En enero de 2023, el presidente brasileño Lula Da Silvadenunció al exmandatario Jair Bolsonaro por cometer un genocidio contra el pueblo yanomami, luego de conocer de las más de 570 muertes de niños menores de cinco años en el país y declaró una emergencia sanitaria para atender la situación. A raíz de esto, Bolsonaro será investigado por la policía tras una orden del Tribunal Supremo Federal (STF). “Más que una crisis humanitaria, lo que vi en Roraima fue un genocidio, un crimen premeditado contra los yanomami, cometido por un gobierno insensible al sufrimiento del pueblo brasileño”, indicó Lula en sus redes sociales.
Efectivamente, las últimas imágenes de la prensa internacional, donde se observan niños indígenas yanomami en Brasil con los abdómenes inflamados y la piel pegada a las costillas, dejan ver la hambruna y la crisis de salud que está viviendo este pueblo.
“Hablamos durante muchos años de la situación del pueblo yanomami. De los problemas de los invasores [mineros ilegales]. [Hay] cada vez más violencia, los abusos sexuales que están pasando en la tierra yanomami. También la prostitución, alcoholismo y los mineros amenazan a los yanomami. Dijimos todo lo que vivimos durante estos últimos cuatro años del gobierno de Bolsonaro. No nos protegió”, denunció en febrero de 2023 Darío Kopenawa, líder de los yanomami de Brasil durante una visita a las sedes de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Estados Unidos, para pedir apoyo internacional y denunciar el genocidio. Kopenawa se refería a la crisis que ha vivido este pueblo indígena, relativamente aislado, que vive en la Amazonía brasileña y venezolana.
Para los pobladores yanomami de Brasil, la crisis alimentaria y de salud se originó en 2019 con la invasión a su territorio de más de 20 000 mineros ilegales, conocidos como garimpeiros,e impulsada por el presidente Jair Bolsonaro. “Por mí, abro el garimpo (la mina ilegal). Existe un proyecto para permitir el garimpo en tierras indígenas”, dijo Bolsonaro en 2020.
El gobierno de Lula da Silva ha ordenado la expulsión de los mineros ilegales. Además, uno de los primeros anuncios de Sonia Guajarara, la flamante ministra de Pueblos Indígenas de Brasil, es que se brindará asistencia aérea para transportar a quienes requieran atención médica.
Mongabay Latam habló con líderes yanomami del costado venezolano y expertos que han trabajado con ellos para conocer cómo se ha vivido la situación en la frontera. Del lado venezolano son aproximadamente 20 000 pobladores yanomami, mientras que del brasileño son más de 30 000. Aunque la crisis en Venezuela parece no haber alcanzado los niveles que se han visto en Brasil, sí los afectan los mismos males: falta de alimentos, minería ilegal, malaria, entre otros.
“Los yanomami son un mismo pueblo, independientemente de si están en Brasil o en Venezuela, viven en un territorio de iguales dimensiones en cada país”, dijo Tina Oliveira Miranda, bióloga venezolana y miembro de la ONG Wataniba, que es aliada de este pueblo. “Los yanomami, sin importar la frontera, son una familia, pasan de un lado al otro», dijo Aimé Tillett, antropólogo venezolano con experiencia de trabajo entre los yanomami.
La minería ilegal, la malaria y la deforestación en Brasil
En la última semana de enero de 2023 se reportaba que al menos 45 menores de edad yanomami habían ingresado al Hospital Pediátrico Santo Antonio en Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima. Las consultas eran, principalmente, por malaria, desnutrición, neumonía y diarrea. En 2022, según cifras del Ministerio de Pueblos Indígenas de Brasil, fallecieron al menos 99 niños menores de 4 años por este tipo de males.
Una de las principales causas de muerte ha sido la desnutrición. Los expertos que hablaron con Mongabay Latam aseguraron que la dependencia en ayudas internacionales y la participación de los hombres yanomami en actividades de minería o relacionadas con esta los desligaron de sus prácticas de pesca, caza y recolección. “En algunos casos prestan servicios de alimentación y transporte ya que en la mina confluyen diversas dinámicas de trabajo. Pero la minería nunca ha sido parte de su modus vivendi”, explicó Vladimir Aguilar, investigador del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (GTAI) de la Universidad de Los Andes en Venezuela.
