Caminando por Buenos Aires me crucé con una exposición callejera de diseñadores de ropa. Había cosas maravillosas: blusas, polos, faldas y jeans con estampados bellos. Todo el look casual que tanto me gusta. Imaginé que pasaría el resto de la tarde comprando ahí; pero apenas estuve quince minutos y luego me fui con las manos vacías.
La responsable fue una señora cincuentona con quien entablé una conversación que fue más allá de sus diseños. Me comentó que la vida no andaban bien en Argentina, que la plata no alcanzaba, que no había trabajo y que por eso tenía que ofrecer sus cosas en la calle.
Antes de que yo interviniera, comenzó a darme la explicación principal –a su entender– de este caos: los peruanos. Según ella los inmigrantes en Argentina estaban acaparando los puestos de trabajo con mano de obra barata. Entendí que no había reconocido mi acento. Estaba a punto de perder un cliente. Así que la dejé continuar mientras culpó a los peruanos de la crisis económica y del incremento de la delincuencia. Dijo que solo estaban ahí para robar, mear en la calle, estafar y prostituirse.
Tengo grabadas en mi mente dos frases de ese desafortunado encuentro: «Che, ¿qué pasó en Perú? ¿Abrieron las cárceles y los mandaron a todos aquí?» Inmediatamente después la segunda frase: «Y vos, ¿de dónde sos?» Le respondí en voz alta y seria: «De Perú», estaba furiosa. Ahí se acabó la conversación. Intenté sonreír y me fui.
En ese momento no pude razonar ni ser objetiva. Estaba indignada, no me salía ser amable y menos aun comprarle ni un botón a esta persona que insultaba así a mis compatriotas. Quizá había sido víctima de un asalto y justo el responsable resultó ser un peruano, no sé. Fue tan simplista e ignorante su generalización. ¿Acaso no hay delincuentes argentinos?
Ocho años después de aquel día veo las cosas de otra forma. No pienso que todos los argentinos son unos discriminadores. Tuve la mala suerte de cruzarme con alguien así.
Pero, ¿qué me dicen del multimillonario Donald Trump? Hace unas semanas lanzó –una vez más– su precandidatura por el Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Lo hizo con un discurso lleno de estupideces racistas contra mexicanos y, en general, latinoamericanos.
Lo que me asusta es que, el domingo pasado, según una encuesta de Fox News, iba a la cabeza entre los precandidatos de su partido. No se trata de un ‘x’ cualquiera sino de todo un partido que avala lo que piensa:
«¿Cuándo le ganaremos a México en la frontera? Se burlan de nosotros, de nuestra estupidez y ahora nos están ganando en lo económico. No son nuestros amigos, créanme. Nos están ganando económicamente. Estados Unidos se ha vuelto un basurero para los problemas de todo el mundo. Cuando México nos manda su gente, no manda a los mejores. Nos mandan a gente con muchos problemas y nos traen sus problemas acá. Traen droga, crimen, son violadores. [...] Nos están mandando a la gente incorrecta. [...] Vienen de Sudamérica y Latinoamérica y probablemente del Medio Oriente». Poco importa que en algún momento Trump reconozca que tal vez no todos son así.
Desde esas declaraciones, Univisión, NBC, Televisa, Macy’s y las empresas del magnate mexicano Carlos Slim han roto relaciones comerciales con Donald Trump. Además artistas latinoamericanos han expresado su rechazo a tales afirmaciones xenófobas.
Colombia canceló su postulación para sede del certamen, que, como saben, es propiedad de Trump. La actual Miss Universo, una bella colombiana lo ha criticado y ha sido víctima de más insultos. ¿Y qué pasa con nuestra Miss Perú Universo?
El otro día miraba atenta el bloque de espectáculo del noticiero porque estaba al aire la directora del certamen. Dijo que, de realizarse el concurso, Perú participaría. Se rehusó a manifestarse en contra de las afirmaciones discriminatorias contra los latinoamericanos. Dijo algo así como que una cosa son sus declaraciones políticas y otra la organización.
Yo escuchaba decepcionada. Luego entrevistaron a la Miss Perú Universo. Imaginaba que si la organizadora no se atrevía a decir nada contra el empresario estadounidense, ella menos. Pero lo que me dejó boquiabierta es que presentó a su novio: nada menos que un joven me-xica- no.
Como diría el Chavo del Ocho al escuchar a Kiko decir tonterías en medio del salón: «¡Qué bruto, póngale cero!».