Bastaron unos días en la Reserva Nacional de Junín para que el biólogo peruano Luis Castillo decidiera dedicarse a la protección de dos de las especies de anfibios emblemáticas de esta área protegida: la rana gigante del lago Junín(Telmatobius macrostomus) y la rana ribereña de Junín(Telmatobius brachydactylus), ambas consideradas En Peligro de extinción por la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN).
La travesía de Castillo para la recuperación de ambas especies de ranas comenzó en el año 2015, cuando llegó de visita a esta reserva invitado por los investigadores de la Fundación Zoológica de Denver. Un año después, en el 2016, regresó como voluntario y se quedó durante tres meses. Allí nacieron los estudios que realizó con otros científicos sobre las poblaciones de estos anfibios en tres áreas naturales protegidas: La Reserva Nacional de Junín, el Santuario Nacional de Huayllay y el Santuario Histórico de Chacamarca, ubicados en las regiones de Junín y Pasco, en los Andes peruanos.
A mediados de 2022, Castillo y Andrew Watson, ambos investigadores de la Fundación Zoológica de Denver, publicaron el estudio «¿Las áreas protegidas están funcionando para las ranas en peligro de extinción en los Andes peruanos?», un trabajo que permitió conocer cuál es la situación de estas dos especies en las áreas protegidas, así como en las zonas de amortiguamiento e incluso fuera de esos lugares.
Castillo también ha sido uno de los fundadores del Grupo RANA, organización civil que busca proteger a estos anfibios y ejecuta proyectos para lograr revertir la reducción de sus poblaciones. En esta conversación con Mongabay Latam, el herpetólogo habla sobre sus estudios, las amenazas para estas especies y el trabajo con las comunidades campesinas que viven en las zonas en donde también habitan las dos ranas que luchan contra la extinción.
—Este año, usted publicó una investigación sobre la rana gigante del Lago Junín y la rana ribereña de Junín, ¿por qué decide investigar a estas especies en particular?
—La oportunidad de trabajar con las ranas se inicia el año 2015, cuando fui voluntario de la Reserva Nacional de Junín y conocí el trabajo de dos voluntarios del Cuerpo de Paz —programa de voluntariado de Estados Unidos en el que participan personas que han acabado una carrera universitaria—, quienes estaban investigando a estas ranas. Me gustó el trabajo y se presentó la oportunidad de continuarlo, así conocí su situación de amenaza y no hemos parado hasta la fecha. Incluso, junto con otros investigadores creamos el Grupo RANA que, en coordinación con la Fundación Zoológica de Denver, organización en donde trabajo actualmente, realizamos algunas acciones para revertir la situación de amenaza que enfrentan las ranas.
—¿En ese momento se dedicaba a la investigación de anfibios?
—En el año 2013, cuando estaba a la mitad de mi carrera de biología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos formé parte de un grupo de investigación, junto con otros estudiantes de los últimos años de mi carrera. En ese momento, se presentó la oportunidad de trabajar en campo y ahí conocí a mis mentores del Museo de Historia Natural de San Marcos. Ellos me enseñaron las técnicas de monitoreo de herpetofauna: reptiles y anfibios. Tuve también la oportunidad de ser voluntario en el Parque Zoológico de Huachipa y, como parte de los trabajos de cuidado de los animales en cautiverio, propuse una investigación para evaluar el comportamiento de las ranas Telmatobius en cautiverio. A partir de esa investigación, los científicos de la Fundación Zoológica de Denver me invitaron a conocer la región de Junín y el trabajo de los investigadores del Cuerpo de Paz.
