Andrea Castillo
Vivir un día a la vez. Esta es la máxima de Francesca Brivio Grill, la recordada presentadora de programas de TV por cable que se alejó de las pantallas por causa de una enfermedad crónica, y disfruta ahora de ser madre ¿Qué ha aprendido? Te lo contamos.
Verla recorrer las calles de Miraflores en un scooter es una agradable sorpresa: una rara enfermedad llamada mastocitosis sistémica trastocó hace cinco años la vida de Francesca Brivio Grill. Hoy, a sus 36 años, esta miraflorina de ascendencia ítalo-brasilera, ex alumna del colegio Carmelitas y comunicadora autodidacta, habla con la voz de la experiencia sobre ser madre de Lucas (16), Franca (12) y Morgana (8), y del camino de aprendizaje que la ha devuelto a la vida. La suya es una historia de pura coherencia.
Has sido mesera, fotógrafa, actriz, presentadora de TV… todo en poco tiempo.
Tengo 36 años, a los 19 tuve a Lucas y a los 22 me independicé. Y sí, trabajé como mesera, pero mi primer trabajo fue realmente a partir de los 12 años; animaba fiestas infantiles todos los fines de semana y lo hice hasta los 15 años con el Grupo Mágico.
¿De quién heredaste la vena artística?
No sé; mi madre es brasilera y profesora. Enseñaba inglés en el colegio Carmelitas donde yo estudiaba. Le gusta escribir y a mí también. Mi papá es italiano; trabaja en el rubro de logística y también es fotógrafo aficionado, ha sido orfebre -elaboraba joyas-, y ama el mar tanto como yo. Vivió en San Francisco varios años y luego decidió salir a mochilear, siempre con una onda hippie. Es aquí donde conoce a mi mamá.
¿Debe ser complicado estudiar en el mismo colegio donde tu madre enseña?
Nunca me tiré la pera y ante cualquier cosa que hacía, por más pequeña que fuera, los profesores se lo decían a mi mamá. Era algo que detestaba; en sí detestaba la época escolar y con mi mamá allí, era peor.
¿Qué significó el nacimiento de tu primer hijo?
Para mí, la vida misma; un ancla a tierra. Cada hijo ha llegado en el momento preciso; han sido deseados pero no planificados.
¿Cómo fue en el caso de Lucas?
Contra todo lo que la gente puede pensar o imaginar, no he sido de ir de juerga o de salir hasta la madrugada; no digo que no lo he hecho pero no era lo usual. Casi ni tomo. Lo alocado en mi vida era que internamente siempre me costaba mucho aterrizar.
Pero eres bien directa.
Sí, para bien o para mal. Es la única manera de hacer las cosas que yo conozco. Sobre todo porque creo que mucho de los conflictos existen porque la gente no es clara.
¿Siempre has sido así?
Sí, aunque quizá antes era más tosca. Un psicólogo me dijo en una ocasión que era brutalmente honesta y por eso necesitaba tener cuidado con las parejas porque la honestidad, a veces, puede resultar muy agresiva también. Soy de decir y luchar por las cosas que creo pero ahora manejo mejor la forma cómo digo las cosas sin dejar de ser honesta conmigo misma.
En la TV aparecías como una chica que iba contracorriente. ¿Es correcta esa impresión?
Soy contracorriente desde niña; me lo decían mis papás porque era como muy de ser justiciera, de indignarme, rebelarme y luchar por lo que creía; puedo dar mi punto de vista sin ningún problema, pero no hablo con facilidad de lo que me sucede en la vida. El último año y medio ha sido de mucho aprendizaje; de mirarme a mí misma, de observarme detenidamente. Si antes quería el cambio en el mundo y me fijaba un montón en el resto, ahora entiendo que si uno es simplemente coherente, si hace las cosas desde el amor y no desde la rabia ni el odio, el mundo sería más chévere.
¿Y en ese descubrimiento ha influido la maternidad?
