Leyda Rimarachín se fue haciendo bióloga desde los tres años. Sus padres dejaron la ciudad de Cajamarca y se instalaron en las alturas de Bagua Grande, en Amazonas. Levantaron su casa en medio de un bosque nublado, de solitarias y verdes montañas, cortadas por unas quebradas de agua cristalina. Empezaron a cuidar el bosque, como cualquiera haría con su jardín trasero. Lo que más recuerda Leyda de su niñez es ponerse debajo de altos árboles en actitud vigilante y paciente, hasta que aparecieran sus amigos los monos y aprovechar sus descuidos para coger las frutas que dejaban caer. Le encantaba contemplarlos. Gorditos, peluditos, graciositos. Unos amorosos peluches saltarines de un poco más de medio metro de alto, con largos y dorados pelos que salían por debajo de la cola. Leyda y su familia descubrirían años después quiénes en realidad eran esos tiernos visitantes. Crearon el Área de Conservación Privada (ACP) Bosque Berlín en lo que antes era su inacabable patio, empezaron a trabajar con sus vecinos para evitar la deforestación de su área, y se encariñaron cada vez más con los monos. Nunca se imaginaron lo que vendría. Y menos aún, que dejarían de verlos por casa.
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Monada pura
Los amigos de Leyda eran los monos choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda), también llamados tupa, pacorrunto, quillirruntu o quilla corote, por su cola colorada o amarilla. Una especie que solo vive en el nororiente de Perú. Y su situación preocupa.
“Según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), está clasificada como Críticamente Amenazado. Según la ley de Perú la especie está considerada Críticamente Amenazada y figura en CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) como una especie amenazada de extinción. Las estimaciones del tamaño de su población varían entre los 1000 y 5000 individuos. Es preocupante, porque su población es cada vez más pequeña”, dice a Mongabay Latam Sam Shanee, investigador inglés que junto a la también investigadora, su esposa Noga Shanee, fundó la ONG Neotropical Primate Conservation (NPC). Llegaron a Perú hace 10 años, después de haber estado en Colombia y Bolivia estudiando primates, con la intención de quedarse dos meses y encontrar al, por entonces poco visto, mono choro de cola amarilla. Se enamoraron del país, se instalaron entre Amazonas y San Martín, y ahora dedican sus esfuerzos en conservación comunitaria para proteger el hábitat del mono choro de cola amarilla y en campañas contra del tráfico de fauna silvestre.
En 1975 se creó el Proyecto Peruano de Primatología, por la Organización Panamericana de la Salud y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. “La finalidad principal era dejar de capturar monos silvestres para experimentos biomédicos, y empezar a capturar monos silvestres para reproducirlos en cautiverio y luego venderlos para experimentos biomédicos. Suena terrible, pero ese proyecto conllevó a que se hagan muchos trabajos de campo y a que se encontraran nuevas especies para la ciencia acá en Perú. Si la industria biomédica no hubiera necesitado monos para sus experimentos, la primatología en el Perú se hubiera demorado más en dar sus primeros pasos. ¿Sabías por qué el aeropuerto de Iquitos tenía vuelos directos a Miami? No era por turismo, era para transportar monos. Se calcula que anualmente salían 100 000 individuos solo para hacer experimentos. Por cada mono que llegaba vivo a Estados Unidos, morían treinta”, afirma a Mongabay Latam Fanny Cornejo, vicecoordinadora del Grupo de Especialistas de Primates de la UICN para la región andina y además vicepresidente de Yunkawasi, organización que trabaja en temas de educación ambiental y desarrollo alrededor del oso de anteojos y el mono choro de cola amarilla en Amazonas desde hace casi una década.