Me invitaron para ayudar a los investigadores Andrew Watson y Austin Fitzgerald, del Cuerpo de Paz, y aunque en esa oportunidad solo fueron dos días en 2015; al año siguiente, de abril a junio de 2016, participé en el programa de voluntariado de la Reserva Nacional de Junín. Entonces conocí más del trabajo en áreas naturales protegidas, de su rol en la conservación de la flora y fauna silvestre y trabajé con las ranas y con los renacuajos de la Rana Gigante de Junín. En el 2017 conocí un poco más de la situación de esta especie y con dos colegas fundamos el Grupo RANA, a inicios del año 2017, pero se formalizó el siguiente año.
—¿Cuál es el trabajo del Grupo RANA?
—El Grupo Rana nace con el objetivo de conservar a la rana gigante de Lago Junín y también a una especie hermana, la rana ribereña de Junín. En 2018 recibimos un financiamiento de National Geographic que nos permitió determinar en qué lugares estaban presentes estas dos especies y hacer una evaluación y una línea base sobre ellas. Ese insumo sirvió para el artículo académico «¿Las áreas protegidas están funcionando para las ranas en peligro de extinción en los Andes peruanos?» que publicamos con Andrew Watson este 2022.
—Ustedes investigaron sobre dos especies En Peligro de extinción, ¿qué descubrieron sobre ellas?
—En 2018 no existía mucha información publicada sobre estas ranas, había una necesidad de informar sobre estas especies, por eso nos interesamos en ellas. Luego, como resultado de la investigación financiada por National Geographic descubrimos que estas dos especies tienen una fuerte conexión con la población local. En ese momento realizamos encuestas y la mayoría de las personas encuestadas, más del 90 %, conocía sobre las ranas y sabían identificarlas. Cuando mostrábamos fotos nos decían los nombres comunes, las propiedades que tenían estas especies y los beneficios económicos que les brindaban en algún momento de su vida. Les atribuían propiedades medicinales y por eso las consumían. Esto hizo que nuestra percepción cambiara, pues pasamos de ser solo investigadores a trabajar con las comunidades campesinas, con los estudiantes, con las personas que viven muy cerca. Yo diría que eso marcó mucho nuestro trabajo, porque ahora, lo que nos mueve es que las personas que viven cerca de estas ranas conserven a estas especies.
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—¿Cuáles han sido los principales hallazgos de su reciente investigación?
—La investigación se hizo en tres áreas naturales protegidas: La Reserva Nacional de Junín, el Santuario Nacional de Huayllay y el Santuario Histórico de Chacamarca. A partir de la investigación del Cuerpo de la Paz, publicada en el año 2017, y la información de las encuestas del año 2018, cuandologramos identificar y evaluar más de 45 localidades; en más de 20 de ellas encontramos la presencia de una o dos de las especies. La mayoría de esos sitios no estaban registrados. Estos fueron los principales insumos para el artículo que publicamos este año. Usamos los datos de distribución de las especies que están dentro de las áreas naturales protegidas, en zonas de amortiguamiento y fuera de estas zonas, y agrupamos las áreas protegidas por la categoría de uso de los recursos. Sabemos que en las reservas nacionales, la población local tiene derecho de seguir aprovechando los recursos, mientras que en los santuarios no, porque tiene un mayor nivel de protección. En la investigación logramos determinar que la disponibilidad del hábitat de las ranas ha disminuido en un alto porcentaje en comparación con datos históricos. Y también se hizo un listado de amenazas prioritarias.
—¿Cuáles son las amenazas que encontraron?
—En el año 2021 elaboramos un modelo de viabilidad poblacional usando un software mediante el cual se estimó que dentro de 30 a 36 años, si estas especies continúan con el mismo grado de amenazas, se van a extinguir. Por eso, todos los trabajos que realizamos ahora son para no llegar a esa línea, no llegar a esa fecha de extinción. Actualmente las amenazas son muchas: la caza para la venta y consumo, la depredación por la presencia de especies exóticas —como es el caso de la trucha arcoíris—, la alteración del hábitat, también está el embalsamiento del lago que afecta los ríos y la contaminación por aguas residuales. La situación es muy extrema para estas especies. También hemos detectado la presencia de quitridiomicosis, enfermedad que ataca a los anfibios a nivel mundial.