La degradación del ambiente por parte de los mineros ilegales también disminuyó la población de animales que son parte de la dieta yanomami. Estos factores en conjunto pudieron afectar la disponibilidad de alimento para este pueblo en Brasil. «Muchos yanomami se fueron a trabajar en las minas y dejaron de lado sus conucos (cultivos). Empezó a haber una desnutrición, es una cadena de cosas», dijo Tillett.
La malaria también complicó el panorama. «Del lado brasileño hay una fuerte dispersión de la malaria. Está asociada fuertemente con la minería», comentó el antropólogo venezolano.
El experto explicó que la minería ilegal facilita la dispersión de la malaria porque «los mineros cuando llegan, lo primero que hacen es deforestar el área donde van a trabajar. En esas áreas boscosas hay mosquitos, pues es su hábitat natural, y muchos de estos mosquitos pican y se alimentan de la sangre de otros animales. Los mineros también aceleran la caza de animales para alimentarse, reduciendo la fauna local y entonces los mosquitos tienen menos animales para picar. Además, la minería va dejando pozos de agua que son los criaderos perfectos para estos insectos”.
“Si tienes una comunidad humana en lugares donde se deforestó, ya no hay animales y estás criando el mosquito en condiciones ideales, vas a tener una sobrepoblación que necesita alimentarse de sangre. Van a picar y contagiar a la gente que vive en la zona», explica Tillett. La población yanomami ya había sufrido también enormes pérdidas durante la pandemia por el Covid-19, según nos dijeron los expertos.
Como si todos estos problemas no fueran suficientes, los pobladores indígenas también han enfrentado la contaminación por mercurio en los cuerpos de agua de sus territorios. La estocada final contra este pueblo fue el olvido estatal del gobierno del presidente Jair Bolsonero, que redujo el presupuesto destinado a tratar la salud de estas comunidades.
«Por un recorte presupuestal algunas entidades dejaron de atender a la población en territorio, la atención de salud se fue deteriorando [en Brasil]. También se dejó de atender por seguridad, ya que los mineros están armados y es peligroso”, explicó el antropólogo Aimé Tillett. Además, dijo que uno de los obstáculos para que las autoridades hagan un seguimiento a la situación es que este pueblo indígena incinera de manera inmediata los cadáveres de sus seres queridos, lo que no permite a veces un conteo o determinar la causa de muerte. En la cultura yanomami, los muertos deben irse de manera libre y no ser atados por quienes quedan vivos.
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Los problemas al cruzar la frontera hacia Venezuela
“Hay dificultad con la obtención de los alimentos porque los conucos [cultivos] dan algunos productos, pero cada cierto tiempo. Los lugares de cacería y recolección están lejos. El CLAP (alimento garantizado por el gobierno venezolano) llega y se consume, pero luego hay que esperar a que vuelvan a enviarlo. También hay deficiencia con la atención de la salud”, le dijo a Mongabay Latam un líder del pueblo indígena yanomami en territorio venezolano, que accedió a hablar bajo la protección de su identidad.
“Sí hay desnutrición. Quizás no al extremo de lo que recientemente hemos visto en Brasil, pero son pueblos indígenas binacionales cuyo territorio está en ambos países y se desplazan de un lugar a otro libremente en busca de mejores condiciones”, explicó Vladimir Aguilar de la Universidad de los Andes.
«En Venezuela hay desnutrición en ciertas zonas. Los yanomami antes vivían en comunidades chiquitas que se mudaban cada año. Abrían su conuco, no eran grandes agricultores, eran más cazadores y recolectores, pero sí tenían cultivos. Pero llegaron los misioneros y la presencia estatal. Entonces, los indígenas empezaron a vivir más cerca de los ríos donde estaban las misiones que daban alimentos, fueron creciendo sus poblaciones y haciéndose más sedentarios», comentó Tillett. Además, sostiene, cada vez había menos zonas para abrir conucos, la tierra era más pobre, la cacería se fue agotando y tenían que ir más lejos para encontrar animales. Estos factores fueron generando una situación de crisis alimentaria. “Empezaron a hacerse más dependientes de los alimentos industrializados. Esto pasó en el Parque Nacional Parima Tapirapecó», agrega.