El mono choro de cola amarilla llega a medir 54 centímetros. A los machos se les reconoce por su impresionante vello púbico dorado y a las hembras por sus vellos más pequeños y delicados. Come frutas, flores, hojas e insectos. Se dice que anda en grupos de entre cinco y 18 individuos, aunque NPC ha identificado grupos de más de 22. Vive en bosques con árboles grandes y altos, que puedan aguantar su peso. Cuando se le encuentra encima de las ramas, bajo la sombra, parece una redonda mancha negra. Sin embargo, cuando le cae directamente el sol, deja ver su denso pelaje color cobre, que hace resaltar su prominente boca blanca. “Es el mamífero endémico del Perú más grande que hay. Eso de por sí, lo pone a un nivel muy atractivo. Es como el oso panda de China (Ailuropoda melanoleuca). Que solo se encuentra en China y está en amenaza de extinción. Es grande, atractivo, carismático y la gente se muere por él. El mono choro de cola amarilla podría ser el oso panda de Perú, pero aún no ha sido ni valorado ni explotado de forma masiva”, afirma Fanny Cornejo.
El hábitat del mono choro de cola amarilla comprende principalmente territorio de Amazonas y San Martín, pero también se le ha encontrado cruzando los límites con Loreto, La Libertad y Huánuco. Se cree que vive entre los 1500 y 3000 metros sobre el nivel del mar, más precisamente en los bosques montanos y bosques de neblina. Sin embargo, una expedición de NPC, liderada por Nestor Allgas, lo divisó en el 2012 en Uchiza (San Martín), a 1086 metros sobre el nivel del mar. “Es un animal que tiene un larguísimo tiempo de evolución y adaptación a un medio bien difícil. Los bosques de neblina son fríos, muy húmedos. Uno lo siente cuando está ahí. La ropa no seca, todo anda mojado. Entonces, esta especie se ha tenido que adaptar y obtener características que te ayuden a convivir en este espacio. Este mono tiene mucho pelo. Yo los he visto en plena lluvia, sentados durante horas en una rama. Es obvio que no se empapan. Imagínate esa bola de pelos llena de agua. Se debería caer con todo ese peso. Entonces podemos deducir que su pelaje resiste al agua”, cuenta a Mongabay Latam la bióloga Mariela Leo, una de las primeras personas en investigar al mono choro de cola amarilla en Perú (en los años 70), y presidenta de la Asociación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (APECO), una ONG con 35 años trabajando en temas de conservación en el país.
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La figurita difícil
La historia de este mono es peculiar. Científicos le fueron poniendo distintos nombres sin siquiera haberlo visto. Allá por 1812, Alexander Von Humboldt, en una de sus expediciones en lo que en la actualidad es Jaén, encontró unas pieles de mono sobre la montura de un caballo. Cuentan los escritos que se emocionó al verlas, las compró y se las llevó a Alemania. Y sin siquiera haberse topado con un solo mono o al menos un cráneo, lo bautizó como Simia flavicauda. Pensaba que los pelos amarillos pertenecían a la cola y por eso el nombre de mono choro de cola amarilla. Nadie supo más de este primate hasta 1927, cuando una expedición liderada por el británico Oldfield Thomas en los alrededores de Rodríguez de Mendoza, encontró otras pieles que describió como Oreonax hendei. Una nueva especie, pensaron. Pero es en 1963, que en un análisis de ambos descubrimientos, se dieron cuenta de que se trataba del mismo mono. Hasta ese momento, seguían sin haber visto a uno de ellos y tampoco sabían si esta especie seguía viva, cuentan los especialistas.
Pasaron décadas para que otra expedición se internara en el nororiente peruano. A fines de los años 60, el joven y atrevido primatólogo estadounidense Russel Mittermeier leyó sobre el mono choro de cola amarilla en la Universidad de Harvard. Lo poco que se sabía sobre esta especie le causó mayor curiosidad al científico. Y reunió dinero para ir a Perú. En 1974 viajó junto a Hernando de Macedo, por entonces director del Departamento de Ornitología y Mastozoología del Museo de Historia Natural de Lima, hacia Amazonas y San Martín. Después de caminar semanas por Chachapoyas, Yumbilla, Rodríguez de Mendoza, Yambrasbamba y alrededores, no encontraron nada. Cuando estaban de regreso, cansados y desanimados, vieron a un soldado con un mono entre los brazos. A medida que se fueron acercando, se dieron cuenta de que lo que buscaban entre los árboles, estaba a punto de subirse a un bus interprovincial.
Esta fue la primera vez que investigadores encontraron a un mono choro de cola amarilla vivo. Las miradas se dirigieron hacia Amazonas y esta especie comenzó a ser reconocida por su importancia, belleza y endemismo. Fue apareciendo en nuevas investigaciones y en Perú, cada vez más personas se dedicaban a conocer más sobre este curioso primate.
