Nacional Alto Purús se extiende en dos regiones: Ucayali —con los sectores Sepahua, Atalaya, Yurúa y Purús— y Madre de Dios que incluye las cuencas de los ríos Acre, Tahuamanu y Las Piedras.
Eliabett Ayampo es actualmente la coordinadora de Madre de Dios y una de las dos mujeres guardaparques que ocupa ese puesto en el parque nacional. Los otros tres coordinadores son hombres. Pero sus funciones no son de oficina, por el contrario, su labor es muy intensa porque realiza trabajo de campo, actividades de vigilancia y control, así como labores de difusión y educación ambiental en la comunidad.
Cuando llegó al área protegida había 15 guardaparques. Ahora solo quedan seis, a quienes la pandemia impuso nuevos retos. En esta conversación con Mongabay Latam, Ayampo habla sobre lo que ha significado custodiar esta área protegida durante los meses de inmovilización, sobre las actividades ilegales que amenazan al parque nacional y sobre los cambios y adaptaciones que han experimentado los guardaparques por la pandemia del COVID-19.
¿En cuántos sectores está dividido el parque Alto Purús?
El parque es hasta el momento el área protegida más grande del Perú, tiene más de dos millones y medio de hectáreas y está dividido en dos departamentos: Ucayali y Madre de Dios. Esa extensión hace difícil la gestión, por eso, se vio por conveniente dividirlo en sectores. En Ucayali está Sepahua, Atalaya, Yurúa y Purús, son cuatro sectores. Y en Madre de Dios se consideraba solo un sector, pero es el 49 % del área protegida, casi la mitad del parque. Por eso, ahora, en Madre de Dios hay tres sectores: Cuenca del Acre, Cuenca del Tahuamanu y la Cuenca de las Piedras, tres ríos que nacen en el Parque Nacional Alto Purús.
Es el área natural protegida más grande del Perú…
Sí, tiene 2 510 694 hectáreas. Y además, es el área natural protegida que aún no ha tenido incursiones dentro, el 100 % es de protección estricta. Es una selva virgen, por así decirlo. Es bastante interesante esta área natural protegida.
¿Ustedes como guardaparques tampoco ingresan al parque para hacer vigilancia?
El parque tiene esta categoría estricta debido a la presencia de pueblos indígenas en situación de aislamiento. Incluso dentro del parque hay una reserva territorial [territorio exclusivo para pueblos indígenas en aislamiento]. Por eso, en la sección del parque que corresponde a Madre de Dios no podemos ingresar al área. La vigilancia la hacemos en el área de amortiguamiento, pero tenemos un puesto de control en la Cuenca del Tahuamanu y otro en la Cuenca de las Piedras. El parque tiene un estado de conservación de más del 99 %. Está muy bien conservado porque está rodeado de otras áreas protegidas y reservas territoriales. En Perú colinda con el Parque Nacional del Manu y con otra reserva indígena en la región Ucayali. Y en Brasil también hay áreas naturales protegidas. Sin embargo, se están dando muchas actividades ilegales. Están ingresando. Por eso hacemos patrullajes especiales por las cuencas de los ríos y sobrevuelos cuando identificamos amenazas. Los sobrevuelos nos permiten tener una imagen más amplia, desde el aire, porque no podemos ingresar por vía terrestre y por vía fluvial hasta ciertos límites, en la zona de amortiguamiento.
¿Qué actividades ilegales ocurren en Alto Purús?
En Madre de Dios tenemos problemas con pescadores en el río Tahuamanu, muy rico en peces grandes, como los bagres. Están ingresando hacia la reserva territorial e incluso hacia el Parque Nacional Alto Purús. Sin embargo, por seguridad, el personal no puede estar de forma permanente en el puesto de control debido a las incursiones de indígenas en aislamiento a nuestro puesto que se produjeron durante el año 2019. Por ello, establecimos otra estrategia para la vigilancia: el personal ingresa al puesto de control dos veces al mes solo para el monitoreo. Pero mientras el personal está ausente los pescadores ilegales ingresan hacia la reserva territorial. También hay una concesión forestal invadida que está cerca a nuestro puesto de control, y pueden ingresar fácilmente a la reserva. Entonces, hemos tenido dificultades con ellos porque en varias oportunidades han ingresado a la reserva para realizar actividades de pesca. En temporadas de taricaya [tortuga] pasa lo mismo. Entre julio y agosto recorren las playas y saquean sus huevos, que son costosos.
¿Esta ilegalidad ha estado presente durante la pandemia?
