Sabrina Duque
Internet está llena de modas. Pero aquello de los videos de gatos no es moda, es historia. Y terapia. Ya les explico.
El primer ‘video’ de gatos conocido es de 1887. En tiempos en que el video no existía, Edweard Muybridge tomó una cámara de cine y filmó a un gato corriendo para sus estudios sobre locomoción animal. Quería observar, cuadro a cuadro, cómo se movían sus patitas.
Siete años después, Thomas Edison filmó el primer corto gracioso de mininos. Son dos gatos boxeando en un minúsculo ring, con un referí humano en segundo plano. Seguro el mismísimo Edison pasó horas embobado viendo a los gatos boxeadores, sintiendo una mezcla de ternura y bienestar que no habrá sabido explicar.
Adelantemos más de 50 años: un austríaco empezó a desenrollar el ovillo de nuestro gusto por observar animales de ojos grandes, narices chatas, frente grande y barbilla chica.
Konrad Lorenz, quien ganó un Nobel en Medicina, estudió en los años 40 la importancia evolutiva del comportamiento humano. Entre otras cosas, llegó a la conclusión de que muchos animales comparten esos rasgos con los bebes humanos y generan en los adultos humanos embeleso y despiertan nuestro instinto de protección. El antropólogo Andrew Marlow dice que ese instinto se dispara tan rápido entre los humanos porque los bebes están muy mal preparados para sobrevivir y necesitan una enorme cantidad de cuidados.
En resumen: transferimos de inmediato nuestra respuesta evolutiva a los bebes –ganas de apapachar y cuidar– a los tiernos cachorros que tienen ojos grandes y grandes cabezas en un cuerpo pequeño, como nuestras crías. Y el instinto de protección viene acompañado con la estimulación de los centros de placer del cerebro. Cuando vemos animalitos, aumenta la producción de la hormona de la empatía (oxitocina, aquella que induce el parto y es responsable por el amor a primera vista entre la madre y su recién nacido) y la hormona de la atención (cortisol). En Japón, científicos de la Universidad de Hiroshima estudiaron el efecto que las imágenes graciosas de animalitos producen en las personas. Y concluyeron que después de ver fotos de un animal kawaii –algo así como ‘tierno’– las personas ponen más atención en sus tareas. (Sí, puedes usar este argumento cuando tu jefa te sorprenda mirando gatitos en Facebook). Según los investigadores, el instinto protector que despiertan las imágenes, deja a la persona más cuidadosa.
Por eso los gatitos son unanimidad en YouTube. Como gustar de ellos es un truco evolutivo –común entre todos los seres humanos- es uno de los pocos consensos entre las culturas representadas en Internet. La primera decena de videos de gatos que aparecen en You Tube ha sido vista –cada uno– unos 20 millones de veces.
Una búsqueda en la Web por videos de gatos arroja resultados improbables. Como la ‘Gatonovela’, una serie con formato de culebrón mexicano, donde los gatos viven traiciones, intrigas y amor. Sus estrellas no son tan conocidas como ‘Grumpy Cat’, la gata con cara de enojada con el planeta que ahora es la modelo oficial de la marca ‘Friskies’ de alimentos para felinos.
Eso sí, mirar gatitos también puede ser un acto político. Esto, según el director del Centro para los Medios Cívicos del MIT, Ethan Zuckerman. Su teoría es que “las herramientas y técnicas desarrolladas para compartir imágenes adorables son también vehículos muy efectivos para diseminar contenido político revolucionario”. Vale la pena que, en vez de buscar gatitos, busques la charla de Zuckerman sobre la Primavera Árabe y los gatitos fofos.