Totalmente. Soy fan de ser mamá aunque entiendo perfectamente que alguien no quiera tener hijos, porque no es una obligación. A mí me encanta. Va con este proceso de mirarme porque ser madre implica ponerte en evidencia todo el rato, estar expuesta y ser coherente, que es lo que más cuesta. Uno puede decir muchas cosas a sus hijos pero eso hay que acompañarlo de actos. La vez pasada, llamándole la atención a mi hija Franca, le digo “¡¿Por favor, le puedes tener más paciencia a tu hermana?!”; ella me miró y me dijo: “¿Tú de das cuenta que cuando me lo dices a mí, no lo haces con paciencia?”.
Los chicos nos dejan sin piso muchas veces.
Ser mamá me gusta por las enseñanzas que me da. Antes veía como un acto de ego enorme pensar que tú podías guiar la vida de alguien y ser su referente, pero en un reciente artículo para la revista “Soho”, reconozco que decidir tener hijos también es un acto de humildad si aceptas que vas a aprender un montón de ti misma siendo madre. A mí me reta, pone de cabeza mis ideas de cómo debe ser la paternidad o la maternidad. Escucho cómo las mamás se quejan, agobian y sufren un montón y no las entiendo. A mí no me sucede. Tampoco significa que, a veces, no tenga miedo o no sepa cómo manejar una situación, pero no me agobia.
¿Cuál es la mejor lección?
El amor. Te enseñan a amar con desapego porque no te pertenecen, como dice el poema de Khalil Gibran, tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida. Eso es verdad. Tú solo eres una guía, un referente que le vas a dar las herramientas que tú tengas y puedas para que ellos salgan adelante. Es amar sin posesión. Esa es la máxima enseñanza para mí. Cuando les digo algo siempre observo si lo hago desde el amor o el miedo, de un cuidado de protegerlos o porque me he asustado con algunas historias o porque yo tengo un ‘rollo’ con eso.
¿Cómo distingues si es amor o es miedo?
¡Ufff! De hecho la friego pero con amor (risas). El año pasado comencé un proceso de tomar plantas medicinales que me ha ayudado mucho, como wachuma, que es el nombre quechua de origen del San Pedro, tomado en ceremonia, y ayahuasca; esto me ha ayudado bastante. También la enfermedad que tengo, la mastocitosis sistémica.
Enfermaste en el 2010.
En el 2010 me dicen el nombre de la enfermedad, pero esta comienza en el 2009, cuando me encontraba físicamente en mi mejor momento, estaba casada feliz con Iván, tenía a mis tres hijos, estaba en “Mujeres de Primera”, un programa de cable que me gustaba mucho hacer. Me sentía muy bien. Me enfermé y estéticamente me fui a la mierda. Engordé unos 30 kilos, me ponía cortisona, andaba en silla de ruedas, me salían manchas y ronchas en la piel, se me hinchaban los ojos; era un ‘monstrito’. Fue muy doloroso, pero también aprendí a valorar lo importante de las cosas que había olvidado en el camino.
¿Qué les decías a tus hijos?
La verdad, de acuerdo a su edad. Igual nos divertíamos, jugábamos. En setiembre del 2010 celebrábamos el cumpleaños de Lucas. Yo estaba en silla de ruedas y él me dice que estaba triste por verme así. Entonces le comento que el próximo año iba a estar bien, sin silla de ruedas. Al año siguiente, en su cumpleaños, sin que abordáramos el tema, él recuerda esa charla y me dice: “Lo cumpliste”. Fue algo muy bonito.
¿Llevas un tratamiento especial por la mastocitosis sistémica?
En junio del año pasado dejé de tomar pastillas, ansiolíticos, antidepresivos y decidí hacerme un tratamiento con huachuma y ayahuasca; fumo marihuana de vez en cuando para tratar unos efectos de la enfermedad. Como en todo, no soy dogmática ni nada; si necesito tomar medicina, lo hago.
¿La enfermedad te ha cambiado en algo? Has comentado que eres muy alegre, pero también explosiva y necia.
Soy necia porque de lo contrario no estaría viva. Soy terca. De chica fantaseaba mucho con esta idea romántica de la muerte; a partir de la enfermedad, tengo más tolerancia a la frustración; escojo mejor las batallas y le doy la real importancia a las cosas importantes. Puedes estar misia pero si tienes salud y estás viva, puedes disfrutar todo. Lo que ahora más disfruto - y creo que siempre lo recordarán mis hijos-, son las cosas simples, como ir a la playa Los Yuyos; nos metemos al mar, jugamos, nos ensuciamos con la arena, hacemos picnic.
