La contaminación por basura, principalmente plástica, es uno de los grandes problemas que afecta hoy a los ecosistemas marinos. Cada año se vierten en los mares del mundo alrededor de 11 millones de toneladas de plástico.
De ese total, “se estima que al menos el 10% se compone de los residuos de la pesca, lo que significa que entre 500 mil y 1 millón de toneladas de artes de pesca están probablemente entrando en el océano cada año”, dice un informe de la organización ambiental WWF que reúne información de diversos estudios científicos publicados y reportes oficiales de la Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los aparejos de pesca que son abandonados accidental o intencionalmente en el mar son conocidos como redes fantasma, ya que continúan generando un impacto en la fauna marina —algunas durante décadas— aunque nadie las recoja . “Son los desechos plásticos más perjudiciales para los animales marinos”, considerando que a nivel mundial «el 66 % de los mamíferos marinos, el 50% de las aves marinas y 100% de las especies de tortugas marinas se han visto afectados por ellas", señala el documento. Este indica también que algunos de los equipos de pesca perdidos incluso “destruyen corales, arrasan con los animales y los arrancan de sus hábitats, dañan la vegetación, acumulan sedimentos y bloquean e impiden el acceso hacia hábitats específicos”.
La recolección y reciclaje de las redes de pesca en desuso son algunas de las medidas que los conservacionistas impulsan como parte de un plan más amplio y ambicioso: la creación de un tratado global sobre contaminación marina por plásticos, que establezca el camino a seguir para reducir la enorme cantidad de basura que ingresa anualmente a los océanos.
En Perú, en una pequeña caleta costera, los pescadores artesanales están haciendo esfuerzos para que sus artes de pesca sean recicladas y no terminen en el mar.
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Redes recicladas
Las redes fantasmas, además de ser una amenaza para la vida marina, también son perjudiciales para la economía de los pescadores, pues un 90% de lo que ellas capturan son especies comerciales. Además, el extravío del arte en sí mismo también significa una pérdida valiosa. Es decir, como lo indica el informe de WWF, las redes fantasmas no benefician a nadie; por el contrario, existen estudios, en el hemisferio norte sobre todo, que estiman que “el 5,7 % de todas las redes de pesca, el 8,6 % de las trampas y nasas, y el 29 % de todos los sedales de pesca utilizados en todo el mundo quedan abandonados, se pierden o se desechan en el medio ambiente”, con el perjuicio económico y ambiental que esto significa.
En América Latina, no obstante, la información sobre la cantidad de artes de pesca que se pierden anualmente en el océano es casi nula, aunque eso no significa que el problema esté ausente, asegura Aimee Leslie, Directora del Programa Marino de WWF Perú. “En las costas del Perú es muy común ver redes tiradas en la playa, enmalladas entre piedras, inclusive entre las casas en las comunidades”, dice Leslie.
Las razones por las que estos aparejos de pesca terminan en el mar son varias. Una de ellas es cuando se enredan en los fondos rocosos, en los corales, o cuando simplemente “se pierde control sobre el arte, ya sea porque se movió o se la llevó alguna embarcación, por ejemplo, enredada en las hélices”, explica la Directora del Programa Marino de WWF.
Otra razón es la pesca ilegal. En México, por ejemplo, quienes capturan totoaba (Totoaba macdonaldi) —pesca que está prohibida— abandonan las artes de pesca para no ser descubiertos. Las redes fantasmas que resultan de esta actividad ilícita terminan perjudicando, además, a la vaquita marina (Phocoena sinus), un animal que se encuentra en Peligro Crítico de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Pero estas redes también terminan en el océano cuando los pescadores, por desconocimiento, las arrojan al mar cuando ya no les sirven, asegura Leslie.
“En el caso de Alemania, donde tienen conciencia de que las redes fantasmas generan un impacto, los pescadores hacen un esfuerzo no solamente por no arrojar las redes al mar sino por tratar de recolectarlas cuando las encuentran o reportarlas a las autoridades”, asegura Leslie. “Es por eso que allí los esfuerzos están más enfocados en recolectar las artes de pesca que están abandonadas en el mar”.
Diferentes tecnologías se han implementado para retirar de los océanos las redes fantasma. Una de ellas consiste en un sonar que detecta los lugares potenciales, en los fondos marinos, donde estas artes de pesca pueden haber quedado abandonadas. Otra es la utilización de una especie de rastrillo, explica Leslie, que se utiliza en los fondos arenosos y que recolecta las redes fantasmas.
