El fútbol se parece a la vida en que ninguno de los dos tiene guion ni sentido aparente, señalaba el escritor mexicano Juan Villoro, mientras que el dramaturgo irlandés Samuel Beckett apuntaba una esencial diferencia: la vida no tiene partido de vuelta. En el punto medio entre lo real y lo ideal podríamos ubicar el matrimonio, ese momento determinante en que vida y melodrama confluyen. Para quienes hacen del fútbol una religión, la boda de un futbolista podría equipararse con un subgénero de los santos sacramentos.
Edison Flores y otras “bodas del año” que te emocionaron más que un gol
La publicidad mediática que recibe el enlace del seleccionado peruano Edison Flores y su novia Ana Siucho, este 21 de diciembre, convierte el acto en un cuento de hadas para las masas, como si una boda ajena pudiera compartir con la hinchada una pizca de aquella felicidad. En la sociedad del espectáculo, un jugador se ubica en una posición expectante cuando sabe qué, además de su oficio, está desempeñando un papel simbólico.
Para el sociólogo y escritor Juan Carlos Cortázar, el popular “Orejas” es un personaje sumamente interesante. Para él, su matrimonio claramente posee una narrativa simbólica de la que han sabido sacar provecho los medios y la televisión, comparable en el Perú a los enlaces de la nobleza europea. “Uno puede ver la serie “Los Windsor” y preguntarse para qué sirve la familia real británica. Puede que para nada, salvo para casarse y tener bodas espectaculares, como la de Diana de Gales, para entusiasmar al pueblo” afirma. En el caso de la boda del futbolista en el Santuario Arquidiocesano del Sagrado Corazón de Jesús en Surco, Cortázar advierte el relato de un éxito que va más allá de su prestigio como futbolista. “Tiene que ver con los ejes claves de la discriminación en el Perú: el socioeconómico y el racial”, afirma.
Un crack de una nueva generación
Flores comenzó a deslumbrar con el balón a los diez años, en la academia de Héctor Chumpitaz en Comas. Su habilidad, años después, cumplió un sueño colectivo, sus victorias fueron sentidas como propias por miles. Con su sonrisa de niño bueno y sus goles en la selección, el volante izquierdo Edison Flores y hoy flamante novio ha hecho sobrados méritos para ganar la simpatía de millones.
Como advierte la escritora y Socióloga Irma del Águila, el “Oreja” es un personaje carismático no solo por sus triunfos en la cancha. En efecto, el jugador no le ha hecho el quite a problemas sociales urgentes y muchas veces lo hemos visto dando ejemplo de solidaridad en palabra y hechos. “Flores no solo es un “emergente” que vuelve a sus orígenes (visita a su colegio en Collique, por ejemplo) sino que hay mucho de afirmativo en su imagen en medios: no aspira a la “asimilación” entendida como un “ascenso social”, afirma.
En ese sentido, explica la investigadora, Edison Flores cuestiona los fundamentos de ese ascenso social, con sus reclamos de “integración” entre peruanos y reconocimiento de la diversidad del país. “A diferencia de la asimilación, hay un cuestionamiento del orden social y del privilegio. No me imagino (tal vez me equivoque) al “Orejas” desvelándose por ser aceptado por la junta de propietarios de un condominio en Asia. En una declaración al New York Times, apuntó clarito a las “clases altas” por ejercer el desprecio de cada día, “Las clases altas creen que pueden decir y hacer lo que quieran, pero eso debe acabar”.
No es como otras bodas
Para el público, el valor simbólico de la boda de Flores no tiene nada que ver con la frívola ceremonia ocurrida hace 30 años, el 7 de noviembre de 1989, cuando Diego Armando Maradona y su novia Claudia Villafañe gastaron cerca de 2 millones de dólares en una majestuosa y extravagante boda en una Argentina arrasada por la hiperinflación galopante. Tampoco puede compararse con la de la diva televisiva Gisella Valcárcel y el entonces futbolista Roberto Martínez, realizada en 1995 bajo los focos de todos los medios nacionales. Un enlace que soportó tres años pues, como señalaría años después Martínez al diario “Trome”, “mi matrimonio era un cuento de hadas, pero en la vida real no todo es felicidad".
Para Cortázar, lo que hace especial el enlace del futbolista del Morelia, comparado al de Maradona o al de Gisella, no es que su costo alcance los 500 mil soles o que la fiesta se realice en las instalaciones del Estadio Monumental de Universitario de Deportes. Su importancia radica en que ha invertido las reglas del melodrama convencional: “Generalmente, en el cuentos de hadas es el género femenino el dominado, es la mujer la que accede al príncipe azul. Aquí, Flores es “el cholo”, “el color puerta”. Eso hace interesante la historia, porque altera la jerarquía usual”, señala el sociólogo (Por cierto, no deja de ser simbólico también que el sacerdote Pablo Larrán, encargado de unir a la pareja, haya también oficiado el enlace de Gisela Valcárcel y Roberto Martínez). “Estos dos chicos logran remover los ejes de la discriminación en el Perú, y eso va más allá de lo futbolístico. Hay allí una historia fabulosa que, ojalá, alguien la cuente”, añade.
Para la escritora y socióloga Irma del Águila, la prensa del espectáculo está de plácemes con esta boda, pues lo tiene todo para ser un evento mediático. Sin embargo, coincidiendo con Cortázar, si bien Flores comparte la condición de futbolista de Roberto Martínez, simbólicamente tiene más de Gisela, en su dimensión de figura mediática y de origen popular. “Él es de Comas, ella de La Victoria. La boda de Gisela y Martínez tuvo picos de audiencia impresionantes, más de 50%. Es posible que la de Flores y Siucho también alcance cifras importantes. Y hasta ahí el símil, porque hay casi veinticinco años de diferencia entre una boda y otra, en ese lapso, nuestra sociedad ha experimentado cambios importantes”, afirma.
“Edison Flores es futbolista, un mundo con figuras que suelen refrendar valores de un orden conservador y la ética del trabajo (aunque también están los actos de indisciplina y “excesos” con vedettes, a las que se señala como causantes del “fracaso” masculino). Pero el “Orejas” y otros jugadores nacidos a fines del siglo XX han crecido expuestos a otros discursos desde el Estado y la sociedad peruana, como la denuncia de la discriminación por origen étnico, de clase o lengua. Y esto es de resaltar, es la educación pública y el trabajo de incidencia la que ha hecho la diferencia. Y la agenda global, claro, en un mundo donde la comunicación en redes virtuales y en formato digital “existen”, tienen un peso tangible, impensable hace treinta años”, señala la socióloga.
A propósito, Del Águila nos recuerda la campaña emprendida por Flores y otros jugadores de la selección nacional de fútbol cuando prestaron su imagen para una campaña contra el racismo, promovida por el Ministerio de Cultura. “Un elemento a destacar es que los jugadores no promueven el respeto del “otro” peruano (cholo, mestizo, afroperuano. Pobre, a final de cuentas), sino que ellos mismos se asumían cholos, mestizo, afroperuanos, etc. Eso es afirmativo”, afirma.