Durante la pandemia solo hemos podido realizar patrullajes bimensuales, justamente por la presencia de los pueblos indígenas en situación de aislamiento, pues sin querer podíamos llevar el virus, aun cuando respetamos los protocolos para realizar las actividades. Nos toman la prueba rápida y si resulta positiva, no viajamos. En los primeros meses se evidenciaron más ingresos a la reserva territorial. Nosotros, como estrategia, colocamos cámaras trampa en puntos clave por donde ingresan. Entonces, sí hemos tenido imágenes de botes que han ingresado hacia la reserva y eso evidencia también que cuando el personal no está, hay incursión hacia el área protegida. En alguna oportunidad, quienes ingresan a la reserva han tenido incidentes con los indígenas en aislamiento, algunos han sido flechados en una de sus piernas. A pesar de ello siguen ingresando hacia la reserva.
¿Qué lograron captar con las cámaras trampa?
El uso de las cámaras trampa surgió porque el personal no iba a permanecer en el puesto de control, entonces las cámaras eran nuestros ojos para captar el ingreso de algunos ilegales al territorio. Y nos ha resultado porque hemos tenido varias imágenes de personas que han ingresado en botes y, como esas cámaras toman fotografías a color, se ha logrado reconocer quiénes son. Esto nos ha permitido demostrar que sí hay personas que ingresan. Nos ha servido bastante. Y ahora último que hemos viajado, en el mes de octubre, la cámara no ha registrado a nadie. Imaginamos que ya saben que tenemos esa estrategia y no quieren arriesgarse a ingresar.
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¿Cuántas comunidades hay cerca del área protegida?
Hay comunidades indígenas establecidas como Monte Salvado, Puerto Nuevo, Tipishca, Santa Teresita, Victoria y una creada recientemente. Son seis en la cuenca del río Las Piedras. En la cuenca del Tahuamanu tenemos las comunidades nativas Bélgica y Nueva Oceanía. Y en el Pariamanu solo está Boca Pariamanu. Todas están fuera de los límites del parque. En la zona del parque que corresponde a la región Ucayali sí hay comunidades indígenas dentro del área protegida.
¿Han tenido algún acercamiento con las comunidades para frenar las actividades ilegales?
Hemos establecido un comité de gestión del parque con los miembros de las asociaciones de pescadores y ellos se han dado cuenta de que hace 15 años cerca a la localidad en la que viven encontraban peces y ahora ya no los encuentran. Saben que se está acabando ese recurso. Entonces, ellos tratan de articular con nosotros para proteger el parque y participar en las actividades de repoblamiento de taricaya y en el monitoreo de grandes bagres, así como respetar la temporada de veda. Esas medidas tenemos para el Tahuamanu. Pero en el Pariamanu, que es otro sector del parque, se está viendo el incremento de la actividad minera que es una amenaza latente para el parque nacional y en unos años podría llegar hasta el área protegida.
¿Qué tan grave es la minería?
En un sobrevuelo en el 2012 se identificó la primera actividad minera ilegal en la cuenca del Pariamanu. A raíz de ello, hemos realizado patrullajes y monitoreo con la DICAPI [Dirección General de Capitanías y Guardacostas] para realizar intervenciones en el Pariamanu. Pero bueno, en Madre de Dios, cuando sacan a todas las personas de La Pampa, empiezan a buscar otros lugares dónde realizar esta actividad y el Pariamanu fue uno de ellos. La actividad minera es bastante fuerte y peligrosa.
Usted dice que en el futuro afectará al parque…
Es una cuenca de ingreso hacia la reserva territorial y al parque nacional. En los últimos patrullajes fluviales hemos encontrado el último registro de minería a unos 10 kilómetros de la reserva territorial, está bastante cerca. Viajar por el Pariamanu es complicado, porque es un río pequeño, pero están llegando y es posible que más adelante puedan ingresar a la reserva territorial y posiblemente al parque Alto Purús. Y no tenemos personal permanente en esta cuenca. En Madre de Dios se encuentra casi la mitad del parque y a pesar de ello solo contamos con un puesto de control y apenas seis guardaparques, entonces, no podemos abarcar las cuatro cuencas de ingreso. Más adelante esto puede ir creciendo hasta invadir territorios de la reserva y del parque nacional.
¿Qué otras actividades realizan con las comunidades indígenas?
Con las comunidades aledañas al parque realizamos actividades de educación ambiental. Nos enfocamos en formar a los niños en el respeto al medio ambiente. Trabajamos con ellos en el manejo de la taricaya, que es una especie emblemática. En años anteriores nos han ayudado a elaborar playas artificiales y han liberado taricayas en los distintos ríos. Por ejemplo, en la comunidad de Monte Salvado, aunque es una comunidad lejana y no podemos ir constantemente, han continuado esta actividad. Podemos decir que ahí ya hemos dejado el bichito de la conservación. Tratamos que los miembros de las comunidades sean partícipe de la gestión del área. También brindan información sobre alguna amenaza que identifican y acompañan en la labor del guardaparque porque son conocedores de estos espacios.