La malaria también es un problema en el lado venezolano de la frontera. «En 2016 hubo una epidemia con más de un millón de casos. Venezuela antes tenía bajo control dicha enfermedad. Siempre hubo malaria, pero se le salió de control [al gobierno]. Venezuela está aportando la mitad de casos en Suramérica», aseguró Tillett, que también destacó que el sarampión los afectó y causó más de 100 muertes. Otra de las preocupaciones del experto es que hay un foco de tuberculosis que viene en crecimiento entre los yanomami, poniendo en riesgo a los integrantes de este pueblo que viven en aislamiento voluntario.
“Generalmente el apoyo [de servicio de salud] se da cuando se realizan jornadas de salud en los territorios indígenas, pero lamentablemente ello no hace parte de una política pública sostenida en el tiempo”, dijo un líder yanomami a este medio.
El líder indígena aseguró que es difícil mandar a los pacientes a Puerto Ayacucho, aunque tienen el apoyo de la Guardia Nacional Bolivariana para traslados. «La llegada y salida de la zona del Parque Nacional Parima Tapirapecó, por ejemplo, es en avión, con apoyo de la fuerza aérea venezolana, o por río», explicó Tina Oliveira Miranda, bióloga venezolana y parte de la ONG Wataniba. Aseguró que los pacientes con enfermedades graves como «problemas renales, cardíacos, los que tienen un paludismo [malaria] fuerte y en algunos casos picadas por serpientes, requieren esos traslados aéreos».
«Hay pocos ambulatorios. El plan de salud yanomami, entre una de sus actividades, formaba agentes de salud yanomami, con capacidades para prestar atención primaria, en especial podían actuar en enfermedades endémicas tales como la malaria. Tenían, además, un cuerpo médico que permanecía en los puestos de salud. Sabemos que esa atención se ha visto disminuida en términos de abastecimiento, operatividad y presencia de médicos. Ahora solo los casos graves se trasladan, por vía aérea, al hospital de Puerto Ayacucho. El problema es la frecuencia porque no son vuelos que salgan todos los días», agregó Oliveira.
Pero en Venezuela hay otro obstáculo para conocer la magnitud de los males que afectan a los yanomami. No hay cifras recientes de desnutrición o fallecimientos. «No tenemos esa información, es difícil obtenerla y conseguir datos fidedignos», dijo una fuente conocedora de la situación de este pueblo.
Tampoco hay certeza sobre los efectos de la minería ilegal. «No hay estudios recientes sobre presencia de mercurio. En el lado brasileño sí, pero eso es otra cuenca de agua. El gran enemigo es el mercurio. Las publicaciones del lado colombiano dan pistas, pues son los mismos ríos y muestran presencia del metal pesado», explicó Oliveira.
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Los mineros y las violaciones de los derechos humanos
En Brasil, durante el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro, se incentivó una fiebre por el oro en la Amazonía, que incluyó el Territorio Indígena (TI) Yanomami, una reserva indígena en la que esta comunidad tiene autoridad legal desde 1992.
Las solicitudes de explotación minera llegaron a 500 y buscan explotar unas 3.2 millones de hectáreas del TI Yanomami, aproximadamente el 33 % de su superficie, como relató el medio Infoamazonía. También se abrieron vías ilegales de más de 150 kilómetros, aproximadamente entre julio y septiembre de 2022, según informó la ONG Greenpeace. Mientras tanto, la deforestación acumulada causada por los garimpeirosalcanzó las 4411 hectáreas entre octubre de 2018 y agosto de 2022, según informó el medio de comunicación brasileño Sumauma.
«Bolsonaro tenía un discurso a favor de los mineros, a favor de la agroindustria y de que la Amazonía había que explotarla. No tenía soporte legal para eso, pero su discurso estimuló una invasión del territorio Yanomami», explica el antropólogo venezolano Aimé Tillett, quien cuenta con experiencia de trabajo entre los yanomami.