Poco a poco lo pusieron como especie prioritaria para conservar. Sin embargo, pasaron los años, y lo que se sabe del mono choro de cola amarilla todavía es insuficiente. Un sentido de urgencia que cobra mayor importancia al saber que, según expertos, Perú está entre los cinco países con mayor diversidad de primates en el mundo y el 30 % de estas sufre algún grado de amenaza.
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Una linda casa
“En un artículo del doctor Lamas, sobre refugios del pleistoceno en el Perú, él señala nueve refugios en el país, y uno de ellos, justo cae en el centro de distribución del mono choro de cola amarilla y de muchas más especies endémicas. Hay un alto endemismo. Puede ser que haya quedado como una isla hace millones de años, y las especies que quedaron en él, tuvieron que ir adaptándose a su hábitat”. Así explica Mariela Leo, lo especial y única que es esta parte del país, donde conviven el mono choro de cola amarilla, el mono tocón de San Martín (Callicebus oenanthe), el mono nocturno peruano (Aotus miconax) y decenas de aves que en todo el planeta solo se pueden ubicar al nororiente de Perú.
Sin embargo, a este lugar le llegó el desarrollo: la carretera Marginal de la Selva o Fernando Belaúnde Terry. “Las carreteras tienen este efecto de espinas de pescado. Que a medida que vas avanzando, se van creando más pequeñas carreteras y centros poblados; vas impactando mucho más hacia los lados, deforestando, destruyendo el lugar. Y sin planes de manejo, la destrucción es mayor. Eso sucedió con esta carretera. Lo podemos ver actualmente, San Martín y Amazonas son de las regiones que más deforestan”, dice Mariela Leo, cuyos cálculos no están lejos de la realidad. Según las últimas cifras publicadas y actualizadas por el Programa Nacional de Conservación de Bosques del Ministerio de Ambiente peruano, entre Amazonas y San Martín, tan solo en el 2015 se deforestaron más de 25 000 hectáreas, su equivalente a los distritos limeños de Villa María del Triunfo, San Juan de Lurigancho, Los Olivos y San Martín de Porres, juntos.
El mono choro de cola amarilla y todos los primates son grandes dispersores de semillas. Los jardineros del bosque. Y sin bosques no hay agua ni aire limpio para el resto de los seres vivos, incluido el ser humano. Para buscar la conservación de esta especie, a partir de los años 80, el Estado con el apoyo de organizaciones no gubernamentales, fue creando áreas naturales protegidas: el Parque Nacional del río Abiseo (reconocido por la UNESCO como Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad), el Bosque de Protección de Alto Mayo y el Santuario Nacional Cordillera de Colán.
Las consecuencias de la carretera y la deforestación continúan impactando gravemente la casa del mono choro de cola amarilla. Cuando Mariela Leo empezó a estudiar a esta especie en los años 80, calculó que había 11 000 kilómetros cuadrados de hábitat potencial. Sin embargo, en 2010, Sam Shanee, determinó en un estudio que habría solo 6000 km2, poco más de la mitad de lo que hubo hace 30 años. Ante esta situación, distintas comunidades empezaron a darse cuenta de que tenían que proteger sus bosques para así mantener su calidad de vida.
“Corosha es una historia positiva. Es una comunidad de Amazonas que conserva sus bosques y puedes ver a monos pasando muy cerca de una población humana. Lo importante de Corosha es que la gente decidió cambiar su forma de vida para conservar. Si la gente no hubiera dejado de cazar monos y tampoco hubiera creado su área protegida, no habría mono choro de cola amarilla tan fácil de ver”, cuenta Fanny Cornejo, que trabaja de la mano con esta comunidad a favor de la conservación de estos bosques nublados. Después de tres años de trámites, el Ministerio de Ambiente de Perú (MINAM) entregó el reconocimiento como Área de Conservación Privada (ACP) Hierba Buena Allpayacu a la comunidad de Corosha, para que siga protegiendo sus tierras. “Lo importante es que estamos cambiando nuestra forma de ver las cosas. Los conservacionistas tradicionales decían que las áreas naturales deben ser intangibles, había que evitar y expulsar a los seres humanos. Sin embargo, la nueva corriente es trabajar con la gente, con las comunidades. La conservación para mejorar la calidad de vida de las personas”, afirma Cornejo, que en la actualidad está trabajando en temas de turismo y productos orgánicos con Corosha, para lograr así su sostenibilidad financiera.