¿Hubo casos de COVID-19 en las comunidades?
Sí, en todas las comunidades. En la cuenca de Las Piedras hubo bastante, más del 50 % de la comunidad salió positivo al COVID-19. Pero los síntomas no fueron muy graves, y tampoco hubo fallecidos. Los contagios ocurrieron porque personas de la comunidad Santa Teresita, la más cercana a Puerto Maldonado, iban a la ciudad a comprar víveres y otras cosas y en ese tránsito se deben haber contagiado. En Monte Salvado hubo unas 60 personas contagiadas pero solo dos o tres tuvieron problemas de síntomas severos.
¿Y entre los guardaparques se presentaron contagios?
Sí, hubo varios que salieron positivos. Hasta yo salí positiva en tres oportunidades. Tuve síntomas al inicio de la pandemia, en el mes de abril, pero me recuperé. Solo tuvimos un caso fuerte en Purús, en la región Ucayali. Fue un guardaparque que estuvo internado y derivado a UCI [Unidad de Cuidados Intensivos]. Fue el caso más crítico del área natural protegida. En Madre de Dios, de los cinco guardaparques que estamos activos, solo uno no ha tenido COVID-19. Todos los demás sí.
¿Cuántos guardaparques hay en el Parque Nacional Alto Purús?
En todo el parque somos 22 guardaparques. En Madre de Dios somos seis. El resto está en la región Ucayali.
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Entonces son 22 guardaparques para 2.5 millones de hectáreas…
Sí, muy poco, sobre todo para Madre de Dios, que es la mitad del área protegida y solo somos seis. Tratamos de abarcar las tres cuencas, pero no nos abastecemos. Hay temporadas con más movimiento, que es la temporada de taricayas, cuando hacen uso excesivo del recurso. Esperamos que en algún momento se pueda aumentar la cantidad de guardaparques. Cuando se creó el parque eran 15 en Madre de Dios, pero se ha ido reduciendo la cantidad de guardaparques.
¿A qué se debe la reducción de personal?
Es un tema de presupuesto. Al inicio estaba a cargo de una ONG que pagaba los sueldos del personal. Cuando pasa a formar parte del Estado se redujo el personal porque no tiene presupuesto. Incluso de los seis guardaparques que tiene Madre de Dios, dos reciben su sueldo mediante el apoyo de la Sociedad Zoológica de Frankfurt. De lo contrario seríamos cuatro, y con cuatro casi no podríamos hacer nada. Nuestro sector es grande, pero tratamos de planear bien nuestras actividades. A pesar de ser pocos, solo seis guardaparques, Madre de Dios tiene casi el 100 % de su área conservada.
¿Ha cambiado el trabajo de ustedes durante la pandemia?
Sí, porque de los seis guardaparques que somos, dos son de población vulnerable, entonces, ellos no salen a campo. Solo quedamos cuatro, que nos dividimos el trabajo. Por ejemplo, ahora tenemos dos guardaparques visitando la cuenca de Las Piedras, y los otros dos en el Tahuamanu. Estamos haciendo menos actividades y se ha reducido el presupuesto, nos han quitado varios rubros. No tenemos contacto con las comunidades o talleres de difusión, solo vigilancia y control. Tampoco hemos podido realizar el manejo de la taricaya en el Tahuamanu, solo en Purús ha sido posible realizar el manejo de taricayas. Se nos ha reducido todo. El monitoreo de grandes bagres tampoco pudimos desarrollarlo.
¿Hubo algún cambio en la flora y fauna del parque durante la pandemia?
Esto ha sido una anécdota en realidad. En un ingreso al parque para instalar las cámaras trampa, estábamos surcando el río y encontramos un árbol caído que no nos permitía seguir. Bajamos y caminamos unos 30 minutos para instalar las cámaras y al regresar vimos que un sajino salió del bote. Nos quedamos quietos, pero él se acercó y nos olía, caminaba tranquilo, se iba a la orilla a tomar agua. Nos sorprendió, porque no había tenido la experiencia de ver la fauna tan cerca. Era grande el sajino y bien conservado. Se sentía protegido y a salvo. Luego se metió al monte y se fue. En este mismo viaje vimos bastante fauna, bastantes aves, y esto quiere decir que por la pandemia las personas no han estado surcando el río ni espantando a la fauna.
No hay ningún tipo de actividad en el parque…
No, justamente por la protección de los pueblos en aislamiento. Pero cuando estamos en el puesto de control escuchamos avionetas que pasan por el parque. Eso lo tenemos registrado, lo anotamos, a qué hora pasan. Hemos revisado el número de registro y no son peruanas, son extranjeras. Son de Bolivia. Entonces podemos suponer que son traficantes o algo así que están pasando por el área, pero no tenemos registro de que dentro del área, en el sector de Madre de Dios, existan pistas de aterrizaje. Pero en el sector de Ucayali sí hay pistas de aterrizaje clandestinas dentro del área. En el último trimestre hubo un patrullaje por el Sepahua y encontraron plantaciones de coca en una casa abandonada y pistas de aterrizaje.