También has sido maestra. Fue en Arsu, Árbol de Sueños.
¡Ah!, sí… Mis tres hijos estudian en Los Reyes Rojos, pero cuando Lucas estaba en primero de media me dice que ya no quería estar allí. Como mamá, me sentía chocha de que él estudiara en Los Reyes Rojos; de chica yo quería que ese fuera mi colegio porque el mío era horrible. Pero Lucas un día me dice: “¿Te has dado cuenta de que hablas de vivir en comunidad, que siempre floreas con respetarnos y cuando te propongo algo distinto, salirme de los Reyes Rojos, conversar con Pável, no me haces caso?”. Él tenía toda razón, yo estaba siendo una total incoherente. Entonces conversé con Pável García, el creador del programa Arsu, y su propuesta me pareció muy buena. Por eso, Lucas estudia allí. Al segundo año del traslado, Pável me propone enseñar inglés; lo hice por unos meses, pero tuve que dejarlo porque me hice activista y luego terminé trabajando en la Municipalidad de Lima. Ahora voy a regresar a la actuación.
¿Cuál es el proyecto?
Es una propuesta de Alberto ‘Chicho’ Durant. Se trata de una película basada en la novela “La Venganza del Silencio”, de Alonso Cueto. Haré uno de los personajes y estoy emocionada porque vuelvo a actuar después de unos cinco años, y en cine.
¿Regresarías a la televisión?
Me estresa mucho. Un programa tipo “Entre titulares” o “Mujeres de primera” me gustaría mucho; pero también quiero ejercer mi maternidad; por eso, preferiría algo para grabar un par de veces a la semana. Ahora me reparto entre mis hijos y mi trabajo con el equipo de campaña del candidato a la presidencia, Julio Guzmán. No participaría en este equipo si no me identificara con su propuesta. Me identifico tanto, que hasta el momento mi trabajo es ad honorem. Tiene una línea sobre educación, salud y derechos que comparto.
También has sido activista de la no violencia contra la mujer.
Ya no formo parte de VPerú pero siempre estoy dispuesta a apoyar. Además, en este país hay motivos para salir a protestar todos los días. He entendido que cada uno tiene que escoger sus luchas.
¿Cuál es la tuya?
Ser feliz. En eso estoy ahora. Si uno está bien, si es consecuente en su vida, si cada ser humano se ocupara de estar bien en lugar de fijarnos en qué le falta al otro para ser mejor o cómo debería cambiar su vida, este mundo sería mejor.
¿Has recibido algún consejo especial que recuerdes siempre?
Es algo que escuchamos con frecuencia, como vivir un día a la vez. Para mí no existe mañana. Trato de disfrutar y agradecer por cada día. No soy católica ni creo en Dios; solo creo en esta energía que somos todos. Para mí, el cielo o el infierno del que tanto se habla, es el momento en que vas a morir. El cielo es como irte con una sonrisa, agradecida y en paz, sin deber nada a nadie; o debe ser el infierno cuando vas a morir, sabes que la estás fregando en la vida y no quieres irte en este momento. Yo apunto a irme con la conciencia tranquila. El proceso para mí desde la enfermedad hasta ahora es aprender a quererme, aceptarme y entender que en cada momento hice lo que podía con las herramientas disponibles en ese momento.
¿Qué te indigna?
¡Pucha! La injusticia, la indolencia.
¿Qué te inspira?
La vida misma; la risa es mi sonido favorito. Todo el día me río.
¿Qué no les permites a tus hijos?
Que sean malagradecidos con la vida. Los jodo bastante para que valoren todo, desde la nube hermosa en el cielo hasta lo que tienen en la mesa.
¿Los dejarías tatuarse? Tú te los hiciste a los 20 años.
Porque mi mamá no me dejaba. Lucas a los 14 –cumple 17 este año- me dijo que quería tatuarse mi cara. Era el máximo piropo de un hijo para su madre, pero le dije que mejor esperara a ser más grande; claro, era supertentador decirle ¡Anda ahorita, y háztelo! (risas). Además, creo que la edad es relativa. En las cosas en que soy una niña siempre lo seré así tenga 80 años; por eso me parece que a partir de los 16 podría dejarlos hacerse un tatuaje; eso sí, yo los llevaría.