No solo la deforestación está afectando al mono choro de cola amarilla. Su situación se puede poner más crítica a medida que vayamos sintiendo los efectos del cambio climático. “La principal amenaza es la destrucción del hábitat. Pero el cambio climático es un gran problema. Cuando la temperatura del planeta va en aumento, las nubes también se van cada vez más arriba, cambiando el ecosistema en donde vive el mono choro de cola amarilla. Como ellos viven en bosque nublado, tendrán que seguir subiendo junto con las nubes, hasta que se quede sin espacio para seguir subiendo. Ellos necesitan de árboles grandes y fuertes que puedan aguantar su peso. Su hábitat se está reduciendo y es muy preocupante. Otro tema es el café, que cada vez se va más hacia las alturas y es una fuerza económica importante que avanza cada vez más rápido”, cuenta Mariela Leo.
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Mirando el futuro
Todos los especialistas concuerdan. Se necesita producir más información. Y para ello, se necesitan más personas involucradas. No sirve de nada si NPC, APECO, Yunkawasi, MINAM y todas las instituciones relacionadas no se unen para armar un plan de acción para salvar al mono choro de cola amarilla. “Los pocos estudios que hay sobre el mono choro de cola amarilla son pequeños. Cada uno lo ha hecho en un solo espacio, en distintos años y con escalas temporales dispares. Debemos ver la forma de recolectar información en simultáneo en todos los lugares donde los hayamos identificado, en Corosha, en Yambrasbamba, en Abiseo, en Alto Mayo, en Colán, en el ACP Bosque Berlín. Así recién vamos a tener información que realmente pueda ser comparable y poder hacer un verdadero plan de acción”, sentencia Fanny Cornejo.
Además de producir más información, se necesita educación, ya que los niños serán los próximos líderes y los principales defensores de sus bosques. “Como NPC hacemos muchos trabajos de educación ambiental, estudios de su estado de amenaza y trabajos de conservación con comunidades locales, ayudándoles a crear nuevas áreas protegidas. También organizaciones como APECO, AMPA (Amazónicos por la Amazonía), ECOAN (Asociación Ecosistemas Andinos) y el Equipo de Primates Loreto, entre otras, han realizado trabajos similares para esta especie. Tenemos que seguir produciendo información, pero también reforzando la educación”, dice Sam Shanee con la misma ilusión que lo trajo a Perú en busca de un primate que según algunos, ya estaba extinto.
En el Área de Conservación Privada (ACP) Bosque Berlín, donde la bióloga Leyda Rimarachín y sus hermanas jugaban a ser monos, dejaron de recibir la visita de estos atentos primates de vellos amarillos por casi dos décadas. La deforestación de los alrededores de su casa, cortó el camino natural que siempre tomaban. Una familia se quedó atrapada en un parche de bosque en medio de la montaña y los Rimarachín están luchando para protegerla. “El año pasado nació una cría de esta familia, pero es poco probable, a largo plazo, que esta familia sobreviva. No se pueden mover ya que necesitan de árboles para trasladarse y terminarán por morir. Pero igual los usamos para hacer nuestros análisis de comportamiento, y también los usamos de ejemplo para hablarles a los vecinos y niños de que esto no debe volver a suceder y que los monos son de alta importancia para la salud del bosque. Más adelante queremos mapear todos los grupos presentes en la intercuenca del río Utcubamba y el Marañón, donde se ha realizado casi nada de investigación”, dice Rimarachín, que lidera este sueño familiar que anda por las nubes. Antes de terminar, hace una pausa y sonríe: “hace muy poco hemos visto cinco monos en un extremo del ACP. Al parecer es otro grupo. Vamos a verificarlo. Estamos bien emocionados. Todavía queda mucho por hacer”.
El artículo original de Jack Lo Lau fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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