Lucía de Althaus
Salma Hayek anunció recientemente que no dejará a su hija de siete años tener un perfil en redes sociales ni le comprará –todavía – un celular. El mismo Steve Jobs dijo en el 2010 que sus hijos aún no habían usado el iPad, ya que en su casa limitaban cuánta tecnología usaban sus hijos. Y todos los que somos padres nos preguntamos alguna vez si estará bien o no dejar que nuestros hijos utilicen tanto estas tecnologías.
Detrás de la prohibición impulsiva, parece haber un genuino temor a lo desconocido. El no conocer realmente los alcances del mundo digital y menos aun el efecto que pueda tener en el desarrollo de nuestros hijos nos pueden hacer rechazar y hasta satanizar la tecnología. Este temor es válido, pues no somos ‘nativos digitales’ (no hemos nacido con la tecnología) y además porque esta cambia con tal rapidez que no nos da tiempo a entenderla. Expertos en el tema, como Eric Schmidt y Jared Cohen, en su libro “The new digital age: reshaping the future of people, nations and business”, nos tranquilizan diciendo que en el futuro va a haber una coexistencia pacífica entre el mundo físico y el virtual.
Sin embargo, hoy observamos con preocupación a niños deslumbrados frente a los extraordinarios estímulos de las pantallas, niños que prefieren permanecer en un mundo virtual de los juegos electrónicos más que el juego real del parque y los amigos, chicos que reciben infinita y abrumadora información que es difícil de procesar, y adolescentes que sufren de acoso cibernético o ciber bullying. En los restaurantes, los papás solo son capaces de comer en paz si los chicos tienen una Tablet enfrente y hay familias que no soportan un viaje en auto, a menos que vayan equipados con una pantalla de tele para los hijos. Y todo esto parece suficiente para preocuparnos, ¿no les parece?
Entonces, ¿qué hacer?
No hay peor enemigo que el que no conoces. Entonces, lo primero es aceptar que el mundo tecnológico y virtual es el eje desde donde crecen y se comunican los niños de hoy, y por ende, conviene conocerlo más sin satanizarlo. Luego, sí es necesario controlar el tiempo de exposición a las pantallas con reglas claras, ofreciéndoles a cambio un mundo real atractivo, con vínculos sanos y satisfactorios.
Jonathan Mugan, en su libro “The curiosity cycle”, expone con claridad que el problema real al que estamos expuestos en este mundo, cada vez más computarizado, es dejar que nuestros niños sean consumidores pasivos de entretenimiento, dejarlos pasmados e inactivos frente a las pantallas, en donde no se requiere una participación creativa del niño por largas horas. Esta pasividad bloquea la curiosidad, impulso necesario para seguir conociendo y creando nuevas ideas. Y la única respuesta ante esta problemática es enseñarles, con la experiencia misma y el buen ejemplo, que la vida real también tiene atractivos: que el parque es un lugar lleno de aventuras, que salir a cenar y conversar con la familia puede ser interesante y poderoso. Los vínculos afectivos deben seguir siendo el eje desde donde se empieza a disfrutar y amar, para que cuando crezcan y se zambullan en el mundo cibernético, siempre quieran retornar a las relaciones interpersonales.
El mismo autor señala que el otro problema de la era digital es la sobreexposición a información ilimitada, en donde los niños a menudo reciben información errónea y mensajes de comportamiento riesgoso, perdiendo ahí su individualidad y dejándose llevar por las presiones del ciberespacio. Si bien el Internet y la tecnología marcan la pauta del conocimiento hoy en día, nunca van a reemplazar la comunicación afectiva de padres a hijos. Formar el criterio, para saber qué información es relevante y cuál no, es una tarea que se hace entre seres humanos.
Entonces, a pesar de la vorágine digital que vivimos, lo esencial permanece: sólidos y seguros vínculos afectivos y mucha comunicación entre padres e hijos. Lo demás lo iremos sorteando en el camino.
Cuándo y cómo
• En edades más tempranas, la televisión, iPad, etc, deben verse como herramientas para mantenerlos entretenidos en situaciones estrictamente necesarias. Por ejemplo, durante un trayecto largo en carro o avión.
• Cuando van creciendo (3 a 4 años) elige juegos electrónicos en donde el niño no sea solo un ente pasivo que recibe los estímulos, sino aquellos en donde el niño propone, dibuja, y crea.
• No utilices el juego electrónico como premio si hace algo bien, pues así lo asociamos como algo positivo.
• Establece reglas claras y acompaña en el uso del Internet a niños de primaria: definir horarios, sitios permitidos, reglas de interacción. Si los encuentras viendo videos de sexo o violencia, no castigues ni prohíbas, sino utilízalo como oportunidad para una conversación.
• Entrada la adolescencia, nuestro control sobre sus acciones en el mundo cibernético baja. Pero todavía necesitan nuestra guía constante sobre el “buen comportamiento” cibernético, como nunca educarse tras una pantalla para decir algo que no dirían personalmente.
• Si nosotros estamos constantemente frente a una pantalla, o exponemos toda nuestra vida personal en las redes sociales, nuestros hijos harán lo mismo.