Durante un tiempo estuve subestimándola; pero la moda es poderosa en todo sentido: transmite un mensaje o manifiesto, impulsa una industria que da empleo a millones de personas, conlleva responsabilidad social... En el 2015 hubo varios eventos de la moda, son indicios de que esta industria va por un mejor camino.
Obviamente, hay aún grandes, sino lamentables y terribles problemas por combatir, como las condiciones de trabajo en las fábricas de ‘retail’. Pero la buena noticia es que somos más conscientes y contamos con más información. Como consumidores tenemos más opciones para elegir.
La moda ha sentado un precedente en el interés de llegar a nuevos escenarios. Por ejemplo, este 2016, Chanel presentará su colección Crucero en Cuba. Lo que es una gran sorpresa, ya que nadie se hubiese imaginado que alguna vez esta isla volvería a ser testigo del glamour de la alta costura. Pero la moda no solo se está abriendo a nuevos escenarios, sino también a nuevos públicos: en la pasada Semana de la Moda de Nueva York, el diseñador italiano Ricardo Tisci abrió las puertas del desfile de Givenchy y, bajo el concepto de hacer un desfile para todos, ofreció y reservó 800 tickets para personas de a pie. El desfile, a pesar de contar con celebridades, también tuvo como asistentes a estudiantes de moda y demás interesados fuera del círculo.
Otro segundo punto interesante es que la moda masculina ha comenzado a dar sus primeros pasos. No solo se celebró la primera semana de la moda masculina (en Nueva York, claramente), sino que en los últimos años se ha podido observar la aparición de un nuevo consumidor: uno al que le gustan las marcas de lujo. De acuerdo con las palabras de Donatella Versace: “son los hombres los que no quieren vestirse de manera estándar, sino que quieren resaltar a como dé lugar. Están hambrientos de moda”.
Una de las principales demostraciones de este fenómeno del despertar de la moda masculina ocurrió cuando H&M lanzó su colaboración con la marca de alta costura Balmain (la colaboración más exitosa en la historia de H&M). La presencia de chicos en las tiendas era casi igual a la femenina y no se trataba de jóvenes desprendidos que hicieron cola por horas para comprar prendas para sus novias; no se equivoquen: se trataba de jóvenes dispuestos a pasar horas en cola para comprarse una prenda de lujo a precio asequible.
La imagen viral o representativa de esto es la fotografía de un cliente que sale de una de las tiendas, como si fuera el mismísimo Papá Noel en Navidad: repleto de bolsas.
Y quizá uno de los logros o avances más importantes es la conciencia que hemos desarrollado frente a la industria. ¿Con qué queremos contribuir? Sabemos que si consumimos moda rápida y de bajo precio, la calidad no será de la mejor y, además, es probable que la prenda proceda de una fábrica, donde la mano de obra es tratada en condiciones deplorables. Información al respecto sobra. Sabemos también que si pagamos un poco más estaremos comprando mejor, y evitando que el círculo sinfín de la demanda y consumo frene un poco con los abusos de la mano de obra.
Tenemos poder y capacidad de elegir qué queremos, sin sentir vergüenza por cambiar de marca o por probar aquello que consideremos correcto. Así de fácil.
Lo que tenemos que hacer es motivar a todos a sentar un buen ejemplo y consumir responsablemente, preguntándonos ¿quién hizo mi ropa?