Fiorella Quiñones: «Sentir miedo me mantiene viva» - 3
Fiorella Quiñones: «Sentir miedo me mantiene viva» - 3

Rosa Chávez Yacila

«¡Me caigo!», grita Fiorella Quiñones bajo la carpa del circo La Tarumba. Falta una hora para que la función comience y la protagonista del espectáculo ha perdido el equilibrio. De cabeza, suspendida a cuatro metros de altura, la acróbata intentó dar un volantín sobre los brazos de ocho hombres que forman una torre de músculos y huesos. Al advertir el peligro, sus compañeros depositan a Fiorella en el suelo, disuelven rápidamente el edificio e intentan la pirueta otra vez. En segundos, la menuda artista circense está de nuevo en las alturas, realiza la voltereta con éxito y luego se deja caer sobre dos de los acróbatas que la esperan abajo, expectantes. Han corregido el error en menos de cinco minutos. «¿Queda?», preguntan todos, esperando la respuesta de una sola palabra que los libere de los ensayos previos al show. Queda. Se escuchan relinchos en las caballerizas y el ambiente huele a aserrín y pop corn.

«Perdón por el desorden», se excusa minutos después Fiorella Quiñones –de 28 años, piel canela, manos y pies lacerados por las acrobacias–. El camerino es una extensa carpa con paredes de plástico, salpicadas de tocadores con focos alrededor de sus espejos. En tanto sus compañeros entrenan parándose de manos, bailando en silencio o dando saltos mortales, Fiorella pinta sus párpados de celeste, el color de su vestuario en “Zanni”, el espectáculo de Fiestas Patrias de La Tarumba que protagoniza.

Ella es además una de las dos únicas peruanas que actúa en este show de artistas italianos, colombianos, rusos, chilenos, costarricenses y franceses. La historia se inspira en la comedia italiana y allí la acróbata interpreta a una doncella parte de un triángulo amoroso. Más tarde, Fiorella Quiñones dejará a los espectadores con la boca abierta al formar figuras imposibles con su cuerpo trepado a un aro, prendido a una cuerda, meciéndose como un péndulo humano que no teme caer. La emoción de mirarla será incentivada por la zamacueca, la marinera, el vals y el festejo.

Fiorella nunca imaginó dedicarse a la que hoy es su pasión. Desde niña lo suyo fueron la danza y el deporte. El circo con sus telas, cuerdas, arcos y trapecios llegaron sin que lo premeditara. Y como le gustó tanto, no ha dejado de hacerlo. En el 2013 la llamaron para un casting del Cirque du Soleil, el cual aprobó con soltura. Ahora forma parte de una base de datos de artistas de primer nivel: un ejército de reserva para las próximas creaciones del famoso circo canadiense. Pueden convocarla en meses o años. «No es un disgusto que aún no me llamen, sino un anhelo para seguir volando, entrenando y superándome» sonríe la mujer que en unos instantes será celebrada con aplausos por una multitud.

¿De niña te llevaban al circo?

¡Sí! de niña mi papá me llevaba, creo que él activó en mí el gusto por los circos.

¿Y recuerdas alguno en especial?

Me acuerdo que en el Circo de Quico vi unos elefantes y me encantaron (ríe). Antes venían al Perú circos mucho más grandes, más lindos. Recién están regresando los circos de calidad, pero igual creo que los hemos perdido un poco de vista. Ahora usan mucho a la farándula para crearlos y se pierde la verdadera esencia del circo: la acrobacia, la destreza, la magia.

¿Y cómo así llegaste a La Tarumba?

Yo practicaba danza contemporánea cuando me enteré de que dictaban clases de telas en diferentes lados. Me interesó y empecé a buscar. Así supe que en La Tarumba había clases de telas y una escuela de circo. Aposté por la escuela de circo. Averigüé, postulé e ingresé. Año a año fui pasando las pruebas y los retos nuevos que me pusieron. Cuando tuve que escoger una disciplina de circo, elegí la cuerda lis o cuerda lisa, que es una cuerda vertical donde realizas acrobacias aéreas de flexibilidad y de destreza, estáticas y dinámicas. Me encantó. Me gustó el poder fusionar la danza con la acrobacia. Entonces me dediqué y me especialicé y cuando terminé la escuela Fernando Zevallos –director de La Tarumba– me ofreció trabajar en los espectáculos.

Dices que practicabas danza contemporánea ¿por qué?