Según la experta, en América Latina, la mayor fuente de redes fantasma proviene de la pesca artesanal “porque son las pesquerías que tienen menos acceso a facilidades de recolección y también menos exigencias y control”. Es por ello que los esfuerzos en la región se están concentrando en generar conciencia en los pescadores para frenar el impacto negativo que tienen las redes fantasmas en el medio ambiente y sus economías, creando así facilidades para la recolección de las artes de pesca en desuso, asegura Leslie.
Rodolfo Chulle, administrador del desembarcadero de Los Órganos, una caleta pesquera ubicada en la región de Piura, al norte del Perú, asegura que una red de pesca puede durar apenas unos tres meses y que, muchas veces, los pescadores, por falta de información, desechan sus redes en el mar. Sin embargo, en Los Órganos, esa costumbre ha comenzado a ser erradicada.
WWF Perú y la empresa Bureo, dedicada al reciclaje de artes de pesca, instalaron allí un punto de acopio donde los pescadores pueden dejar las redes que ya no utilizan. Además, los pescadores recibieron información sobre los impactos que tienen las redes fantasmas. “Solamente con ese incentivo de tener el conocimiento y una facilidad de donde depositar las redes llevó a que hubiera grandes resultados”, asegura Leslie. “En una cuestión de tres o cuatro meses —indica— se recolectó una tonelada de redes”.
Cada año, Bureo —que opera en Argentina, Chile y Perú— ha ido recolectando más redes de pesca para su reciclaje. “El primer año fueron tres toneladas de redes y este año estamos reciclando más de 500 toneladas”, asegura Ben Kneppers, co-fundador de Bureo. “Nuestra meta es reciclar más de mil toneladas el próximo año”.
Según Leslie, son varias las pesqueras industriales de anchoveta que en Perú donan sus redes a Bureo para que sean recicladas. Esa es, de hecho, la principal fuente de obtención de materia prima, asegura Kneppers. Aquellas redes que no son donadas a Bureo, “normalmente se utilizan para poner en el suelo de los puertos para que las personas no se resbalen o para hacer bolsas, es decir, hay una vida útil que se les da a las redes de cerco industriales”, dice Leslie. Sin embargo, la experta agrega que “no existe esa segunda vida para las artes de pesca artesanales”. Es por eso que tanto WWF como la empresa recicladora esperan que cada vez sean más las caletas de pescadores que recolectan sus artes de pesca, como ya se hace en Los Órganos, para que sean recicladas y no terminen en el mar convertidas en redes fantasmas.
El destino final de las redes recicladas comenzó siendo la fabricación de tablas de skate, aunque la gama de productos se ha ido ampliando. Actualmente, sillas de escritorio, lentes de sol, accesorios de bicicleta y hasta ropa de montaña se fabrican con antiguas artes de pesca.
Un tratado global para frenar el plástico
En la década de 1950, la producción de plástico era prácticamente cero. En 2013, según el programa para el medio ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA), la cifra se disparó hasta las 262 millones de toneladas. Si no se toman acciones para detener el ingreso de plásticos al mar, la curva de contaminación de los océanos por este material seguirá en ascenso, según el PNUMA, ya que para el 2050 se estima que la producción alcanzará las 1800 toneladas.
Es por ello que WWF ha comenzado una campaña de recolección de firmas para que se establezcan negociaciones para la creación de un tratado global sobre contaminación marina por plásticos. “A estas alturas de la historia, donde sabemos los impactos negativos que tienen los plásticos, es hora de que tengamos un esfuerzo internacional vinculante, con una visión clara de cómo vamos a eliminar esta descarga al mar”, dice Leslie.
“Lo que quisiéramos ver —agrega la encargada del programa marino de la ONG— es que se definan objetivos claros, medibles, en una línea de tiempo definida, de cómo se va a reducir la cantidad de plástico que entra al mar y también cómo se van a proveer los recursos necesarios para estos esfuerzos”, dice. Además, la experta agrega que es necesario que en dicho tratado se establezca claramente cómo se va a reportar y verificar que efectivamente los países firmantes estén reduciendo la polución por plásticos.
El objetivo de WWF es recolectar, de aquí a febrero 2021, al menos dos millones de firmas para entregarlas a los gobiernos en el seno de las Naciones Unidas y demostrar así el apoyo de la comunidad global a la necesidad de establecer este tratado global de plásticos.
Aunque dicho tratado hace referencia a la contaminación por plásticos en un sentido amplio, eliminar las redes fantasmas significaría un importante paso hacia la recuperación de los océanos. El ejemplo de Órganos, la caleta de pescadores artesanales en el Perú, es prueba de que importantes mejoras son posibles solo con informar y entregar soluciones simples para que el mar no continúe siendo un basurero de las artes de pesca.
El artículo original fue publicado por Michelle Carrere en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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