La presencia de los mineros ha generado graves vulneraciones a los derechos humanos de este pueblo indígena. El medio de comunicación Sumauma ha denunciado violaciones contra las mujeres y explotación sexual de niñas yanomami.
Además de todo esto, la zona de explotación minera se ubica en terreno sagrado para este pueblo indígena en Venezuela. “La sierra del Parque Nacional Parima Tapirapecó se considera el lugar de origen del pueblo yanomami, es una zona montañosa de acceso limitado y donde los investigadores creen que hay grupos de contacto reciente e incluso algunos en aislamiento voluntario. En los últimos tiempos la minería ilegal ha venido en aumento en esa región”, explica Oliveira.
La minería es ilegal en el estado Amazonas en Venezuela desde la década de los noventa, pero esto no ha sido un obstáculo para la operación minera o el flujo de insumos y minerales que son transportados en pistas aéreas ilegales en la frontera. En zonas Yanomami en Venezuela hay al menos 50 focos de minería ilegal, como reveló un informe de 2022 de la organización de la sociedad civil SOS Orinoco. Las fuentes consultadas aseguran que es difícil saber exactamente por dónde pasa la frontera.
La violencia contra este pueblo indígena también ha sido denunciada en el lado venezolano. Uno de los casos más recientes fue la masacre, en marzo de 2022, en la que militares venezolanos apostados en el puesto de la sierra Parima Tapirapecó asesinaron a cuatro pobladores yanomami en medio de una disputa sobre el uso del servicio de Wifi. Este evento recordó la masacre de Haximú de 1993, donde en plena frontera, mineros asesinaron a doce pobladores yanomami, principalmente mujeres y niños. Este fue el primer caso con condenas por el delito de genocidio en Brasil.
También hay denuncias de complicidad y corrupción por parte de militares venezolanos que facilitan la actividad extractiva ilegal cuyos ejecutores provenien en muchos casos de Brasil, pero los operativos contra la minería no llegan. «Hay operativos contra la minería ilegal pero más hacia la frontera con Colombia, en el Parque Nacional Yapacana. Pero para el territorio Yanomami, en Venezuela, no hay mucha información al respecto”, dijo Oliveira.
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Las exigencias yanomami
Los pobladores yanomami en Brasil piden que se juzgue por genocidio al expresidente Jair Bolsonaro y que se expulse a los mineros. También exigen un servicio de salud fuerte. En Venezuela, la principal exigencia es que les reconozcan su territorio de manera legal. Formalmente no tienen un territorio con autonomía legal. «Lo que hay es la Reserva de Biosfera Alto Orinoco, que se creó en el año 1992 y que coincide en buena medida con el territorio ancestral Yanomami. Su creación correspondió a un intento de saldar la deuda del Estado venezolano con este pueblo», explicó Tina Oliveira. «Menos del 10% de los territorios indígenas tienen una titulación formal de tierras demarcadas en Venezuela. Hay distintos pueblos, como los Yanomami, que tienen abiertos expedientes (solicitudes de demarcación) para que se les reconozcan sus tierras. Es el caso de los Ye’kuana en el Alto Orinoco, en alto Ventuari y en el Caura. Esos procesos están paralizados desde hace más de 10 años», agregó Oliveira.
“Los Yanomami exigen demarcación y titulación de sus territorios y políticas públicas indígenas acordes con sus usos y costumbres. Además de ello, el reconocimiento de sus formas de organización propia y de su identidad cultural”, aseguró Vladimir Aguilar.
“Pedimos que las comunidades sean atendidas. Hay una serie de solicitudes que hemos hecho y otras que vamos a entregar a entes del estado de la salud, la educación y la alimentación para que exista atención permanente: medicamentos, insumos para ambulatorios, médicos y alimentos en las diferentes comunidades”, exigió un líder Yanomami de Venezuela.
*Imagen principal: Yanomami del lado venezolano reunidos. Foto: Wataniba.
El artículo original fue publicado por David Tarazona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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