De chiquita siempre me incliné por la música y el deporte. Cuando terminé el colegio no tenía definido qué quería hacer, ninguna de las carreras me llamaban la atención, sabía que lo mío no era estudiar en la universidad. Gracias a Dios mis padres siempre me han apoyado. Mi mamá me dijo que estudie lo que quiera y que me especialice en ello, porque es de lo que iba a trabajar y vivir el resto de mi vida. Busqué algo para pasar el tiempo y como la danza me encantaba, me matriculé en un curso de danza contemporánea. Me apasioné y la seguí por tres años en diferentes sitios. Luego sentí que necesitaba algo más. La danza me gustaba, pero yo quería más retos, algo que me exigiera mayor fuerza. Entonces llegué al circo y complementó todos los ámbitos de mi vida: el personal y el profesional, crecí como ser humano. En el circo cada día aparece algo novedoso, un reto nuevo, necesitas vencer tus miedos y conquistarlos. Todo eso llenó mis vacíos (ríe).

Debes tener un entrenamiento físico fuerte ¿en qué consiste?

Entreno de martes a domingo todas las tardes, una hora o una hora y media. Cuando no hay función, descanso. Pero los ensayos para la temporada de julio de La Tarumba empiezan desde enero o febrero. Armamos un programa de entrenamiento y ensayos diarios de dos o tres horas, a veces cuatro. Depende de si haces una o dos disciplinas. Por ejemplo yo hago acrobacias aéreas en telas, cuerda, trapecio y aro. Después de la temporada de circo me gusta descansar un poco, tomar algunos talleres, entrenar con otros aparatos o elementos.

La tuya es una profesión de peligro, ¿alguna vez te has caído o lesionado?

Sí, justo el año pasado me lesioné en plena temporada y tuve que parar un mes. Tiempo atrás también he tenido que parar, curarme y seguir. El año pasado me lesioné el cartílago costal, hasta ahora tengo secuelas de esa lesión. Me he fisurado un tendón de la muñeca, he tenido un esguince en el coxis por el que no pude caminar bien como por seis meses. Me ha pasado de todo: esguinces en el tobillo, inflamación en los meniscos, en los hombros... Eso es parte también de la carrera que escogí, es el “extra” (ríe). Las lesiones son parte de la acrobacia.

¿Y no te desanima tanto golpe?

Es que eso es lo lindo. Te caes y te da miedo. Es ahí cuando puedes elegir pararte y volverlo a hacer o dejarlo. En mi caso siempre he decidido seguir.

¿Entonces no le temes a las alturas?

Siempre le tengo un poco de miedo a las alturas. Es ese poquito de miedo el que te mantiene vivo. Porque si uno no teme en cualquier momento puede fallar y caerse y ahí quedaste. Siempre hay que tener algo de miedo, pero no un miedo que te controle, sino un miedo que tú puedas controlar.

Antes se creía que los cirqueros eran aventureros errantes, que iban de un lugar a otro. ¿De qué se trata en verdad la vida circense?

Es cierto que antes las personas creían que los artistas eran gente que no podía hacer otra cosa más y se dedicaba a algo fácil. Pero ya nos hemos dado cuenta de que no es así. Esta también es una carrera como otras, que demanda bastante esfuerzo, tanto mental como físico. Yo siento que La Tarumba es uno de los pocos espacios de circo, aquí en el Perú, que te da una estabilidad económica como artista. Te ofrece un espacio cómodo y seguro en todos los aspectos. Pero sí, la gente que hace circo, tiene el alma itinerante, viaja de un lugar a otro, conoce a un montón de personas. Es que eso es el circo: viajar, conocer, trasmitir, aprender, impregnarte de lo nuevo. Los cirqueros siempre seremos así, iremos de un lugar a otro, pero no significa que no podamos vivir de lo que hacemos.

¿Es un trabajo que te impide tener vida personal?

No, la vida del circo sí te permite tener vida personal y vivir tranquilamente. Es demandante y exigente, pero como la mayoría de los empleados, no trabajamos un día. Para nosotros es importante descansar una o dos veces a la semana para recuperar nuestro cuerpo y volver a exigirle. Además este trabajo es rico porque conoces a otras personas que vienen de otros países para dictar un taller o seminario o tomarlos. Entonces siempre estás en constante intercambio y la gente que conoces se vuelve parte de tu vida personal y tus amistades.

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