Anaí Padilla: La necesidad de conocerse a uno mismo - 2
Anaí Padilla: La necesidad de conocerse a uno mismo - 2

Por Stefanie Pareja 

A los 18 años, Anaí Padilla se rapó la cabeza porque quería conocer la forma de su pelo. La actriz que lleva ahora una ondulada y magnética cabellera creció como una niña de cabello lacio. Como todas las otras niñas de su clase. Su mamá se lo laceaba porque era más práctico para peinarla y mandarla al colegio. Pero después de graduarse, cuando la adolescente Anaí empezó a pasar más tiempo fuera de casa, se dio cuenta de que, para muchos, ella era una mujer distinta solo por tener la piel negra. Expuesta al racismo, se cuestionó qué significaba ser una mujer afroperuana y desahogó esa urgencia por conocerse rapándose la cabeza. “Yo ni siquiera sabía cómo crecía mi pelo”, recuerda.

Dejar crecer su cabello natural fue solo el primer paso en la exploración personal de la actriz. Anaí, quien es nieta de Porfirio Vásquez y sobrina de Pepe Vásquez, estaba comprometida con conocer la historia de su familia. La actriz ahora una mujer de 27 años orgullosa de su ascendencia afroperuana. Cree que esa inclinación suya a nunca rendirse es un regalo de la genética. Estudiar el pasado de la comunidad afro en el Perú la ayuda a sostenerse en la sociedad de hoy. Por eso esta actriz, que también estudió cosmetología, quiere abrir un centro de belleza solo para mujeres negras, donde se les explique la historia de la cultura afro, mientras embellecen sus rulos. Un lugar donde las mujeres construyan identidad desde la raíz de su cabello.

Según lo que nos cuentas, tu cabello es el resultado de una investigación personal para conocerte a ti misma.
Conectarme con mi cultura me permitió formar una identidad. La mayoría de mujeres afro no terminan de construirla, porque no se conectan de raíz con su cultura. A mí me empezó a interesar la historia de mi familia y empecé a investigar y a descubrir todo un nuevo mundo. Allí apareció la pregunta «¿Quién soy?». Hasta el día de hoy mi mamá me dice «péinate esa cabeza» (risas). Antes yo renegaba y quería explicarle tantas cosas. Ahora ya me río, porque sé que esta soy yo y así es como me quiero ver.

¿Tu mamá se lacea el cabello?
Sí y eso no está mal. Yo no creo que todas las mujeres negras tienen que llevar el cabello afro para demostrar su identidad. Yo ahora sé quién soy y de dónde vengo; así que si en algún momento quiero lacearme eso ya no me va a quitar mi identidad. El problema es que muchas mujeres se lacean solo porque está de moda o porque creen que es lo correcto. Es como pensar que ser flaca es mejor. Cuando saqué todos esos estereotipos de mi vida, empecé a descubrir quién era y a construir mi identidad. Luego eso se reflejó en mi apariencia.

¿Qué recuerdas de lo que investigaste sobre tu historia familiar?
Leí mucho sobre la historia de la comunidad afro en distintos países. Pasé por una época en la que sufría leyendo todo lo tristemente vivido. La esclavitud y los abusos. Hasta hace unas décadas existía tal división en Estados Unidos, los barrios de negros y blancos, los sitios separados en el autobús. Fue terrible. Me topé con toda esa realidad al tratar de investigar sobre mi familia. Mi bisabuelo era nieto directo de un africano que estuvo esclavizado. De ahí se rescata la música, la letra y los ritmos que trajo a Lima.

¿Descubriste algo sobre la comunidad afro en general que admires hasta ahora?
Lo que más me sorprende, y creo que está en los genes, porque yo también me siento así, es la resistencia. Aguantar tanto dolor y maltrato y, sin embargo, seguir avanzando. Seguir luchando. Estudiar eso es lo que muchas veces me da aliento. Lo que uno vive ahora es nada en comparación a lo de antes. De ahí la importancia de conocer nuestra historia. Cada vez hay más organizaciones que promueven la cultura afroperuana y hay más jóvenes haciendo conciencia y reconociéndose. Eso es maravilloso, pero aún somos muy pocos quienes formamos identidad. Para muchos somos estereotipo y para la misma gente negra también. Todavía sentimos que el negro es el que sabe cocinar, bailar, tocar. Los afrodescendientes somos mucho más. Hay destacados en literatura, abogados, políticos. En la construcción de este país hubo gente negra. No solo en la política sino también luchando en las guerras. Somos parte de la construcción del Perú.
Hoy hay marchas en contra de todo tipo de desigualdad y protestas en las redes sociales.

Pero según tu opinión, ¿Qué es lo más útil que puede hacer alguien que quiera promover la igualdad?
Me causa mucho sinsabor cuando hay niños que me miran raro. Si un niño de 3 años se sorprende por ver a una persona afro, ¿qué le están enseñando sus padres? Tengo sobrinos que han tenido amiguitos con papás que les dicen “no te acerques a ellos”. Nací en una familia negra y siempre estuve relacionada con personas negras. Yo no sabía que existía el racismo hasta que empiezo a salir a la calle. Recién ahí dije: “Wow, ¿la gente ve colores?”. Al principio fue duro. Hasta el día de hoy no entiendo por qué existe el término “gente de color”. Yo veo gente rosada y no le digo “hola, rosado”. ¿En qué momento se implantaron esas cosas?. Todo empieza desde casa. 

¿Crees que investigar y construir tu identidad te ha liberado del efecto nocivo del racismo?
Completamente liberada no estoy. Lo vives día a día y todavía me afecta. Soy muy sensible para esas cosas, pero creo que todo está en conocer tu historia. Yo conocí mis raíces y desde ahí sé quién soy. El cambio radica en saber de dónde venimos y por lo que hemos pasado. Hoy quiero ser un buen ser humano. Una mujer empoderada que lucha y sale adelante. No una actriz que solo es arte ni una mujer que solo quiere tener una familia. Quiero ser mucho más.

Fotos: Javier García-Rosell / Styling: José Antonio Rivera

Agradecimientos:

Lugar:
Ropa y accesorios:
Peinado y maquillaje: Alexander Casas
Asistente de fotografía: Alexis Com 

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