¿Considera adecuadas las condiciones laborales de los guardaparques?
En nuestro caso, en Madre de Dios contamos con el apoyo de la Sociedad Zoológica de Frankfurt con implementos, materiales de campo, botes, radiofonía. Entonces estamos bien, pero por una institución externa al Sernanp [Servicio Nacional de Áreas Protegidas por el Estado]. En Ucayali no pasa lo mismo. Les falta radiofonía en algunos puestos, hay algunos guardaparques que no tienen GPS. Siempre estamos luchando para que todo el personal tenga las mismas condiciones.
¿Usted tiene un contrato permanente?
Nuestro contrato se renueva cada tres meses. Así llevo seis años. Es algo que estamos luchando. Hay guardaparques que llevan más de 20 años sirviendo a las áreas naturales protegidas y no hay beneficios. Son básicos, salud, vacaciones. Por eso como asociación se está luchando por tener otro contrato, que pueda tener otros beneficios.
¿Hubo reducción de presupuesto durante la pandemia?
Sí, y nos ha afectado bastante. Normalmente nos entregan 1800 soles cada dos meses para los víveres y ahora nos han reducido a 800 soles. Nos han reducido el combustible también y eso lo hemos peleado porque es algo fijo, porque vas a cierto punto de control y sabes cuánto vas a gastar y si lo reducen ya no vas a llegar a ese lugar sino a la mitad del camino. Pero tenemos que seguir haciendo vigilancia, no podemos descuidar el parque porque son zonas tan lejanas que alguna persona puede estar ahí haciendo algo ilegal y nosotros ni nos enteramos.
¿Cree importante incentivar que más mujeres sean guardaparques?
Pienso que sí. El aporte que podemos dar a esta labor es significativo. Siempre le he dicho a los ‘guardas’ que nosotras tenemos habilidades diferentes a las suyas pero nos articulamos para lograr nuestros objetivos. Incluso ha habido comentarios de los compañeros que dicen, ya no contraten varones, contraten mujeres, porque ellas nos tienen alineados, más ordenados. Pero ellos también tienen que ir aprendiendo porque no siempre vamos a estar detrás, son olvidadizos, por eso digo que nos articulamos. Ellos pueden tener fuerza pero nosotras tenemos inteligencia y coordinación de actividades. Cuando dices guardaparque te viene a la mente un varón en un bote en el campo pero debemos sacar eso de la cabeza, muchas mujeres podemos manejar un fuera de borda, entonces podemos hacer lo mismo que ellos.
¿Cuántas mujeres guardaparque hay en Alto Purús?
En todo el área somos cuatro mujeres de 22 guardaparques, Recientemente ingresaron dos. Eso sorprendió, que haya mujeres interesadas en el trabajo de guardaparque. Nos sorprendió satisfactoriamente. Somos más que nos podemos apoyar, conversar y trabajar en conjunto.
¿Cree que se debe dar a conocer más la labor de los guardaparques?
Somos las personas que estamos en la zona, en el puesto de control, donde hay amenazas porque muchos se enfrentan y arriesgan su vida por el área. Cuando ingresé encontré compañeros mayores, de los cuales aprendí mucho, por el compromiso que han tenido con el parque y el área natural, han defendido el parque en los periodos más críticos. Son personas que agradecen ser parte de este equipo y yo también, porque te da otra visión del mundo, te hace sentir bien porque estás conservando biodiversidad, bosques, flora, fauna. Me genera mucha gratificación porque además esto servirá a generaciones que van a venir. Cuando yo era voluntaria decía que quería continuar este trabajo. No quería solo guiar a los niños, sino ser parte de la conservación de estos espacios. Sobre todo de Purús, porque esta área al ser la más extensa del país, selva virgen, me causa curiosidad qué puede haber dentro y quizás algún día se llegue a conocer.
Es un enigma el parque…
Yo tuve la experiencia de ver a los pueblos en aislamiento, una vez cuando fuimos a hacer difusión del plan de manejo a Monte Salvado, y cuando estábamos regresando salieron a la comunidad y fuimos para apoyarles a evacuar, pero no podíamos porque no querían salir. Al tercer día, salieron 93 personas, nosotros éramos 15. Nos vimos rodeados. Al principio salieron cinco, luego tres, luego 10 y así hasta que nos vimos rodeados de 93. Niños, mujeres, varones, veíamos a los bebitos, esa es una experiencia que nunca voy a olvidar porque es parte de lo que me ha dado el trabajo de guardaparque.
El artículo original fue publicado por Alexandra de Amesti en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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