—Son muchas las amenazas a las que están expuestas.
—Las tres principales amenazas que nos arrojó el estudio fueron la caza, el exceso de pastoreo de ganado y la presencia de residuos sólidos. El pastoreo de ganado afecta de varias formas. Algunos animales pueden caer a los ríos y alteran todo el ciclo de nutrientes del afluente. Además, cuando ingresan a los canales, pisotean y comen las plantas y degradan el ecosistema. Las personas refieren, por ejemplo, que pueden encontrar cientos de renacuajos en una pequeña área dentro del río y que después de un año todo estaba lleno de pisadas del ganado y no encontraron ningún individuo.
—Una de las amenazas que menciona es la caza de la especie para su comercialización.
—A pesar de que está prohibido, y hay multas y pena de cárcel para el tráfico de especies, todavía hay venta y consumo de ranas en los lugares en donde nosotros trabajamos. En algunos casos, las atrapan para el consumo propio y en otros es un ingreso económico, porque las venden debido a los beneficios medicinales que se les atribuye. Una situación que se incrementó por la pandemia. Actualmente, estamos evaluando estrategias para mitigar estas amenazas, pues cuando hicimos las entrevistas nos contaban que habían pasado entre 15 a 20 años que ya no veían a las ranas, sin embargo, estos últimos años han estado aumentando los avistamientos. Y las personas que ahora trabajan con nosotros nos avisan sobre quienes están vendiendo las ranas, y quiénes están consumiendo. Antes, en toda la carretera central, desde Huancayo, era común encontrar restaurantes ofreciendo platos hechos con rana, pero eso ya no ocurre. Sin embargo, aún hay consumo clandestino.
—La investigación se realizó en las tres áreas naturales protegidas.
—Hemos trabajado en la Reserva Nacional de Junín, el Santuario Histórico de Chacamarca y el Santuario Nacional de Huayllay. La más grande es la Reserva Nacional de Junín, en donde los pobladores pueden usar los recursos naturales y consumir especies que no están amenazadas, tomando en cuenta las regulaciones de la reserva. En todas las áreas reservadas hicimos la evaluación de más de 100 transectos y encontramos que hay una disminución fuerte de la presencia de estas especies, tanto en áreas naturales protegidas como fuera de ellas; no hay diferencias entre sí está dentro o fuera de las zonas naturales protegidas.
—¿La conservación de estas especies se da en las mismas condiciones dentro y fuera de las áreas protegidas?
—Lo que planteamos es que el enfoque de conservación de especies acuáticas debería ser a nivel de cuenca, porque los ríos cruzan desde fuera del área natural protegida hasta dentro de ellas, por eso debemos tener esa mirada de conservación de cuenca para tener mejores resultados en la conservación de especies acuáticas. Tiene que haber un enfoque ecosistémico de toda la cuenca, de todo el cuerpo de agua, no solamente en la parte del río que está dentro del área protegida, pues las especies acuáticas pueden migrar, moverse y desplazarse por todo el río y si conservamos solo la parte baja, no vamos a tener buenos resultados, por tanto, tenemos que enfocarnos en las partes más altas de la cuenca del río para tener un resultado a nivel ecosistémico. Eso no solamente se va a lograr con las áreas protegidas, sino con el trabajo de las comunidades a largo plazo.
—¿Y no es complicado pensar en conservar o proteger toda una cuenca, más allá de lo que está dentro del área protegida?
—Se deben articular acciones con las personas que están fuera de las áreas protegidas y que son parte del zona de amortiguamiento y del río. Saber quiénes son los actores que están relacionados con el área de amortiguamiento y ver la forma de involucrarlos.
—Ustedes han estudiado las poblaciones de estas ranas en 46 lugares con registros históricos desde 1948 hasta el 2017, ¿qué ha indicado este estudio?