¿Hace cuánto que no te haces uno?
Hace ocho meses. Pero ya tengo pensado los otros tres que me haré. Aquí [brazo derecho] irá una calavera con ojos de flores y varios símbolos bonitos, y acá –brazo izquierdo- un corazón como órgano, y en la pierna irá una especie de ave fénix porque creo que en esta vida uno muere varias veces para renacer otras tantas. Es como aceptar las muertes que tenemos, cada una es para crecer.
Cada tatuaje es un momento de tu vida.
Sí. Un amigo me fastidia diciéndome que me va a regalar un diario para que escriba allí y no en mi cuerpo. Sucede que tengo miedo de olvidar, entonces lo marco en la piel o tomo fotos. Hace poco se me borraron todas mis fotos de la computadora, eran más de tres mil, pero me di cuenta de que no lloré ni lamenté; solo lo acepté.
Entendemos que no te arrepientes de nada ¿Reflexionas al respecto?
Reflexiono todo y por eso me voy a dormir tarde. Hay cosas en mi vida de las que sí me arrepiento, como actos impulsivos que ahora no haría, pero eso es parte del proceso de perdonarse y de aceptar que en ese momento era lo que podía hacer. Obviamente, me hubiera gustado no reaccionar así, decir eso o no hacer aquello pero eso es parte de este tiempo de aprendizaje.
¿Qué reglas hay en tu casa?
Respeto a la convivencia; al terminar de almorzar mis hijos levantan sus platos, tienen horarios para irse a dormir -menos Lucas-, para ir al colegio. Es un orden que necesitan hasta que encuentren el propio. Mientras más amados se sientan los hijos, más felices y mejor armados van a estar para la vida. Lucas, una vez discutiendo este año me dijo: “Una de las cosas que más me jode de ti es que crees que con amor se soluciona todo”. Entiendo a lo que iba, pero también comprendía que mi mensaje les llega. Mis hijos son de distintos padres pero Iván, mi ex esposo, es como el hilo conductor. Lucas lo conoce desde los 6 y Franca desde los 2. Es el papá de Morgana pero, en suma, es el padre de los tres.
Has dicho que en esta etapa de tu vida estás bien sin pareja, y si la hubiera, sería alguien que respete cómo eres ¿Mantienes ese ideal?
La pareja tiene que sumar, de lo contrario ¿para qué seguir con alguien? Parte de mi decisión de separarme de Iván fue porque yo quería y necesitaba otras cosas para sentirme feliz. Él es un compañero increíble, me parece un padre espectacular, pero había cosas que yo necesitaba como mujer, como persona, que ya no encontraba en esa relación. Si dejé algo tan especial y bueno, no voy a ir por menos. Si no existe alguien así, prefiero seguir sin pareja. Pero no siento que estoy sola. Además, siento que no tengo tiempo para perder.
Solo quieres ser feliz.
Tengo claro que si yo soy feliz, mis hijos también lo serán. Les he dicho que cuando termine mis obligaciones del colegio, me iré a mochilear y después viviré en un bus, con la playa como patio trasero. Si alguien quiere acompañarme, ¡bien!.
Es tu sueño de retiro.
Me encantaría vivir en la playa, pero cada uno [de sus hijos] verá lo que quiere hacer. Me da pena que Lucas se vaya al extranjero a estudiar, pero es mejor que vuele y crezca. El amor es la base. Te puedes ir por un camino u otro, pero al final regresas a tu centro. Este año me ha servido para darme cuenta de que igual no sé nada; todo lo que digo ahora, mañana puede cambiar
Si así fuera ¿Qué quedaría como esencia?
Hacer las cosas desde el amor y no desde el miedo.
¿Ya no tienes miedo?
Tengo miedo de tener miedo.
¿A qué le temes?
A los juegos de la mente; se nos hace pensar ciertas cosas, como que sea viernes para disfrutar el fin de semana, o verano para ir a la playa o no sé qué cosa. Condicionamos nuestra felicidad a agentes externos cuando la puedes tener dentro de ti.