Natalia Parodi: "Arte, terapia y expresión"
Natalia Parodi: "Arte, terapia y expresión"
Natalia Parodi

Los tres grandes espacios de crecimiento a lo largo de mi vida fueron la universidad, el teatro y la terapia, donde aprendí sobre el mundo, sobre el arte y el juego y sobre mí misma. Hoy voy a hacer mención a un lugar en el que las tres cosas se unieron y donde, además de aprender y seguir creciendo, encontré a los de mi especie.

Yo era psicóloga de día y actriz de noche. Ambas cosas me apasionaban, pero eran dos actividades inconexas como si, de alguna manera, yo tuviera una doble vida. Eso se integró cuando ingresé a TAE PERÚ, donde hice la Maestría en Terapia de Artes Expresivas. En esa casa de estudios recibí mucho más de lo que había esperado.

¿Qué es TAE? Es un lugar inspirador. Una casa donde encontré a otros que como yo creen en el poder transformador del arte. Una comunidad de personas sensibles y agudas, dispuestas a afrontar la incertidumbre del proceso artístico en busca de la riqueza que saben que llegará. Decididos además a compartirla y a ofrecer este tipo de experiencias a otras personas, familias, grupos y comunidades. En buena cuenta, un lugar que aporta salud mental a nuestra ciudad.

Yo soy egresada de la primera promoción. Me inscribí cuando aún era un concepto, un proyecto de cinco amigos que provenían de la psicología, la filosofía, la danza, la pintura, el clown y la poesía, que trajeron esta propuesta de Suiza y fundaron en Lima la primera institución de su especie de Latinoamérica. Los primeros tuvimos fe en ellos y en su propuesta y muchas mariposas en el estómago. Y me enorgullece ser parte de esto que ahora es una realidad tan palpable como potente, y que ya ha enriquecido y transformado la vida de muchas personas.

Cuando decidí estudiar la maestría lo hice pensando en que adquiriría conocimiento y herramientas para mi trabajo, pero lo que obtuve fue una filosofía de vida, que me transformó por completo. A veces no fue fácil entregarme a la incertidumbre. Otras veces fue difícil explorar algunas artes que me resultaban más desafiantes que la mía. Hubo momentos en que sostener el ritmo de estudio era también agotador. O momentos en que no llegaba a entender o incluso discrepaba con lo que se postulaba. Sin embargo, atravesé la experiencia de la mano de grandes profesores –cuidadosos y sabios– y fui entendiendo, atando cabos entre lo teórico y las experiencias artísticas, hasta dejarme nutrir por las artes expresivas y convertirme yo misma en terapeuta.

Llevo en la memoria frases que he recogido en TAE: ‘Confía en el proceso’, ‘Sé un sirviente de tu alma’, ‘Menos es más’, ‘El poder de la imaginación’, ‘Abrir pequeñas puertas a lugares más grandes’. Frases cuya profundidad se ha ido develando durante la formación y también resonando en los años que le siguieron, a nivel personal y profesional.

Un problema clásico que afrontamos las personas hoy en día es la dificultad para concretar nuestros sueños y hacer que estos no se queden colgados como fantasía inaccesible e inconclusa. La propuesta de TAE nos hace ver el gran vehículo que son las artes para despertar nuestra creatividad y crear puentes entre lo que soñamos y nuestra realidad. Nos recuerda además que las artes no son patrimonio exclusivo de los profesionales, sino que cualquiera de nosotros puede acceder a ellas. Que todos nos movemos, soñamos, vemos, escuchamos e intuimos. Y que podemos entretenernos y conmovernos como espectadores por el cine, el teatro, la música, la pintura o la danza, pero también podemos permitirnos crear y jugar.

En una ciudad tan compleja y llena de bulla como Lima, donde el estrés, la cólera, la depresión y la ansiedad son pan de cada día como en un jardín donde la hierba mala crece, TAE se enfoca en sembrar el tipo de propuesta y ciudadanos que queremos tener y ser. Acaban de cumplir diez años. Que sean muchos más y que sigan sembrando, cultivando, cosechando y expandiendo su buena semilla.

 

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