—Esos 46 lugares están dentro de esas tres áreas protegidas, la mayoría están en la Reserva Nacional de Junín porque es más grande. Existían registros desde 1948 y también de los años 1950 y 1980, datos que encontramos en informes técnicos en el Museo Nacional de Historia Natural de la Universidad de San Marcos. En total fueron más de 100 lugares, pero de esos, solamente en 46 encontramos a estas dos especies.
—Esta especie es muy importante para la población, ¿cuáles son los proyectos del Grupo RANA para la conservación de esta especie?
—Como Grupo RANA tenemos el proyecto que se llama «La rana siguió», que busca que estudiantes se involucren en la problemática de la conservación de las ranas y de los ríos y, a partir de ello, iniciar investigaciones con sus docentes y participar de ferias escolares de ciencias. Otro de nuestros proyectos es un centro de conservación para su crianza en laboratorio. La intención de este proyecto de crianza es lograr reproducir la especie en cautiverio y liberar a los individuos en algunos ríos en donde los pobladores locales están protegiéndola. Este proyecto se realiza en coordinación con la Fundación Zoológica de Denver, aliados estratégicos del Grupo RANA para las tres áreas protegidas.
También tenemos un proyecto con las comunidades campesinas llamado «Guardianes de las Ranas», que mediante acuerdos de conservación busca que las comunidades campesinas se comprometan a participar de las capacitaciones sobre cómo hacer el monitoreo, cómo evaluar su estado de salud, participar de acciones de restauración del hábitat. Estamos trabajando con aproximadamente 15 comunidades campesinas, 11 están alrededor del Lago de Junín y las otras en el Santuario Nacional de Huayllay.
Con ellos esperamos lograr nuestra visión al 2032 qué es revertir la situación de la especie y retirarla de la categoría de En Peligro. Parte de las actividades es colocar cercos que eviten que las truchas suban a los lugares en donde estamos conservando las ranas en los ríos. En el lago es muy complicado, casi imposible diría, por la cantidad de truchas que hay en este cuerpo de agua y por el exceso de aguas domésticas que llegan ahí, por eso estamos priorizando los manantiales y los afluentes de estos ríos, en donde todavía hay presencia de ranas. También hay personas que aún lavan su ropa en los ríos y estamos coordinando la posibilidad de que tengan lavadero cerca a sus casas. Las amenazas no son las mismas en cada río ni en cada comunidad.
—¿En el Lago Junín ya no es posible ver a las ranas?
—Los avistamientos son muy ocasionales. Creemos que ocasionalmente llega una rana al lago buscando alimentos. Son los únicos avistamientos, porque eventos reproductivos en el lago no se han visto desde hace más de 20 o 30 años. Que pongan sus huevos y que haya renacuajos ya no ocurre en el lago. Es muy complicado porque en la década del treinta, me parece, las mineras de Cerro de Pasco decidieron sembrar trucha en el lago y, desde ese entonces, no ha parado esta actividad.
Las truchas que viven en el lago se han asilvestrado y pueden alcanzar más de 80 centímetros de longitud y pesar más de ocho kilos. En realidad son las principales depredadoras, no solamente de las ranas, sino también de aves como el Zambullidor de Junín, que solamente vive en ese lago, no puede volar, por tanto, no se puede mover a otro lugar, por eso tiene que convivir con uno de sus principales depredadores en este espacio. Además, en el lago está la represa de Upamayo, un muro que cada seis meses se abre, pero cuando está cerrado ocasiona que se inunden todas las zonas de pastoreo cercanas, asimismo, al cerrarse la represa, justo después de la desembocadura del río San Juan, que acumula todos los relaves mineros de Cerro de Pasco, estos relaves terminan entrando al lago y contaminándolo.
* Imagen principal: Luis Castillo, en la Reserva Nacional de Junín. Foto: Cortesía Luis Castillo.
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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