“Succession”: la crítica de Sebastián Pimentel a la serie de HBO

La vena shakespereana inunda esta estructura casi operática donde Logan Roy —soberbio Brian Cox— es un nuevo ‘godfather', solo que diseñado a la medida de Rupert Murdoch, el magnate de Fox. Logan es uno de los dueños del mundo gracias a su conglomerado mediático, y debe lidiar con su trabajo más difícil: decidir a cuál de sus cuatro hijos cederá el mando de su imperio multimillonario.

Como en una nueva reescritura de “Ran” de Kurosawa (basada a su vez en “El rey Lear”), la serie registra con el nervio de un reportaje que filma, en vivo, un acontecimiento real. Y con un tono entre gris y azulado, casi monócromo, que imita las superficies metálicas de los rascacielos de Nueva York. Hay acá un estilo despojado que se concentra en una red alianzas y humillaciones que tienen al poder como único trofeo al que aspirar.

No hay concesiones a espectáculos vistosos. Lo de Armstrong es una puesta al día del teatro isabelino, de la poética de la destrucción entre visceral, delirante y patética de una familia real. Pero es la vertiente más oscura y ácida de Shakespeare, porque pese a los abismos dramáticos que se ciñen sobre los hijos de Logan, sobrevuela esa mordacidad llena de hondura filosófica que se luce en los mejores momentos del autor de “Hamlet”.

“Succession” es, por otra parte, la demostración de que el formato de serie no es más que una nueva métrica para el largometraje. El que permite construir con coherencia —siempre en una evolución que permitirá cerrar un círculo trágico— a los personajes, en este caso los hijos de Logan, cada uno más fascinante que el otro: el loco (Alan Ruck), el díscolo (Kieran Kulkin), el descarriado (Jeremy Strong), y la cerebral (Sarah Snook).

Esta también es una excelente muestra de que toda obra destinada a permanecer no hace más que traducir su tiempo. “Succession” es una serie sobre la sociedad del control de la información, pero, sobre todo, sobre una clase social que decide lo que la gente puede ver o creer, sobre una casta aislada en un mundo de castillos, helicópteros y barcos de lujo, donde el dinero es tan excesivo que pierde si significancia real.

Hay un comentario muy actual a este emporio que vive la angustia de los cambios de tecnología —sensible tema para los conglomerados mediáticos—, que tiene que lidiar con traiciones y hechos luctuosos que la hacen peligrar. Pero, por otro lado, “Succession” traslada, al interior de la familia, esa lógica corporativa del mundo de hoy: los hijos deben competir para no morir, pero también deben luchar con sus propios afectos de hermandad.

Con esta serie sucede lo que es usual en las mejores películas; estamos ante la fundación de un nuevo género, uno que logra fusionar —en una especie de inédita y extraña armonía— comedia y tragedia, drama y sátira, intimismo y teatralidad. Y lo hace gracias a su particular uso del zoom (rápido acercamiento focal de la cámara): cada personaje ofrece un renovado estupor ante cada nueva revelación o línea de diálogo que no vio venir. Y, como un fondo de verdad eterna, “Succession” nos da ese espejo deformado de las lides que todos los mortales libramos al interior de nuestras propias familias.

LA FICHA

Título original: Succession

Género: Drama

País y año: EEUU, 2018-2019 (dos temporadas)

Directores: Jesse Armstrong (Creador), Adam McKay, Mark Mylod y otros.

Actores: Brian Cox, Jeremy Strong, Sarah Snook, Kieran Culkin, Alan Ruck.

Calificación: ★★★★★ de 5

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